Como consecuencia de este análisis, diré en primer lugar que
soy totalmente consciente de que mi mentalidad progresista y mi adscripción a
las ideas socialdemócratas inclinan mi balanza ideológica hacia los gobiernos
de izquierdas. Por tanto, a nadie debería extrañarle que defienda aquello que
me parece mejor para la sociedad en la que vivo. Si a esta consideración le
añadimos que la alternativa que se me ofrece es una derecha rancia y apolillada, que camina de
la mano de una ultraderecha antisistema con nostalgia de tiempos pasados, es inevitable que se me noten las preferencias.
Es cierto que el PSOE gobierna en coalición con una izquierda radical, que por cierto no es del todo de mi gusto. Siempre he preferido la moderación y he considerado contraproducentes los gestos inútiles, las florituras dialécticas, el populismo y la demagogia. Soy un defensor del pragmatismo y, como decía don Miguel de Unamuno, prefiero la gota que orada a la convulsión volcánica. Siempre he creído que las reformas deben hacerse con mucha cautela y prudencia, porque con frecuencia las precipitaciones retardan los avances. Nunca se debe perder de vista que la política no es otra cosa que el enfrentamiento entre intereses de distinto signo, por lo que los ataques radicales de un lado provocarán inevitablemente los contrataques virulentos del otro.
Sin embargo, esta alianza progresista es en este momento absolutamente imprescindible para que el gobierno actual pueda gobernar, dada la aritmética parlamentaria que nos dejaron las últimas elecciones. Por tanto, como si no se
gobierna no se pueden hacer reformas, admito el pacto como necesario, sobre todo
cuando se ha podido comprobar que, salvo matices, en las propuestas que saca adelante el gobierno prevalecen las líneas programáticas socialistas.
Tampoco me gusta que sean necesarios los apoyos de ciertos partidos independentistas. Pero como estoy convencido de que las concesiones que el gobierno hace no traicionan mis convicciones porque son más de forma que de fondo, no me duelen prendas cuando los votos de estos partidos ayudan a sacar adelante las iniciativas socialistas. Es más, estoy convencido de que, gracias a esta nueva manera de hacer las cosas, la tensión separatista se ha reducido en Cataluña de manera muy significativa, como creo que el nacionalismo que representa Bildu, aquel que antes miraba hacia otro lado cuando ETA asesinaba, ahora se mueve por los senderos de la legalidad parlamentaria, lo que no significa que haya abandonado sus pretensiones soberanistas.
Siempre he apoyado al PSOE, al de Felipe González en su
momento y al de Pedro Sánchez ahora, porque con independencia de las personas que estén al frente es el único partido que en mi opinión defiende las ideas socialdemócratas que son de mi gusto. Si
a ello le unimos, como ya he confesado antes, que la alternativa que observo es un frente ultraconservador que amenaza
con revertir las mejoras sociales y frenar el avance del progreso, a mí no me caben dudas a la hora de elegir opción, lo que inevitablemente se trasluce en mis opiniones en este blog.
Por tanto, como lo que aquí escribo es producto de mis reflexiones y de mis convencimientos, seguiré en la línea que me dicta la conciencia, lo que no significa que vaya a olvidar los errores que cometa el gobierno actual y que los ponga de manifiesto aquí. Seguiré huyendo como siempre he hecho de las certezas absolutas, porque me muevo con mayor comodidad en el mar de las dudas y del escepticismo.
Totalmente de acuerdo
ResponderEliminarFernando
Fernando, un saludo desde la coincidencia.
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