El Parador de Plasencia ocupa un antiguo convento dominico, con más pretensiones de palacio renacentista que de cenobio. Parece ser que fue un regalo que le hicieron los marqueses de Mirabel a la orden, en agradecimiento por la milagrosa curación de uno de sus hijos. La historia de los edificios monumentales pasa a veces por curiosos episodios, entre los que no falta la superstición en forma de dádiva. En cualquier caso, hoy constituye un interesante hotel, situado además en un lugar privilegiado, dentro de la vieja ciudad amurallada. Desde allí se puede recorrer a pie todo el centro histórico.
Cuando nos levantamos al día siguiente, sabíamos de antemano que teníamos que aprovechar muy bien el tiempo, porque los pronósticos amenazaban lluvia a partir de entonces. Elegimos un itinerario entre los muchos que recomiendan los conocedores de Las Hurdes, con la idea de ver cuanto pudiéramos en un día, es decir, primando la extensión sobre el detalle. En las notas que había tomado para preparar el viaje figuraban tres localidades, Pinofranqueado, Caminomorisco y El Gasco, cuyos nombres me atrajeron desde el primer momento, y hacia allí nos dirigimos nada más desayunar.
Recorrimos la parte baja de la comarca, a través de inmensas dehesas de pastos muy verdes a pesar de la sequía, pobladas de elegantes alcornocales, un terreno muy ondulado, pero sin grandes complicaciones para el tránsito rodado. Al norte se dibujaban las montañas que separan Extremadura de Castilla, donde se asienta el verdadero corazón de la comarca que nos proponíamos visitar. Poco a poco la topografía fue cambiando y sin darnos cuenta empezamos a ganar altura hacia la sierra. Empezaron a aparecer enormes pinares que cubrían las laderas de las montañas por las que ascendíamos. Me di cuenta desde el primer momento de que, a pesar de las leyendas sobre el ancestral retraso de aquellas tierras, el progreso había llegado hasta allí con fuerza. Los pueblos que atravesábamos contaban con un caserío moderno, con centros de salud, con grupos escolares e institutos y, algunos de ellos, con flamantes supermercados. La miseria y la estrechez de otros tiempos habían desaparecido sin dejar rastro.
La calidad del servicio, su esmerada cocina y los precios de El Castúo (ya hablaré del significado de este nombre más adelante) nos permitieron constatar que Las Hurdes de ahora nada tienen que ver con las descripciones de la leyenda negra. Como suelo hacer con frecuencia, mantuve una larga conversación con el que parecía encargado del local, quien nos dió una serie de recomendaciones, aunque nos advirtió de que en esta época las lluvias suelen dificultar cualquier visita. En cierto modo, cuando uno va pensando que se va a encontrar con un ambiente exótico y anacrónico, la normalidad puede resultar decepcionante. Pero, sin embargo, comprobar cómo el progreso mejora drásticamente la fisonomía de un lugar y la calidad de vida de sus moradores resulta reconfortante. Las actuaciones socioeconómicas bien administradas modifican por completo a las sociedades.
Después de aquella obligada parada, continuamos adentrándonos en la profundidad de la comarca, ganando altura poco a poco, por una carretera cada vez más tortuosa. El cielo había empezado a nublarse, lo que nos recordó que los pronósticos meteorológicos amenazaban lluvia para el siguiente día. Pero esta parte tendré que contarla en otro momento.
Hasta muy pronto.
He pasado y dormido muchas veces en Plasencia -parada casi obligatoria en nuestros recorridos desde Cádiz a Pontevedra y viceversa, y creo que siempre encontré cerradas las catedrales. Una pena, porque siempre son monumentos que me gusta visitar. También me resulta muy familiar el ambiente de la Plaza Mayor y esa terraza que describes con sus estufas de gas.
ResponderEliminarPor supuesto, Plasencia es preferible visitarla en otoño o primavera, porque en verano es agobiante el calor que hace.
Tengo pendiente una buena excursión por esa enigmática comarca que describes ahora, de tan tenebtroa celebridad, aunque he pasado muy cerca: por La Alberca, Béjar, Hervás y por toda la Sierra de Francia.
La comarca de la Alberca y Sierra de Francia es fantástica. Como soy un entusiasta de Paradores de España, nosotros la visitamos alojándonos en el de Ciudad Rodrigo. De Hervás, hablaré dentro de poco.
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