Pero hay veces que las mentiras son tan burdas que constituyen un insulto a la inteligencia de los ciudadanos, y esas si me alteran el pulso. El otro día, sin ir más lejos, le oí decir a Isabel Díaz Ayuso que los terroristas de Hamás habían decapitado bebés, uniendo la patraña al nombre de Pedro Sánchez, porque, según ella, no había condenado los ataques terroristas. Doble mentira, ya que, si bien es cierto, por un lado, que la falsa noticia de la decapitación circuló por las redes después de los ataques, inmediatamente fue desmentida, incluso por Israel; por otro, porque Pedro Sánchez valoró inmediatamente los ataques de Hamás como actos terroristas, sin paliativos. Lo que sucede es que a veces es preferible quedarse en el bulo, si éste ayuda a denigrar al adversario, y hacer oídos sordos a los desmentidos. Al fin y al cabo, la mentira tiene origen en otros, no la ha lanzado quien la mantiene. Sin embargo, tan mentirosos son los creadores como los propagadores. Pero es que, además, si a las mentiras se le une al nombre de alguien con falsedades añadidas, al sustantivo hay que ponerle un adjetivo calificativo, en este caso el de miserables.
Hablando de falsedades, no es cierto que tras unas negociaciones con otros partidos para llegar a acuerdos de investidura, legislatura o gobierno se esté mintiendo si, como consecuencia de los pactos, se cierran decisiones que no estaban contenidas en los programas electorales. Lo que figuraba era lo que se hubiera hecho en el caso de conseguir mayoría suficiente para llevar adelante el programa. Pero cuando para gobernar -propósito legítimo- es necesario pactar con otros, no hay más remedio que modificar las intenciones iniciales, salvar todo aquello que se pueda de tu programa electoral y gobernar en consecuencia. En eso consiste la política de los pactos y sólo puede escandalizar a los fariseos.
Yo no voy a hablar con Bildu y ahora hablo. Traduzcámoslo: yo no voy a hablar con Bildu si para llevar adelante mi programa no es necesario hacerlo, pero hablaré si para salvar una gran parte de mi propuesta electoral tengo que contar con ellos. Este planteamiento puede parecer cínico, pero es el que se hace siempre y en cualquier lugar del mundo donde los pactos se necesiten. Es condición necesaria en los acuerdos políticos. Aznar no dijo que iba a pactar con los nacionalistas catalanes, sino todo lo contrario, pero cuando los necesitó lo hizo. Feijóo nunca dijo que iba a meter a Vox en los gobiernos autonómicos, incluso lo negó, pero cuando le hicieron falta sus votos lo hizo. Sánchez no dijo que hablaría con Bildu, pero cuando ha sido necesario para sacar adelante la mayor parte de su programa lo ha hecho. Desde un punto de vista político no hay mentira en ninguno de los tres casos, hay adaptación a las circunstancias políticas.
Lo que sucede es que lo más fácil para descalificar al rival es acusarlo de no tener palabra, o, como hace la presidenta de Madrid, mantener los bulos sobre atrocidades a pesar de los desmentidos y a continuación unirlos en la misma frase al nombre de su adversario predilecto. Porque a doña Isabel nunca le han dolido prendas si para hacerse notar tiene que calumniar a quien haga falta.
Muy bien explicado el tema de los pactos, Luis.
ResponderEliminarFernando
Gracias, Fernando.
EliminarCompletamente de acuerdo en lo que se refiere a las mentiras de la Ayuso. No haya que extrañarse, es su estilo: mentiras y crear polarización.
ResponderEliminarDiscrepo sin embargo de la justificación de las mentiras de Sánchez. Una cosa es desviarse ligeramente de las promesas previas y otra las actuaciones opuestas por el vértice a lo que se prometió.
Alfredo, me alegra que coincidas conmigo en lo primero.
EliminarEn cuanto a tu discrepancia, yo esperaría a que viéramos el verdadero alcance de las "desviaciones", porque hasta ahora no son más que especulaciones, muchas de ellas fomentadas por esa derecha que nunca acepta las derrotas electorales.