No es la primera vez que escribo sobre este asunto ni creo
que vaya a ser la última. Parece mentira que una idea tan sencilla como es la
de defender la igualdad de derechos entre hombres y mujeres provoque
tanta controversia, derrame tales cantidades de tinta y llegue en ocasiones a convertirse en
bandera de la reacción. No tiene absolutamente ningún sentido, salvo que se
trate de una distorsión de la idea de lo que significa feminismo. Estoy
convencido de que son muchos los que lo confunden con "hembrismo" o lo asimilan exclusivamente a la lucha contra el machismo. Las palabras, como las armas, las
carga el diablo.
Me decía hace unos días una mujer de mediana edad, posición
acomodada y madre de familia numerosa que ella no se sentía oprimida o subyugada como mantienen los feministas. Cuando vio mi expresión de sorpresa me preguntó
que si no estaba de acuerdo con lo que acababa de decirme. Le contesté que no
conozco a ningún feminista que a estas alturas de su lucha mantenga
posiciones tan extremas. Una cosa es sostener que queda mucho por hacer
para alcanzar la igualdad de derechos y otra muy distinta caer en el
dramatismo verbal.
Por eso insisto en que es preciso aclarar los conceptos. El
verdadero feminismo propone acabar con las barreras diferenciales, no la liberación de
nadie porque nadie está preso. El feminismo pretende equiparar en oportunidades
a los dos sexos, no la supremacía de la mujer sobre el hombre. El feminismo se
define como promotor de la eliminación de los obstáculos que la sociedad ha ido
poniendo al desarrollo de los derechos de las mujeres a lo largo de los siglos,
relegándolos con respecto a los del hombre. Todo lo demás es confundir los
términos y dar lugar a que algunos se aparten de esta imparable corriente.
Es cierto que no son pocos los que están en contra por convicción, no por confusión. Creen que el destino de las mujeres o, dicho de
otro modo, su papel en la sociedad nada tiene que ver con el de los hombres,
porque el hecho de la diferencia de sexo es, según ellos, irrebatible. Esos son
los verdaderos machistas, los que anteponen la condición masculina a la
femenina basándose en conceptos tales como la maternidad, como si el hecho de
parir obligara a la mitad de la población a dedicarse a otros trabajos, por
supuesto socialmente menos productivos que los de los hombres.
No creo que sea bueno que los mensajes feministas estén
cargados de beligerancia reivindicativa, de dramatismo verbal; pero tampoco estoy de acuerdo en que no siga existiendo la necesidad de continuar con la
lucha hasta que las mujeres consigan en nuestra sociedad las mismas
oportunidades y los mismos derechos que los hombres.
Hace falta más pedagogía y menos agresividad. La primera pone los puntos sobre las íes; la segunda provoca rechazo.
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