31 de octubre de 2024

Recuerdos olvidados 27. La primera Guijarrada

 

En junio de 2005, poco después de morir mi madre, me llamó la asistenta que entonces teníamos en Catellote, una mujer que llevaba muchos años, puede que más de treinta, encargándose de la limpieza y los cuidados de nuestra casa. Quería informarme de que acababa de encargar un funeral en la parroquia del pueblo, iniciativa que me dejó sorprendido, pero que naturalmente le agradecí. Hablé con mis hermanos y decidimos que nos trasladaríamos todos al pueblo para asistir a la ceremonia religiosa, que por cierto a ninguno de nosotros se nos había ocurrido. Se habían celebrado unas exequias en Madrid y supongo que todos consideramos que con esto habíamos cumplido con el protocolo al uso.

No recuerdo exactamente cuantos fuimos, pero sí que estábamos los cuatro hermanos y nuestras mujeres. Tampoco se me ha olvidado que también asistió la que había sido cuidadora de mi madre durante los últimos años de su vida, Ana Rosa, una ecuatoriana que vino a España arrastrada por la ola migratoria de su país a principios del siglo XXI.

Como es lógico, después del acto religioso nos reunimos a comer en casa, en una mesa de comedor, la de la sala que conocemos por cocina aragonesa, lo que me hace pensar que no debíamos de ser más de 12 personas. Esa mesa, aun con un tablero adicional, no admite más comensales.

No sé de quien surgió la idea, puede que partiera como iniciativa colectiva, pero lo cierto es que en aquella comida se propuso que a partir de entonces nos reuniéramos todos los miembros de la familia en Castellote, una vez al año. No fijamos fecha, ni siquiera se le dio el nombre con el que ahora conocemos estos encuentros, el de Guijarrada.

Desde entonces, teniendo en cuenta que consideramos aquella estancia en el pueblo de nuestras raíces como primera Guijarrada, no hemos dejado de celebrarlas ni un solo año. Incluso en 2020, el año del Covid, no la cancelamos, aunque en esta ocasión no viajáramos a Castellote por razones obvias y organizáramos nuestra ya tradicional reunión familiar en Madrid.

Cuando escribo esto acabamos de celebrar la vigésima, una cifra que pone de manifiesto que la repetición y la constancia se han convertido en tradición. Además, como se trata de algo que en este momento compartimos ya tres generaciones de descendientes de mis padres, supongo que perdurará en el tiempo, o al menos prefiero pensarlo así.

Es curioso observar como la palabra Guijarrada ya se conoce en el pueblo como la reunión que celebra nuestra familia allí, todos los años. Por eso, hasta está en el repertorio de jotas locales, de momento sin nombre, aunque es fácil imaginar cómo se la terminará llamando. La letra dice así:

*Una fiesta señalada,

*En octubre en Castellote.

*Una fiesta señalada.

*Porque en la calle La Fuente

*Celebran la Guijarrada.

*Una fiesta señalada,

*En Octubre en Castellote.

Lo dicho, hay iniciativas que se convierten en costumbre y terminan en tradición. La Guijarrada es una de ellas.

27 de octubre de 2024

Inestabilidad política versus oposición rancia

En más de una ocasión, algunas personas de mi círculo de amistades me han dado a entender que en mis artículos de carácter político se me ve mucho el plumero de mis preferencias y, en consecuencia, me recomiendan que sea más imparcial en mis apreciaciones. Como procuro que los consejos bienintencionados no caigan en saco roto, estas opiniones me han hecho meditar y me han llevado a analizar mi comportamiento al respecto.

Como consecuencia de este análisis, diré en primer lugar que soy totalmente consciente de que mi mentalidad progresista y mi adscripción a las ideas socialdemócratas inclinan mi balanza ideológica hacia los gobiernos de izquierdas. Por tanto, a nadie debería extrañarle que defienda aquello que me parece mejor para la sociedad en la que vivo. Si a esta consideración le añadimos que la alternativa que se me ofrece es una derecha rancia y apolillada, que camina de la mano de una ultraderecha antisistema con nostalgia de tiempos pasados, es inevitable que se me noten las preferencias.

Es cierto que el PSOE gobierna en coalición con una izquierda radical, que por cierto no es del todo de mi gusto. Siempre he preferido la moderación y he considerado contraproducentes los gestos inútiles, las florituras dialécticas, el populismo y la demagogia. Soy un defensor del pragmatismo y, como decía don Miguel de Unamuno, prefiero la gota que orada a la convulsión volcánica. Siempre he creído que las reformas deben hacerse con mucha cautela y prudencia, porque con frecuencia las precipitaciones retardan los avances. Nunca se debe perder de vista que la política no es otra cosa que el enfrentamiento entre intereses de distinto signo, por lo que los ataques radicales de un lado provocarán inevitablemente los contrataques virulentos del otro.  

Sin embargo, esta alianza progresista es en este momento absolutamente imprescindible para que el gobierno actual pueda gobernar, dada la aritmética parlamentaria que nos dejaron las últimas elecciones. Por tanto, como si no se gobierna no se pueden hacer reformas, admito el pacto como necesario, sobre todo cuando se ha podido comprobar que, salvo matices, en las propuestas que saca adelante el gobierno prevalecen las líneas programáticas socialistas.

Tampoco me gusta que sean necesarios los apoyos de ciertos partidos independentistas. Pero como estoy convencido de que las concesiones que el gobierno hace no traicionan mis convicciones porque son más de forma que de fondo, no me duelen prendas cuando los votos de estos partidos ayudan a sacar adelante las iniciativas socialistas. Es más, estoy convencido de que, gracias a esta nueva manera de hacer las cosas, la tensión separatista se ha reducido en Cataluña de manera muy significativa, como creo que el nacionalismo que representa Bildu, aquel que antes miraba hacia otro lado cuando ETA asesinaba, ahora se mueve por los senderos de la legalidad parlamentaria, lo que no significa que haya abandonado sus pretensiones soberanistas.

Siempre he apoyado al PSOE, al de Felipe González en su momento y al de Pedro Sánchez ahora, porque con independencia de las personas que estén al frente es el único partido que en mi opinión defiende las ideas socialdemócratas que son de mi gusto. Si a ello le unimos, como ya he confesado antes, que la alternativa que observo es un frente ultraconservador que amenaza con revertir las mejoras sociales y frenar el avance del progreso, a mí no me caben dudas a la hora de elegir opción, lo que inevitablemente se trasluce en mis opiniones en este blog.

Por tanto, como lo que aquí escribo es producto de mis reflexiones y de mis convencimientos, seguiré en la línea que me dicta la conciencia, lo que no significa que vaya a olvidar los errores que cometa el gobierno actual y que los ponga de manifiesto aquí. Seguiré huyendo como siempre he hecho de las certezas absolutas, porque me muevo con mayor comodidad en el mar de las dudas y del escepticismo.

23 de octubre de 2024

Gastar pólvora en salvas o la mala educación

 

Tomo el título de este artículo de un viejo proverbio español, el que aconseja no gastar pólvora en salvas. Naturalmente utilizo aquí la expresión en sentido figurado, porque a lo que voy a referirme es a las manifestaciones políticas histriónicas y teatrales en el ámbito de la política. Defecto éste, por cierto, muy extendido en los dos lados del espectro, tanto en el izquierdo como en el derecho, aunque lo cierto es que cuanto más se acerca uno a cualquiera de los extremos se incrementa el efecto.

Tengo la sensación de que cuando se acude a la afectación dialéctica a la hora de enviar mensajes políticos, es porque quienes así se comportan no tienen demasiada seguridad en lo que defienden y se sienten inclinados a acudir a una ridícula teatralidad para sentirse más seguros de que su contenido cale en la audiencia. Asaltar los cielos, como en su momento decían algunos, o salvar a España de sus enemigos, como ahora pregonan otros, son alaracas inútiles que en los únicos que puede hacer efecto es en sus adictos más convencidos, nunca en la mayoría de los que los oyen, que ante la exageración y la desmesura hacen oídos sordos.

Ahora ha aparecido una variante del histrionismo político, la de la mala educación. Políticos mal educados ha habido siempre, pero tengo la sensación de que ahora estamos asistiendo a un festival de despropósitos, en el que son muchos los que pujan por conseguir el puesto más alto en el podio. Ni un presidente de gobierno ni un jefe de la oposición ni un ministro ni una presidenta de comunidad pueden permitirse el desahogo de insultar al contrincante. Es verdad que la actividad parlamentaria para que sea útil debe ser dinámica, incisiva y si se me apura lacerante. Pero sin acudir a la descalificación personal ni a la injuria barriobajera, sino al oportuno ingenio en el uso de la palabra.

Se gasta mucha pólvora en salvas. Pero lo que es peor, una pólvora que huele mal, que contamina el ambiente, que ensordece los oídos. Porque al final, detrás de cada exabrupto y de cada denuesto no hay nada. Mucho ruido y pocas nueces, demasiados aspavientos y muy poco contenido. Nuestra sociedad, que se esfuerza por alcanzar día a día mejores cotas de bienestar, observa tanta mala educación con el escepticismo propio de quien sabe que no son más que palabras huecas y malsonantes, y que ningún contenido práctico se esconde detrás. Algunos, los que creen estar convencidos de que están en posesión de la verdad, no sólo aplauden el esperpéntico espectáculo, sino que además se suman a él a través de las redes sociales, un instrumento que han encontrado para dar rienda suelta a sus frustraciones sin correr demasiados riesgos, convirtiéndose en meras catapultas de los insultos de otros. Pero la inmensa mayoría de los ciudadanos empieza a estar harto de esta situación y a pensar que lo mismo da ocho que ochenta.

A propósito, corruptos ha habido siempre y siempre los habrá, porque la propensión a la corrupción forma parte de la condición humana. Lo que hay que exigirles a los políticos es que no los amparen, que los denuncien y que los pongan en la palestra. Porque si no lo hacen, se convertirán automáticamente en sospechosos de complicidad, en víctimas de su propia torpeza. Pero lamentablemente son pocos los que lo hacen, dando lugar a que los escándalos estallen y se conviertan en el late motiv de la política, cuando debería ser asunto de la judicatura. Pero puestos a gastar pólvora en salvas, algunos piensan que en estos casos leña al momo.

Menos mal que no todos los días me levanto tan pesimista. Mañana será otro día.

19 de octubre de 2024

Los militares de la democracia

 

Me decía hace unos días un buen amigo, lector habitual de estas páginas, que le preocupaba que toda esta agitación política que los ciudadanos estamos soportando, provocada por unos y por otros, pudiera llamar al alboroto en los cuarteles. Le contesté que en mis preocupaciones no entraba una cosa así, porque creo conocer bien el estamento y no me parece que exista ninguna posibilidad. Es verdad que la mentalidad de algunos militares es conservadora o muy conservadora, pero si hay un colectivo del Estado que haya sufrido una enorme transformación desde el inicio de la democracia hasta hoy es precisamente el militar. Esas cartas que circulan de vez en vez con berrinches malhumorados están firmadas por “viejas glorias” ya retiradas. No son más que pataletas.

Los militares constituyen en la actualidad una de las carreras más valoradas de nuestra sociedad. La nota de corte para entrar en las Academia Militar, en la Escuela Naval o en la Academia del Aire es la más alta de las exigidas en cualquier centro universitario de España. Además, ahora los militares salen de sus centros educativos con las dos estrellas de teniente o con la barra de alférez de navío en las hombreras y un título de ingeniería en el bolsillo. Estamos hablando, por tanto, de ciudadanos con un alto nivel de formación y con un gran conocimiento del mundo que les rodea.

Por otro lado, su capacidad profesional, sometida a continua revalidación por el exigente sistema de ascensos vigente, está obligada a mantenerse al día, posiblemente en un grado bastante mayor que en muchas otras profesiones. Su entorno de trabajo los obliga a dominar un alto nivel de conocimientos técnicos debido a la evolución de los complejos sistemas de armas y de comunicaciones que utilizan.

Por si todo lo anterior no fuera suficiente para concluir que estamos muy lejos de aquellos militares con fama de aburrirse en sus cuarteles, porque no tenían demasiadas cosas que hacer y se entretenían en conspiraciones cuarteleras, no se debe olvidar que ahora forman parte de unas alianzas globales que propician el contacto frecuente con sus colegas de otros países, todos ellos democráticos, donde los ruidos de sables no tienen cabida.

Decía arriba que el colectivo militar ha sufrido una enorme transformación. Ojalá otros sectores profesionales hubiera evolucionado al mismo ritmo que lo han hecho las Fuerzas Armadas y alcanzado unas cotas de democratización semejantes a las de los militares. La transformación del colectivo castrense se inició nada más acabar la dictadura, cuando aún en su cúpula figuraban militares franquistas, muchos de los cuales no veían con buenos ojos el advenimiento de la democracia. Sin embargo, poco a poco, sin grandes aspavientos y gracias a una paulatina transformación de los planes de estudios, la cosa fue cambiando, hasta el punto de que hoy podemos decir que contamos con unos ejércitos profesionales totalmente adaptados a nuestros tiempos, disciplinados y a las órdenes del gobierno de turno.

Ahora, cuando algunos políticos vocean sus frustraciones por las esquinas, me he acordado de una frase que me dijo hace un tiempo un general amigo mío: los socialistas serán lo que sean, pero saben mandar mejor que los otros.

15 de octubre de 2024

Los nostálgicos del terrorismo de ETA

Estoy convencido de que una de las razones por la que los españoles nos podemos sentir orgullosos de serlo es por la forma con la que el Estado supo en su momento acabar con la lacra asesina de ETA. No cundió el pánico, se fue poco a poco cercando a la banda, las pocas negociaciones que hubo se manejaron con discreción, nunca se tomaron medidas contraproducentes en el duro y prolongado combate y, por si lo anterior no fuera suficiente, además se la derrotó sin concesiones. El GAL, por si alguien cae en la tentación de mencionarlo, sólo fue una lamentable, torpe y estúpida gota de agua en un océano de aciertos.

La derecha de este país ha intentado desde siempre utilizar aquella lucha como arma política contra sus adversarios. Las acusaciones a lo largo del tiempo han sido de diverso calibre, unas veces culpando a los gobiernos socialistas de débiles y otras intentando soliviantar a una sociedad que estaba consternada y en algunos casos atemorizada. Afortunadamente, a pesar de las palabras y de los gestos, el PP nunca llegó a sacar del todo los pies del plato de la continuidad en la estrategia establecida, de manera que al final, gracias a unos y a otros, ETA anunció que abandonaba la lucha armada, lo que sucedió, conviene recordarlo, cuando gobernaba el PSOE, hace ya 12 años, bajo la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero.

Cuando ETA no es más que un triste y doloroso recuerdo del pasado, cuando hace ya tanto tiempo que el nacionalismo radical ha dejado de matar, ciertos líderes del PP sacan ahora a relucir a los asesinados por la banda como bandera de sus aspiraciones políticas. El comportamiento el otro día del señor Tellado en el Congreso, exhibiendo una pancarta con fotografías de socialistas asesinados por los terroristas mientras señalaba con el dedo al gobierno actual para acusarlo de connivencia con sus asesinos, es miserable, completamente impropio en una democracia europea. Un acto, no sólo miserable, sino también esperpéntico, una actitud que demuestra la calaña de su protagonista y que pone de manifiesto el odio y la frustración que lo deben de embargar.

Acabo de leer que Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de La Comunidad de Madrid, ha manifestado que ETA está ahora más fuerte que nunca, a lo que el escritor Juan José Millás ha contestado que, como ETA ya no existe, debe de ser la expresión de un deseo repleto de nostalgia. Yo añadiría, también la evidencia de la incapacidad de utilizar la inteligencia en la política, el reflejo de la desesperación que deben de sentir aquellos a los que se les acaban los razonamientos.

Yo no voy a entra hoy aquí en el complicado análisis de las conmutaciones de pena, en el origen de esta ridícula avalancha de críticas de la oposición. Sólo diré que a mí cualquier medida que rebaje la tensión social y que tienda a la normalización de la convivencia entre los españoles me parece acertada, porque de revanchas, de venganzas y de heridas mal cerradas está la Historia llena, y nunca para demostrar que ese sea el camino acertado. Sólo los fuertes, y el estado español ha demostrarlo serlo en la lucha contra ETA, se pueden permitir la benevolencia. Por el contrario, los débiles de espíritu mantendrán las espadas alzadas cuando el enemigo se haya rendido y los miserables seguirán utilizando a los muertos para descalificar al adversario.


10 de octubre de 2024

Vigésima Guijarrada y la creación de la Orden del Cachirulo Miravete

Acabamos de celebrar en Castellote nuestra vigésima Guijarrada, la reunión familiar que celebramos todos los años los cuatro hermanos Luis, Manolo, Javier y Carlos Guijarro Miravete, nuestras mujeres y nuestros descendientes, un encuentro que este año ha congregado a 36 personas, todos los que en la actualidad componemos la familia, sin excepción.

Como en las Guijarradas anteriores, hemos seguido un programa previamente establecido por la Comisión Gestora (formada por cuatro personas y en la que están representadas las tres generaciones actuales), parte del cual se mantuvo en secreto hasta última hora para aumentar la expectación. 

Antes de entrar en detalles, me gustaría señalar que, como sucede cada vez que nos reunimos, la colaboración de uno y cada uno de los participantes ha sido plena, con una tendencia creciente hacia el relevo generacional, algo que los mayores agradecemos cada vez más. Los “servicios” de tesorería e intervención, de abastecimiento, de cocina, de mantenimiento, de tramoya y de limpieza han funcionado como un reloj, lo que pone de manifiesto que el espíritu de solidaridad con el que se crearon estos encuentros ha arraigado en la conciencia de todos.

Este año hemos contado con una cena de inauguración (viernes 4 de octubre), con una excursión en 4X4 a las ruinas del monasterio benedictino conocido como Desierto de Calanda (sábado por la mañana), con una suculenta paella de artístico diseño (comida del sábado), con un recital de jotas -entre ellas una dedicada a la Guijarrada- y, a continuación, con la presentación de la Orden del Cachirulo Miravete (tarde del sábado). Por último, también el sábado y como cena de despedida, con una barbacoa de chuletas de cordero y de morcillas burgalesas. Todo esto sin citar los correspondientes aperitivos, repartidos estratégicamente para no dar descanso al cuerpo.

Quisiera resaltar la creación de la Orden del Cachirulo Miravete, de la que he sido nombrado inmerecidamente Gran Maestre por aclamación, por supuesto después de que yo lo propusiera, no fuera a adelantárseme otro. Pertenecemos a ella todos los que asistimos a las Guijarradas, tengamos o no el apellido Miravete, porque, como se dijo en la presentación, no es el nombre quien otorga el derecho a la pertenencia, sino el espíritu que contagia a los que frecuentan la casa Miravete. 

En el acto inaugural se entregaron a todos, desde el mayor al más pequeño, los certificados acreditativos de Dama o Caballero, así como el correspondiente distintivo -un cachirulo turolense con el escudo familiar bordado en una de sus esquinas-, pronunciándose en cada entrega las palabras del ritual establecido, “para que luzcas más chulo, yo te entrego el cachirulo”, seguido del coro general que entonaba en cada entrega el “alirongo, alirongo, alirongo, el cachirulo me lo quito y me lo pongo”. Todo muy serio, como puede observarse.

Como dicen que una imagen vale más que mil palabras, dejo en este artículo varios testimonios gráficos que reflejan, mucho mejor que mis torpes palabras, la importancia de esta vigésima Guijarrada.

Ahora a preparar la vigésimo primera.




 

7 de octubre de 2024

Recuerdos olvidados 26. Veraneos en la Costa Brava

 

Quien me conoce sabe que siento un especial cariño por las tierras catalanas, por su cultura y por sus gentes. No tengo ninguna duda de que este afecto tan arraigado en mi conciencia procede de los cuatro años que viví en Cataluña, dos en Gerona y dos en Barcelona, a una edad -entre los nueve y los trece años- cuando la mente absorbe hasta la más mínima sensación que proceda del exterior, como lo hacen con el agua las esponjas secas cuando se las sumerge en ella.

A principio de los 80, cuando todavía no había cumplido cuarenta años, mi mujer y yo decidimos alquilar un chalé en un pueblo de la Costa Brava del que hasta entonces no habíamos oído hablar, Calonge, y más concretamente en una urbanización, La Pineda, próxima a la playa de Sant Antoni. Habíamos encontrado un anuncio en el periódico, que nos remitió a una agencia local. La “torre” era propiedad de unos franceses, que sólo la alquilaban en el mes de Julio, nuestro habitual mes de vacaciones. Estaba completamente amueblada, disponía de cuatro dormitorios y dos cuartos de baño y contaba con una maravillosa terraza y con un gran jardín con piscina. La urbanización era pequeña, con tan sólo una docena de viviendas, casi todas propiedad de barceloneses que disfrutaban de ellas como segundas viviendas.

Allí pasamos el mes de julio de 1981, el año del 23 F. Nos gustó tanto la experiencia que la repetimos durante los siguientes seis años. Hasta que al cabo de ese tiempo decidimos comprarnos un apartamento muy lejos de allí, en Chiclana de la Frontera. Según nuestros amigos catalanes, en septiembre la tramontana empieza a soplar y las temperaturas a bajar. Una cosa era pasar un mes de vacaciones en pleno verano y otra comprar allí una segunda vivienda para utilizarla durante todo el año, como era nuestra intención.

Aquellos años constituyen una etapa en nuestras vidas y en las de nuestros hijos inolvidable. Suponía un cambio de ambiente tan grande, que resultaba enriquecedor. Por supuesto que ya existían algunos tufillos de separatismo, pero jamás nos vimos en ninguna situación desagradable, porque los que nos rodeaban nos acogieron, no sólo con respeto, sino también con cariño. Hicimos grandes amigos, algunos ya desaparecidos, amistades que hemos conservado a lo largo del tiempo. Dicen de los catalanes que no es fácil ganarse su amistad, pero que cuando ésta se establece es ya para siempre. Quizá sea un tópico, pero yo puedo dar fe de que en nuestro caso así es.

Volver allí durante siete años consecutivos nos permitió ahondar en el conocimiento que yo ya tenía de la provincia de Gerona. Muchos días organizábamos excursiones a los pueblos de la costa o a las comarcas del interior, excursiones de todo un día gracias a las cuales llegamos a conocer con bastante detalle la geografía gerundense, incluida su capital, la ciudad del Ter y del Oñar. Para mí recuperar unos parajes que había conocido treinta años antes me producía un placer inigualable, acrecentado por la oportunidad de podérselo explicar a mis hijos.

La comarca del Pla de l´Estany, con su capital Bañolas y su conocido lago, no podía faltar en nuestros recorridos, como tampoco el que fue mi colegio durante un curso entero cuando tenía diez años, el entonces internado de Santa María del Collell, un lugar en mi caso cargado de recuerdos, de los que ya se ha deslizado alguno en estas páginas. Aquellos veraneos, no sólo fueron tiempos de vacaciones con playa incluida, también para mí de regreso al pasado. Pero sobre todo de acrecentar mi querencia hacia unas tierras que nunca me cansaré de visitar.

2 de octubre de 2024

El infantilismo de cierta izquierda

 

Que la presidenta electa de Méjico no haya invitado a Felipe IV a su toma de posesión, justificando su decisión en que el rey todavía no ha pedido perdón a su país por las barbaridades que cometieron los españoles durante la conquista de la Nueva España -hace nada más y nada menos que quinientos años-, me ha parecido una decisión, además de esperpéntica, populista y demagoga, también de un subido infantilismo. No sé qué pretende con este gesto, aunque supongo que ganarse el fervor de los ignorantes, porque “habelos, haylos” en todas partes.

Es curioso observar cómo, durante siglos, los países que pertenecieron al Imperio Español han estado dirigidos por unas élites constituidas en su mayoría por descendientes directos de los españoles que intervinieron en la conquista y se quedaron allí. Incluso los llamado libertadores y los gobiernos que los sucedieron pertenecen a esa categoría. Que ahora, esas mismas élites nos pidan cuentas a los que posiblemente no tengamos ningún ascendiente que haya pisado aquellas tierras, resulta cuanto menos ridículo. Que se lo pidan a sus antepasados y no a nosotros, porque pedírselo al jefe de estado de un país es pedírselo a sus ciudadanos.

Hay una cierta izquierda repartida por el mundo -también aquí entre nosotros- que, en vez de dedicarse a resolver los problemas que sufren los ciudadanos más desfavorecido, pierden el tiempo en florituras inútiles, en lavar mediante propuestas o declaraciones llamativas la cara de su incapacidad política. En Méjico existen múltiples problemas que su nueva presidenta debe combatir con arrojo y valentía, en vez de crear inútiles conflictos diplomáticos con España, enfrentamientos que ninguno de sus antecesores había planteado antes. Debe combatir una desigualdad insultante, luchar contra el narcotráfico, acabar con un machismo galopante, procurar elevar el bajo índice de renta per cápita de su país (11.496,52 dólares, la tercera parte de la española), atajar la creciente huida de sus ciudadanos hacia los Estados Unidos, denunciar el trato que sus vecinos del norte aplican a los mejicanos que llegan hasta allí y, en definitiva, ordenar su casa en vez de pedir explicaciones en otra.

Es curioso observar como aquí, donde tampoco nos libramos del ingenuo infantilismo político de cierta izquierda, algunos se alinean con la nueva mandataria mejicana, no se sabe si porque sus conciencias les reclaman pedir perdón o porque de esa forma aprovechan para atacar la figura del rey. En cualquier caso, una actitud inútil, que en nada favorece ni a los mejicanos ni a los españoles.

Yo estoy de acuerdo con la decisión del gobierno español de no enviar ningún representante a la toma de posesión de doña Claudia Sheinbaum. Si usted, señora presidenta, no entiende que un desplante a un jefe de estado constitucional es menospreciar a los ciudadanos del país que representa, debería empezar a tomar clases de diplomacia, porque se trata de una materia que se imparte en el primer curso de la carrera. Si no, se va a llevar algún que otro disgusto a lo largo de su mandato, lo que por cierto no le deseo en absoluto.