16 de mayo de 2020

Odio, rencor y frustración

Si se define el odio como un sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien, si se entiende por rencor la hostilidad hacia una persona a causa de una ofensa o un daño recibidos y si la frustración consiste en la decepción que causa la imposibilidad de satisfacer una necesidad o un deseo, elijo estas tres palabras para encabezar la reflexión que viene a continuación. Desde mi punto de vista, encajan aquí que ni pintadas.

La derecha española, entendiendo como tal el conjunto de partidos conservadores, a los que se ha unido en los últimos tiempos la vetusta muchachada de la ultraderecha, nunca ha aceptado de buen grado que los sucesivos gobiernos progresistas que han gobernado España desde el retorno de las libertades fueran legítimos. Ni los cuatro sucesivos que presidió Felipe González ni los dos de la época de José Luis Rodríguez Zapatero ni por supuesto el actual. Pero este rechazo, cuasi visceral, se ha intensificado de manera ostentosa a partir del voto de censura que cesó al señor Rajoy en 2018 y, más tarde, desde que Pedro Sánchez consiguiera formar gobierno en minoría después de ganar las elecciones.

Sucede además que ahora, en medio de esta gigantesca tormenta provocada por la epidemia, cuando el  gobierno está manejando el timón con prudencia y al mismo tiempo con la humildad necesaria para reconocer los errores que se cometen en una situación que carece de  manual de instrucciones, a algunos líderes de la derecha les está subiendo la bilirrubina a valores clínicos de alta peligrosidad. Se dan cuenta de que muchos españoles, aunque incómodos por las medidas restrictivas que se han tenido que tomar, están aceptando con ejemplar disciplina las disposiciones que se dictan, porque las consideran acertadas. Como consecuencia, los dirigentes conservadores temen que esta tremenda catástrofe pueda inclinar todavía más la balanza en contra de sus intereses electorales, muy dañados en las últimas convocatorias. Lo que dicen todos los días y cómo lo dicen demuestra que están muy nerviosos. El otro día le oí a Abascal llamar matasanos al presidente del gobierno, acusándolo al mismo tiempo de las muertes que el coronavirus está ocasionado en España. ¿Se puede exteriorizar mejor el odio?  No lo creo.

En situaciones especiales, medidas excepcionales. El estado de alarma implica el control de facto de algunas competencias autonómicas, como consecuencia de la necesaria centralización de las decisiones que se tengan que tomar para combatir la epidemia. No se trata de un retroceso en el Estado de las Autonomías, sino de una situación coyuntural que desaparecerá cuando desaparezca el riesgo. Atacar al gobierno porque se haya visto obligado a centralizar el mando es una ignominia, que no sólo está en boca de algunos dirigentes nacionalistas, sino también en la de no pocos líderes conservadores. En los primeros se puede llegar a entender la reticencia, porque la llevan en el ADN. En los segundo no. Nunca se han mostrado muy a favor de la descentralización autonómica y ahora, cuando se limita por causas mayores, ponen el grito en el cielo.

Si se quiere ser efectivo, no se puede estar consultando con la oposición cada medida que se toma, como reclaman Pablo Casado y otros dirigentes de la oposición. La situación requiere agilidad, toma rápida de decisiones y determinación en su aplicación. Eso es algo que está implícito en la excepcionalidad de la situación. Utilizarlo como argumento para atacar al gobierno es de absoluta deslealtad hacia quien tiene la responsabilidad de liderar la lucha contra la pandemia. Lo que los ciudadanos quieren, sean de derechas o de izquierdas, es acabar cuanto antes con el coronavirus y regresar después a la normalidad. En definitiva, exigen decisiones rápidas y menos dimes y diretes.

La oposición debe ejercer una crítica que esté a la altura de las circunstancias, lo que significa señalar errores y proponer soluciones. Pero mucho me temo que los odios, los rencores y las frustraciones no se lo permitan, porque a algunos les ciegan las prisa por recobrar el poder perdido.

4 comentarios:

  1. Alfredo Diez Esteban18 mayo, 2020 10:44

    Creo que todos vemos el odio, el rencor y la frustración como sentimientos que debemos evitar en nosotros mismos y en los demás. Para ello y hay que convencer y convencernos de que para evitarlos hay que entenderlos, empezando por sus causas.
    Centrándonos ya en la situación política en España, es verdad que la derecha considera ilícito el actual gobierno. Legal, por supuesto, nadie puede dudarlo. Pero la licitud (en el sentido de “justo, permitido, según justicia y razón”) es algo menos claro: Sánchez mostró que jamás se uniría a Podemos y fue lo primero que hizo después de ganar las elecciones. ¿Hubiera ganado las elecciones si hubiera dejado entrever que podía pactar con Podemos? No se, tal vez no.
    Y ya en relación con el Coronavirus, la verdad es que es difícil creer que Casado y los suyos lo hubieran hecho mejor. Yo no lo creo. Ha habido fallos, pero eso es normal. Ahora bien ¿debemos extrañarnos de que el PP y los suyos ataquen al Gobierno por esos fallos? Recordemos lo que le montaron al PP con el Ébola. Pero una cosa es que no nos extrañe y otra que debamos aceptar esos comportamientos.
    Y ¿qué se puede hacer? Dado que no es posible cambiar a Sánchez y a Casado por otro líderes (¡qué desgracia son para el PP, para el PSOE y para España!), intentar mitigar la tensión explicando bien las cosas. Las comparecencias de Sánchez son deleznables. Y también evitar crear miedo; yo creo que la gente de derechas se manifiesta porque tiene miedo a que acabemos más o menos bolivarianos, lo que es ridículo, pero hay que enseñar a la gente de derechas que eso no va a ocurrir y que una política moderada de izquierdas puede ser buena para todos.

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  2. Gracias Alfredo por tu extenso e interesante comentario. No comparto tu interpretación de lo ilícito. Según la Academia: 1) Que no está permitido por la ley o es contrario a la moral; 2) Que no está de acuerdo con la razón o con lo que se considera justo o razonable. Esto último es tan subjetivo que habría que preguntarse con qué razón, con qué justicia y con qué moral. De ahí que acuse a determinados líderes de practicar el odio, de sufrir el recor y de estar instalados en la frustración.
    Por otro lado, los pactos en política son legítimos. Elegirlos de acuerdo con las circunstancias también. El PP nunca habló de pactar con Ciudadamos y con VOX. Incluso durante la campaña explicitaba su desacuerdo con los dos. Pero echa un vistazo alrededor. ¿Sus gobiernos autonómicos son ilegítimos? A mí no me gustan, pero no los considero ilegítimos.
    Respecto a lo de bolivariano, no veo ninguna semejanza ni me abruma ningún temor. Me suena a argumentación muy manida y muy poco consistente.
    Por cierto, hasta ahora no he visto que no haya moderación en la política que lleva a cabo este gobierno. Te aseguro que si no la hubiera, yo les retiraría la confianza que de momento me merecen. No dejar en la cuneta a los más desfavorecidos no es falta de moderación, sino sentido de la justicia social.

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  3. Querido Alfredo, al revisar mi comentario anterior he visto que, cuando me refiero a los gobiernos autonómicos del PP, he dicho ilegítimos cuando quería decir ilícitos. Como tu bien dices, no es lo mismo.
    Por cierto, aprovecho para comentarte que a mí los discursos de Sánchez hasta ahora no me han parecido deleznables (RAE: despreciables o de poco valor), sino simplemente informativos. Si no apareciera ante las cámaras lo acusarían de no dar la cara. Pero cada uno tiene su opinión. Respeto la tuya.

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    1. Alfredo Diez Esteban19 mayo, 2020 13:47

      Reconozco que me pasa lo mismo que a Felipe González, Guerra, Rodríguez Ibarra, Corcuera (bueno, este se pasa bastante), Leguina, Nicolás Redondo (hijo) entre otros, que siento simpatía por el PSOE, pero no por Sánchez y su línea. Debe ser cosa de la edad.
      Ahora bien, no creo que lo anterior invalide mi opinión sobre la extrema pesadez de las comparecencias de Sánchez. A preguntas simples, largas respuestas, que muchas veces no guardan relación alguna con la pregunta, pero que le permiten enviar su mensaje machaconamente. ¿Por qué no delega las comparecencias en María Jesús Montero, mucho más rápida y creativa, por ejemplo?

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