Estas reuniones, que se celebran en Castellote (Teruel) y en
nuestra casa familiar, empiezan un viernes con una cena informal de bienvenida y terminan con el desayuno del domingo. Son muy breves, pero muy intensas. Su propósito no
es otro que el de reunirnos las cuatro ramas de nuestra familia, las de mis
tres hermanos y la mía, para fomentar la unión entre todos. Hay quien dice que
lo podemos hacer porque tenemos la suerte de llevarnos bien, a lo que yo
suelo contestar que al saber lo llaman suerte. Nunca he entendido las
desavenencias familiares, puede ser, no lo voy a negar, porque no sólo no las he
vivido, sino porque además las he evitado.
Esta vez hemos acudido treinta y cuatro de los treinta y
cinco convocados. Tres generaciones repartidas en siete miembros de la primera, catorce de
la segunda y otros catorce de la tercera. Por cierto, diecisiete mujeres y diecisiete
varones, curiosa estadística que refiero aquí porque a mí me ha llamado la
atención por la exactitud. Mendel no se equivocó al redactar sus leyes.
Además, está la excursión en caravana de todoterrenos a los agrestes montes
circundantes, por pistas casi impracticables, para llegar a determinados
lugares tan apartados de la “civilización” que casi ninguno de los
participantes conoce. Pero con buenos guías se llega a todas partes. Ver a
abuelos, a hijos y a nietos trotar entre los pinos y los riscos produce una satisfacción
indisimulable.
En fin: mucha juerga, generosas comidas y bebidas y muy poco descanso.
Ahora a pensar en la vigésima "Guijarrada", que necesariamente tendrá que ser sonada.
En la Guijarrada, como en cualquier acto familiar que se le parezca, hay belleza.
ResponderEliminarAlfredo, es cierto. Además es una "escuela" de convivencia y de solidaridad, valores hoy en declive.
EliminarFelicidades, Luis, es de admirar la planificación y el entusiasmo.
ResponderEliminarFernando
Gracias, Fernando. Lo sorprendente es que la planificación surge con espontaneidad y el entusiasmo es colectivo.
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