A medida que el señor Feijoo explica o trata
de explicar sus opiniones políticas va poniendo al descubierto su manifiesta falta de
conocimientos en los asuntos de Estado. Acostumbrado como estaba a presidir una
autonomía, el nuevo escenario se le debe de estar haciendo muy duro, si no es
que atragantante. No es lo mismo, ni mucho menos, gestionar asuntos locales de
mayor o menor trascendencia, que enfrentarse a la responsabilidad de presidir
el gobierno de una nación tan compleja como es España. El aprendizaje anterior
es bueno, pero de poco sirve si no se dispone de la necesaria capacidad.
Es evidente que sus colaboradores más inmediatos temen sus intervenciones
ante los medios de comunicación, porque no es lo mismo ajustarse a un guion
predeterminado que capear el temporal de preguntas improvisadas. Es en
estas situaciones cuando se demuestra la valía o la incapacidad de un político. Feijoo, por no saber, no sabe ni los precios de las naranjas ni las previsiones
de crecimiento de nuestra economía. De las primeras dijo que el kilo costaba
0,17 euros y de las segundas asegura que pretende alcanzar unos niveles de
empleo que significarían retroceder con respecto a las cifras previstas por
organismos nacionales e internacionales.
Pero lo peor es cuando, tratando de demostrar que está al corriente de las preocupaciones de los españoles, nos cuenta que Julio
Iglesias le ha pedido que si gobierna "arregle lo del agua” y, ya de paso,
acabe con la situación de los nacionalismos en España. Supongo que el famoso
cantante está convencido de que el señor Feijoo es capaz de acabar con las sequías y de suprimir
los sentimientos identitarios que la Historia ha ido dejando en algunas regiones
españolas.
Precisamente por eso, porque con facilidad el señor Feijoo demuestra su
inmadurez en política de Estado, sus asesores de imagen no le dejan que participe en
debates con Pedro Sánchez, un experimentado político que ha tenido que torear
pandemias, guerra de Ucrania y volcán canario, y que además se ha ganado la
confianza de sus socios europeos. Es fácil entender que las cabezas pensantes
del Partido Popular teman que su presidente no sea capaz de resistir el peligroso
duelo que sin duda se produciría.
Los últimos movimientos del señor Feijoo en relación a la
política de pactos con la ultraderecha han sido esperpénticos. Mientras que
comunica a voz en grito a sus seguidores que lo más importante en política es
la palabra empeñada, la líder de su partido en Extremadura, la señora Guardiola, explicaba
unos minutos antes que no podía cumplir la suya porque los intereses de los extremeños así lo
exigen. Es evidente que en cualquier debate al que vaya uno u otro se lo
recordará, le dirá que a qué palabra se refiere, si a la de honor o a la falsa,
si a la que se pregona como garantía de honradez personal o a la que se maneja de
acuerdo con las conveniencias de cada momento.
La incapacidad política del señor Feijoo es manifiesta, palmaria y
evidente. ¿Alguien se imagina lo que puede suceder en España si además de acumular tanta
torpeza se sienta a su lado en el gobierno el señor Abascal, un líder populista que niega que se esté produciendo
un cambio climático y que asegura que en España no hay violencia de genero?
Cualquier cosa.
Y aún así las encuestas le dan ganador por amplio margen.
ResponderEliminarNunca habíamos sentido tanta inquietud ante un posible cambio de gobierno. Creo que lo peor que puede sucederle a un país es un gobernante ignorante.
Por cierto, por ahí arriba te traicionó el subconsciente y mencionaste a Rajoy en lugar de a Feijoo.
Fernando
Gracias, Fernando. Subsanado el lapsus Rajoy/Feijoo.
EliminarLo que deberíamos preguntarnos los que nos consideramos progresistas es qué ha hecho mal la izquierda de este país para que el señor Feijoo, de la mano de Vox, pueda llegar a presidir el gobierno. Yo tengo una respuesta. Podemos, con su estilo áspero y malhumorado, ha dado una imagen de inmadurez que ha perjudicado al conjunto. Confío en que la maniobra de Yolanda mitigue algo esa imagen.
Esperémoslo. Yo también tengo esa esperanza. Puenso que a una gran mayoría les gustan gobernantes templados. Los gestos destemplados asustan.
ResponderEliminarGracias, anónimo. Siempre he creído que se pueden decir las mismas cosas sin necesidad de apoyarse en gestos destemplados. No sólo asustan, como tú bien dices, sino que también quitan credibilidad.
EliminarEl Anónimo anterior era yo, Fernando
ResponderEliminarGracias, Fernando, por salir del anonimato.
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