La retahíla de agravios que dice sufrir no se detiene, todo
lo contario aumenta con sus quejas. Si protesta porque el presidente del
gobierno dice que se va a reunir con Puigdemont, Sánchez le contesta que no una
sino las veces que sea menester; además, no sólo con el líder de Junts per Cataluña, también con el de ERC. Si la oposición desbanca de la alcaldía de Pamplona, mediante un democrático voto de censura, a sus aliados de UPN, se lo toma como agravio personal y retrasa su cita en la
Moncloa, soltando la lindeza de que se trata de un pacto encapuchado. Sólo cuando repara en que resultaría insólito que el jefe de la oposición rechazara
la invitación al diálogo que le hace el presidente del gobierno, acepta, pero
pone la condición de que el encuentro sea en las Cortes y no en el despacho
oficial de quien le cita, ganándose la respuesta de que para ti la perra gorda,
chascarrillo que aumenta sus berrinches.
Bromas aparte, cuando no se aceptan las derrotas pasa lo que
pasa. En vez de iniciar una oposición constructiva para el país, Feijóo ha entrado
en un bucle de pataletas que rayan en la llorera y el sofocón. El otro día me
preguntaba a mi mismo, sólo a título de planteamiento teórico, que si quisiera
cambiar de voto y considerar la posibilidad de otorgárselo en las próximas
elecciones al señor Feijóo, no tendría ni idea de qué estaba eligiendo, porque
hasta ahora no he oído ni una sola propuesta, sólo críticas a eso que el
presidente del PP llama "sanchismo".
Quizá le estén aconsejando que continúe con la táctica del
insulto y el menosprecio, porque no encuentren otra manera de hacer oposición.
A estas alturas me sorprende la persistencia, porque parece evidente que por
ahí lo único que consiguen es incordiar como lo hacen las moscas cojoneras, aunque se dejen la salud en ello. Pedro
Sánchez es un político muy duro de roer, tiene muy claras sus ideas, le respalda un programa progresista muy del gusto de millones de españoles y,
aunque la oposición no lo vaya a reconocer, cuenta con el respeto de muchos
de los líderes más importantes de Europa. Mientras que a Feijóo sólo se le
conoce por sus refunfuños en contra de la amnistía.
La democracia, para que sea efectiva, necesita una buena oposición.
Pero lamentablemente hoy no la tenemos ni buena ni regular, sólo el vocerío de sus
frustraciones, que no cesa ni en Navidad.
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