Es curioso observar cómo, durante siglos, los países que
pertenecieron al Imperio Español han estado dirigidos por unas élites constituidas
en su mayoría por descendientes directos de los españoles que intervinieron en
la conquista y se quedaron allí. Incluso los llamado libertadores y los
gobiernos que los sucedieron pertenecen a esa categoría. Que ahora, esas mismas élites nos pidan cuentas a
los que posiblemente no tengamos ningún ascendiente que haya pisado aquellas
tierras, resulta cuanto menos ridículo. Que se lo pidan a sus antepasados y no a
nosotros, porque pedírselo al jefe de estado de un país es pedírselo a sus
ciudadanos.
Hay una cierta izquierda repartida por el mundo -también aquí entre nosotros- que, en vez de dedicarse a resolver los problemas que sufren los ciudadanos más desfavorecido, pierden el tiempo en florituras inútiles, en lavar mediante propuestas o declaraciones llamativas la cara de su incapacidad política. En Méjico existen múltiples problemas que su nueva presidenta debe combatir con arrojo y valentía, en vez de crear inútiles conflictos diplomáticos con España, enfrentamientos que ninguno de sus antecesores había planteado antes. Debe combatir una desigualdad insultante, luchar contra el narcotráfico, acabar con un machismo galopante, procurar elevar el bajo índice de renta per cápita de su país (11.496,52 dólares, la tercera parte de la española), atajar la creciente huida de sus ciudadanos hacia los Estados Unidos, denunciar el trato que sus vecinos del norte aplican a los mejicanos que llegan hasta allí y, en definitiva, ordenar su casa en vez de pedir explicaciones en otra.
Es curioso observar como aquí, donde tampoco nos libramos
del ingenuo infantilismo político de cierta izquierda, algunos se alinean con la nueva
mandataria mejicana, no se sabe si porque sus conciencias les reclaman pedir perdón
o porque de esa forma aprovechan para atacar la figura del rey. En cualquier
caso, una actitud inútil, que en nada favorece ni a los mejicanos ni a los
españoles.
Yo estoy de acuerdo con la decisión del gobierno español de no enviar ningún representante a la toma de posesión de doña Claudia Sheinbaum. Si usted, señora presidenta, no entiende que un desplante a un jefe de estado constitucional es menospreciar a los ciudadanos del país que representa, debería empezar a tomar clases de diplomacia, porque se trata de una materia que se imparte en el primer curso de la carrera. Si no, se va a llevar algún que otro disgusto a lo largo de su mandato, lo que por cierto no le deseo en absoluto.
Totalmente de acuerdo
ResponderEliminarFernando
Gracias, Fernando, me alegra coincidir contigo.
EliminarYo pienso que, ni López Obrador, ni Sheinbaun, creen de verdad que es necesario que España pida perdón por lo que hicieron algunos españoles hace quinientos años. Es una táctica bien conocida que para buscar el apoyo interior es muy útil buscar un enemigo exterior, verdadero o inventado.
ResponderEliminarEs cierto, Alfredo. Se trata de una vieja táctica que sólo engaña a los ignorantes. Lo que sucede es que en este caso es tan ridícula, que provoca hilaridad. Y siento decirlo de los mandatarios de un país al que por historia y cultura me siento unido.
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