27 de octubre de 2023

Decimonovena "guijarrada"

Un año más se ha celebrado la reunión familiar que llamamos “Guijarrada” y una vez más voy a referirme a ella. Sé perfectamente que escribir sobre el entorno personal de uno mismo comporta una cierta dosis de narcisismo, por no decir que viene a ser algo así como mirarse el ombligo; pero, como es algo que me llena de satisfacción, me voy a dar el gustazo.

Estas reuniones, que se celebran en Castellote (Teruel) y en nuestra casa familiar, empiezan un viernes con una cena informal de bienvenida y terminan con el desayuno del domingo. Son muy breves, pero muy intensas. Su propósito no es otro que el de reunirnos las cuatro ramas de nuestra familia, las de mis tres hermanos y la mía, para fomentar la unión entre todos. Hay quien dice que lo podemos hacer porque tenemos la suerte de llevarnos bien, a lo que yo suelo contestar que al saber lo llaman suerte. Nunca he entendido las desavenencias familiares, puede ser, no lo voy a negar, porque no sólo no las he vivido, sino porque además las he evitado.

Esta vez hemos acudido treinta y cuatro de los treinta y cinco convocados. Tres generaciones repartidas en siete miembros de la primera, catorce de la segunda y otros catorce de la tercera. Por cierto, diecisiete mujeres y diecisiete varones, curiosa estadística que refiero aquí porque a mí me ha llamado la atención por la exactitud. Mendel no se equivocó al redactar sus leyes.

Para mantener la atención de un colectivo tan extenso y heterogéneo es preciso contar con un programa que aglutine el grupo, que evite el peligro de la dispersión. Por eso, con el transcurrir del tiempo se ha ido formando poco a poco un determinado programa, cuyas actividades ayudan a mantener la cohesión, sin obligar a nadie. El reparto y cumplimiento de las labores de abastecimiento, cocina, control presupuestario y limpieza se ha convertido en parte del programa, porque la paella de la comida del sábado y la barbacoa de esa misma noche forman parte del entretenimiento, tanto en la fase de “preparación”, como en la posterior de “ejecución”.

Además, está la excursión en caravana de todoterrenos a los agrestes montes circundantes, por pistas casi impracticables, para llegar a determinados lugares tan apartados de la “civilización” que casi ninguno de los participantes conoce. Pero con buenos guías se llega a todas partes. Ver a abuelos, a hijos y a nietos trotar entre los pinos y los riscos produce una satisfacción indisimulable.

Por si fuera poco, también celebramos una “performance”, este año de carácter musical. Interpretada por una magnífica coral -Cantores del Maestrazgo-, acompañada de un virtuoso guitarrista -el maestro Guille- y dirigida por un contumaz director de escena -mejor no citar su nombre-, despertó aplausos entusiastas, no se sabe muy bien si por la calidad de la representación o por la capacidad para improvisar lo que se había ensayado durante tan sólo quince minutos.

En fin: mucha juerga, generosas comidas y bebidas y muy poco descanso.

 Ahora a pensar en la vigésima "Guijarrada", que necesariamente tendrá que ser sonada.

4 comentarios:

  1. En la Guijarrada, como en cualquier acto familiar que se le parezca, hay belleza.

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    1. Alfredo, es cierto. Además es una "escuela" de convivencia y de solidaridad, valores hoy en declive.

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  2. Felicidades, Luis, es de admirar la planificación y el entusiasmo.
    Fernando

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    1. Gracias, Fernando. Lo sorprendente es que la planificación surge con espontaneidad y el entusiasmo es colectivo.

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