Acabamos de celebrar en Castellote nuestra vigésima
Guijarrada, la reunión familiar que celebramos todos los años los cuatro
hermanos Luis, Manolo, Javier y Carlos Guijarro Miravete, nuestras mujeres y nuestros descendientes, un encuentro que este año ha congregado a 36 personas, todos los que en la actualidad componemos la familia, sin excepción.
Como en las Guijarradas anteriores, hemos seguido un programa previamente establecido por la Comisión Gestora (formada por cuatro personas y en la que están representadas las tres generaciones actuales), parte del cual se mantuvo en secreto hasta última hora para aumentar la expectación.
Antes de entrar en detalles, me gustaría señalar que, como sucede cada vez que
nos reunimos, la colaboración de uno y cada uno de los participantes ha sido
plena, con una tendencia creciente hacia el relevo generacional, algo que los
mayores agradecemos cada vez más. Los “servicios” de tesorería e intervención,
de abastecimiento, de cocina, de mantenimiento, de tramoya y de limpieza han funcionado
como un reloj, lo que pone de manifiesto que el espíritu de solidaridad con el que se crearon estos encuentros ha arraigado en la conciencia de todos.
Este año hemos contado con una cena de inauguración
(viernes 4 de octubre), con una excursión en 4X4 a las ruinas del
monasterio benedictino conocido como Desierto de Calanda (sábado por la mañana),
con una suculenta paella de artístico diseño (comida del sábado), con un recital de jotas -entre ellas una dedicada a la Guijarrada- y, a continuación,
con la presentación de la Orden del Cachirulo Miravete (tarde del sábado). Por último, también el sábado y como cena de despedida, con una barbacoa de chuletas de cordero y de morcillas burgalesas. Todo esto sin citar los
correspondientes aperitivos, repartidos estratégicamente para no dar descanso
al cuerpo.
Quisiera resaltar la creación de la Orden del Cachirulo
Miravete, de la que he sido nombrado inmerecidamente Gran Maestre por aclamación, por supuesto después de
que yo lo propusiera, no fuera a adelantárseme otro. Pertenecemos a ella todos
los que asistimos a las Guijarradas, tengamos o no el apellido Miravete, porque, como se dijo en la presentación, no es el nombre quien otorga el derecho a la pertenencia, sino el espíritu que contagia a los que frecuentan la casa Miravete. En el acto inaugural
se entregaron a todos, desde el mayor al más pequeño, los certificados
acreditativos de Dama o Caballero, así como el correspondiente distintivo -un cachirulo
turolense con el escudo familiar bordado en una de sus esquinas-, pronunciándose
en cada entrega las palabras del ritual establecido, “para que luzcas más chulo,
yo te entrego el cachirulo”, seguido del coro general que entonaba en cada entrega el “alirongo,
alirongo, alirongo, el cachirulo me lo quito y me lo pongo”. Todo muy serio,
como puede observarse.
Como dicen que una imagen vale más que mil
palabras, dejo en este artículo varios testimonios gráficos que reflejan, mucho mejor que mis torpes palabras, la importancia de esta vigésima Guijarrada.
Ahora a preparar la vigésimo primera.
¡Enhorabuena, Luis!
ResponderEliminarUn abrazo
Angel
PS
Échale una ojeada a la novena definición de "cachirulo" del DRAE.
Ángel, gracias. Te diré que la traducción al inglés de cachirulo que me da el diccionario es "little thing". Ahora miraré la novena acepción del DRAE, pero viniendo la recomendación de ti me temo lo peor.
EliminarLuis, que el sexo no es lo peor, que peor es la lepra o ese señor del que hemos hablado esta tarde.
EliminarAngel
Pero ¡qué bien lo pasais!
ResponderEliminar¡Enhorabuena, Luis!
Se te ve muy divertido como Gran Maestre de la Orden.
Fernando
y por cierto ¡saludos a todos desde Pontecaldelas!
EliminarFernando
Fernando, gracias. Transmitiré tus saludos a todos, aunque muchos de ellos leen este blog.
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