16 de noviembre de 2022

Viaje a Las Hurdes. Gabriel y Galán. (3 de 4)

Después de visitar Pinofranqueado continuamos hacia El Gasco. Nos detuvimos en Caminomorisco, otro de los pueblos que figuraban en mi lista. Parece ser que esta localidad se llamaba hasta hace muy poco Las Calabazas, nombre que supongo que no debía de sonar demasiado bien a sus habitantes. Nos dimos un paseo para comprobar una vez más que el progreso en forma de bienestar ha llegado hasta el último rincón de Las Hurdes. Pasamos frente a un Instituto de Enseñanza Media, el Gregorio Marañón, en cuyo exterior se empezaban a acumular en animadas conversaciones padres y madres para recoger a sus hijos. Después seguimos ruta hacia El Gasco, el pueblo más adentrado en la cordillera de los que figuraban en nuestro recorrido.

Aunque no llegamos a verlos, porque el tiempo empezaba a apremiarnos, teníamos intención de haber visitado dos lugares de interés situados cerca de este pueblo. Uno de ellos, el llamado Volcán, cuyo cráter en realidad se originó por la colisión contra nuestro planeta de un meteorito gigantesco, descubrimiento relativamente reciente de los estudiosos. El otro, el Chorro de la Miacera, una espectacular caída de agua. Pero, como he dicho, el tiempo marca o, mejor dicho, cercena las intenciones. Dimos un paseo, durante el que pudimos ver un buen número de restaurantes, bastantes casas rurales y unas cuantas tiendas especializadas en productos típicos de la comarca. El turismo, sin lugar a dudas, ha llegado a Las Hurdes con mucha fuerza. Entre otros vestigios del subdesarrollo ya superado, pudimos ver un conjunto de viejas viviendas típicas de la región que se conservan con bastante dignidad. Una clara muestra de un pasado no demasiado  lejano.

A las cinco y media iniciamos el regreso al parador, esta vez por una carretera distinta, situada más al norte de la ruta anterior. Sabíamos que al día siguiente llovería, con lo que queríamos ver cuanto más mejor. Nos dirigimos hacia el pantano de Gabriel y Galán, cuyo nombre resonaba en mis oídos como uno de los poetas españoles que estudié en el bachillerato, del que después dejé de oír hablar, casi como si no hubiera existido. Este escritor, que precisamente murió a los treinta y cinco años de edad en uno de los pueblos que íbamos a atravesar -El Guijo de Granadillas- escribió en español y en dialecto extremeño, el castúo, una lengua que investigó en profundidad. Del nombre de este habla proviene el del restaurante que cité al hablar de Pinofranqueado.

El nivel del embalse estaba muy bajo, por lo que apenas nos detuvimos. Nos dirigimos entonces de regreso a Plasencia con la intención de llegar al parador antes de que anocheciera. Los años merman facultades y huyo de conducir de noche como de la peste. Si a eso le unimos que nos habíamos pasado el día visitando pueblos, ni que decir tiene que estábamos convencidos de que nos habíamos ganado un rato de tranquilidad y sosiego. Qué mejor para ello que una cervecita cobijados bajo el claustro del antiguo convento dominico.

Durante cerca de una hora estuvimos sentados alrededor de una mesa, bajo una elegante escalera de corte neoclásico, saboreando nuestra bebida. Aquella cafetería estaba completamente llena, como lo estaba el parador, pero no sólo con gente que allí se hospedara, porque se adivinaba la presencia de algunos lugareños. Los paradores en las pequeñas ciudades se han convertido en un lugar más de encuentro social. La edad media era alta, lo que nada tiene de particular en un mes de noviembre y en días laborables. Se veían también bastantes extranjeros, muchos de los cuales vestían poco acorde con la época del año, quizá porque a los centroeuropeos las temperaturas de las serranías españolas en invierno no les parezcan bajas. A mí su vestimenta me producía verdaderos escalofríos.

Como sabíamos que al día siguiente llovería, dedicamos un rato a estudiar posibles alternativas a continuar adentrándonos en Las Hurdes. De no haber sido por este inconveniente, yo tenía previsto haber atravesado la sierra que separa Cáceres de Salamanca por un estrecho desfiladero, el Parque Natural de las Batuecas, para dirigirnos a La Alberca, un lugar que ya conocíamos de otros viajes, pero que hubiera sido un buen remate de la excursión. Pero el temor a la lluvia nos disuadió y nos obligó a cambiar de planes.

Pero de éstos hablaré en el próximo capítulo.

Hasta muy pronto.

2 comentarios:

  1. Bonito ese Parador: parece un castillo medieval.
    He recorrido mucho esa zona, por los motivos que ya conoces de mi comentario a la entrada anterior, y hay muchos pueblecitos muy bonitos de visitar. Supongo que ya conocéis todo el valle del Jerte.
    A la espera del próximo capítulo quedamos. Hasta muy pronto.

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    1. Sí, lo conocemos. A los amantes de las emociones fuertes les recomiendo que crucen por el puerto de Honduras desde el valle de Ambroz, donde está Hervás, al del Jerte. La carretera es muy estrecha, empinada y curvilínea, pero desde allí se puede ver una fantástica panorámica del valle que citas.

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