Dicho lo anterior, Pedro Sánchez se encuentra ante una difícil situación, en la que se va a poner a prueba su capacidad negociadora. Los posibles acuerdos que establezca con las distintas partes con las que tiene que negociar para que apoyen su investidura nunca podrán sobrepasar los límites de la legalidad vigente, es decir los que marca la Constitución. Pero es que, además, como algunos de los interlocutores sí han traspasado en alguna ocasión esas fronteras, y como consecuencia han sido condenados por los tribunales de justicia, está obligado a la máxima cautela, no vaya a ser que los acuerdos a los que llegue sean interpretados como avales a su inocencia.
No lo tiene fácil. Sin embargo, eso no significa que no disponga de margen de actuación, porque en política el terreno de juego es muy extenso. Sus interlocutores conocen tanto la existencia de líneas rojas insalvables como la amplitud de la cancha, por lo que es fácil suponer que se ciñan a la realidad y no pidan imposibles. Otra cosa será lo que digan fuera de la negociación, porque detrás de un político hay siempre unas bases de seguidores exigentes que piden lo imposible.
Supongo que las negociaciones ya se han iniciado y que por tanto todos los actores en escena conocen perfectamente a estas alturas las reglas del juego que están jugando. Todos habrán empezado con exigencias de máximos y todos sabrán perfectamente hasta dónde pueden llegar. Por tanto, aquí lo único que cabe es esperar a ver los resultados y mientras tanto no interpretar al pie de la letra lo que se vaya diciendo, porque en ocasiones airear discrepancias insalvables forma parte de la negociación.
No creo que ninguna de las partes vaya a romper la baraja antes de repartir las cartas. Todos sin excepción se juegan mucho, porque, aunque los resultados de las elecciones no les hayan favorecido tanto como hubieran querido, la alternativa de una repetición de elecciones podría colocarlos en peor posición. Esta etapa, desde un punto de vista electoral, en principio ya se ha decidido, porque la ciudadanía ha votado. Lo sensato es obtener los mejores réditos políticos posibles y mirar hacia adelante.
Ahora bien, la política no es una ciencia exacta, entre otras cosas porque las variables son tantas y tan mutables que en ocasiones lo razonable se trasforma en dislate. Las espadas seguirán en alto hasta que terminen estas difíciles negociaciones, en las que se van a poner a prueba las capacidades negociadoras de unos cuantos líderes políticos.