5 de enero de 2025

Recuerdos olvidados 32. Pregonero en las fiestas de mi pueblo

 

No recuerdo bien la fecha, pero teniendo en cuenta que lo que voy a relatar sucedió poco después de que hubiera publicado mis dos primeras novelas, creo que no me equivocaría demasiado si la situara en la primavera de 2007. Estábamos Ana Mary y yo pasando unos días en Castellote fuera de las temporadas para nosotros habituales, tomábamos unos vinos en la barra del Guarch -refugio de lugareños, forasteros, caminantes y andariegos- cuando se me acercó alguien cuya cara me resultaba muy conocida, pero que al principio no conseguía identificar. Era el Montero, un amigo mío de los veraneos infantiles castellotanos.

“Luis” -me dijo con un atisbo de timidez en la mirada-, “no sé si sabes que soy el actual concejal de festejos. Ya que te he visto, quería pedirte en nombre del ayuntamiento que aceptaras dar el pregón en las fiestas de este año-”. Me quedé tan perplejo, entre la ilusión que me hacía aquella propuesta y la duda de que yo fuera la persona más indicada, que empecé a contestarle, no con evasivas, pero sí con ciertas reservas. “Montero, te agradezco mucho el detalle, pero creo que esto de los pregones es cosa de gente joven. Lo que yo pueda contar no le interesa a nadie. ¿Quieres que les hable de mi vida a nuestros paisanos?”. Me miró sonriendo y me contestó que eso era precisamente lo que quería el alcalde y también lo que a él le gustaría. “De todas formas -añadió- puedes hablar de lo que te venga en gana”.

Naturalmente acepté, muy consciente de que cumplir bien con aquel compromiso no iba a ser tarea fácil. Durante los meses siguientes me devané el seso intentado encontrar un hilo argumental que pudiera tener un cierto interés para un colectivo en el que algunos, muy pocos, son de mi edad, pero la mayoría mucho más jóvenes. Tenía además el reto de conseguir darle al discurso un tono adecuado, alejado de retóricas alambicadas, pero sin caer en la vulgaridad. Al pan, pan y al vino, vino, pero a ser posible candeal el primero y de reserva el segundo.

Elegí contar mis experiencias en Castellote, desde que aparecí en el pueblo por primera vez cuando todavía no había cumplido los trece años, hasta la fecha. Rebusqué en la memoria algunos personajes que me hubieran dejado buenos recuerdos, describí someramente las precariedades en las infraestructuras de la época, sin agua corriente ni alcantarillas y con continuos cortes de electricidad. Pero sobre todo me centré en una época, la de los sesenta y parte de los setenta, cuando Castellote se había convertido en un auténtico pueblo minero. Hablé de la prosperidad de entonces, que evidentemente la hubo, pero también y sobre todo de los sacrificios de un oficio tan duro como es el de la minería del carbón.

No sé si atiné, pero agradecí los espaldarazos que recibí. Tengo la sensación de que hablar de los mineros emocionó a algunos – para otros era un tema del que apenas conocían detalles-. El alcalde se me acercó después y me dijo que recogía el reto que le había lanzado desde el atril sugiriendo que se instalara un pequeño monumento o lápida en algún lugar del pueblo, para que el recuerdo de aquella época no se perdiera. La verdad es que hasta ahora no se ha hecho nada, pero es que los presupuestos son los presupuestos.

Recuerdo cuando bajaba en la comitiva desde el ayuntamiento a la plaza de “El caballón” del brazo de una guapísima maja -cómo me gusta lo de maja- que me preguntó qué tal bailaba el vals, porque después los concejales y el pregonero tenían que iniciar el baile. Creo que le contesté que prefería la salsa, pero que haría lo que pudiera. Los nervios y la excitación provocan chistes fáciles.

Cuento todo esto porque, aunque haya pasado ya tanto tiempo, mantengo un recuerdo inolvidable de aquel día, en el que me sentí muy orgulloso al contemplar que se había contado conmigo para un evento anual que tiene más importancia de la que suele dársele. Cuando hablas desde una tarima y tras un atril en la inauguración de las fiestas de algún lugar, estás representando la inteligencia colectiva de los que te oyen.

Ahí queda mi satisfacción y mi agradecimiento a quienes me propusieron.

1 de enero de 2025

Sí, claro hay lawfare

 

Empezaré confesando que he tenido que buscar en "fuentes generalmente bien informadas" -Internet- el significado de la expresión inglesa lawfare. Parece ser que se trata, si lo he entendido bien, de un juego de palabras entre law (ley) y warfare (relativo a la guerra). Así que, con un poco de imaginación estaríamos hablando de juego sucio en la administración de justicia. Pues bien, como digo en el título, existir, existe, no digo en general, pero sí en determinadas ocasiones.

No pretendo  entrar en casos concretos. Los tengo en la cabeza, pero precisamente como estoy convencido de que no se puede juzgar sin pruebas me los callo. Además, si no quiero adentrarme en detalles es porque no creo que el problema sea de individuos aislados, sino de estructura política. De los colectivos profesionales que sucedieron a los que existían durante la dictadura, estoy convencido de que el de la judicatura ha sido el más inamovible y el más maleable por los intereses políticos.

Se trata de uno de los llamados poderes del Estado, junto al ejecutivo y al legislativo. Pero como el ejecutivo, en sus distintas etapas, contando con el legislativo cuando ha gozado con mayoría suficiente, ha intentado hacer de su capa un sayo con la justicia, nos encontramos en una situación que me parece francamente preocupante desde el punto de vista del correcto funcionamiento democrático de un estado de derecho. Creo que hay que decirlo alto y claro, no para cargar las tintas, que ya bastante cargadas están, sino para tomar conciencia de que se deben corregir los entuertos, por supuesto con los procedimientos que brinda la democracia.

Como todos los días se aprende algo nuevo, he intentado y supongo que conseguido entender qué es una investigación prospectiva. Copio: es aquella que se produce cuando no hay un hecho delictivo claro, por lo que no debería hacerse. Como ejemplo, la fuente que he consultado añade: casos que se conocen a través de los medios de comunicación y que un juez decide investigarlos sin denuncias previas. En esta categoría están aquellos que se inician "para ver si se encuentra algo".

A mí este asunto me recuerda a los procedimientos de la Inquisición. Entonces no había medios de comunicación como ahora los entendemos, pero sí mentideros en las villas. Los inquisidores aceptaban sin mayor consideración las difamaciones del populacho y así le fue durante aquel triste periodo de la humanidad a los países que tuvieron que soportar las hogueras, entre otros mi querida España como cantaba Cecilia.

No voy a negar que haya corrupción en la clase política, porque desgraciadamente la tendencia al robo, al enriquecimiento ilícito y la propensión al pelotazo está en el ADN del ser humano y, lamento decirlo, nunca desaparecerán. Los presuntos corruptos a los tribunales cuando existan pruebas suficientes y, si se demuestra fehacientemente su culpabilidad, que paguen sus delitos. Pero meter al adversario político de la mano de ciertos jueces en acusaciones no demostradas sólo para debilitarlo, es propio de la Inquisición y hay que acabar con ello.

Ya está bien de andarse con rodeos en un asunto tan preocupante.