Cuando se miden los resultados de unas elecciones contando tan sólo los votos a favor, se suele distorsionar la percepción de la realidad política. Oír hablar, por ejemplo, a Mariano Rajoy de los siete millones y medio de electores que depositaron su confianza en el PP, es oír mencionar sólo parte de la verdad. Faltaría añadir que, si tenemos en cuenta el cuerpo electoral completo, que en estos momentos está formado por treinta y cinco millones de votantes, se contabilizan veintisiete millones y medio de españoles que no lo han votado. Si para hacer este cálculo se prefiere tener en cuenta exclusivamente a los que votaron opciones distintas a las suyas, excluyendo por tanto a los que se abstuvieron de acudir a las urnas, estaríamos hablando de la también respetable cifra de dieciocho millones doscientos mil españoles que en las últimas elecciones generales se decidieron por opciones distintas a la que representa el partido conservador. Por supuesto que este razonamiento es válido para el resto de los partidos políticos, en cifras y proporciones distintas, pero con la misma lógica política y aritmética que he utilizado al referirme al Partido Popular.
Esto significa, entre otras muchas cosas, que nadie en solitario puede arrogarse haber ganado las elecciones. Es preciso acudir a los pactos y a las alianzas para aumentar el número de los que están a favor de una opción determinada, aun en perjuicio de la estricta pureza de sus ideas, y disminuir como consecuencia el de los que la rechazan. Ahí está el quid de la cuestión de lo que está sucediendo en estos momentos en España. El PP no cuenta, aparte de con sus siete millones y medio de votos a favor, con nadie más que quiera apoyar sus pretensiones de volver a gobernar el país. Provoca muchos más rechazos que adhesiones.
El PSOE, además de sus cinco millones y medio de votos a favor, tras el pacto con Ciudadanos ha ganado el apoyo, o reducido el rechazo si se prefiere, de tres millones y medio de electores, aquellos que votaron a la formación de Albert Rivera. Un total, por tanto de nueve millones de votantes que apoyan esa alianza. Es cierto que no son suficientes para gobernar, pero al menos suman más que los que respaldaron al señor Rajoy y todavía muchos más que los cinco millones doscientos mil votos que obtuvo Podemos y sus confluencias.
A partir de aquí se pueden hacer cuantas interpretaciones se quiera de la realidad poselectoral, pero se estará uno engañando si sólo se refiere a los votos obtenidos a favor e ignora los no obtenidos y, sobre todo, los que nunca apoyarán a determinadas opciones en concreto. Se puede hablar de derechas, de izquierdas y del sexo de los ángeles, pero sin olvidar nunca los rechazos que provocan determinadas opciones. Éstos son, a la hora de la verdad, más importantes que las adhesiones, porque significan que hay algunos a los que muchos otros no quieren ver ni de lejos.
¿No estaremos en estos momentos asistiendo a un juego de rechazos más que de adhesiones? Que el partido Popular está sufriendo este fenómeno pocos lo dudan, porque ahí están las manifestaciones explícitas de unos y de otros. Nadie quiere apoyarlos, si acaso, como hace Ciudadanos, pedirles que dejen gobernar a otros. Pero de lo que no se oye hablar es del rechazo que suscita Podemos. Sus cinco millones doscientos mil votos a favor están ahí, qué duda cabe, a los que podrían sumarse los novecientos mil de Izquierda Unida. Pero, ¿no estarán los de Pablo Iglesias provocando el rechazo de todos los demás, incluyendo el de la izquierda moderada? Méritos para ello no le faltarían, ni por las formas que utilizan ni por el fondo de algunas de las ideas que defienden.
Permanezcamos atentos a este juego de agregativos y disgregantes, de fobias y de filias, porque quizá nos ayuden a entender mejor el barullo político que estamos sufriendo.
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ResponderEliminarQuerido Alfonso, echaba de menos tus comentarios en el blog, que aunque algunas veces resulten discrepantes con mis ideas, siempre son constructivos.
ResponderEliminarEs curioso observar como los votantes del PP entienden el rechazo que suscita Podemos y no acaban de comprender el que provoca su partido. Lo mismo que dices tú pero al revés. En mi opinión son los extremos los que provocan los rechazos, que a veces por arrogancia y falta de talante democrático se tocan.
Los votantes del PSOE sienten tanta desconfianza hacia un lado como hacia otro. Este partido ha sido el rival del PP durante mchos años; y tampoco le ha gustado nunca el extremismo izquierdista. No es escora, sino su línea de navegación desde hace muchos años, cuando abandonó el marxismo que ahora otros tratan de resucitar. Lo de derechas e izquierdas son sólo posiciones relativas. Todo depende de dónde situes el centro.
El símil del oso es ocurrente. A mí se me ocurre otro: quien se acuesta con niños se levanta meado. Y eso es muy molesto.
Luis, de tu símil: y es más molesto si el niño no es tuyo. Que es lo que está pasando.
EliminarAngel
Ángel, aprovecho tu comentario para hacer una aclaración respecto a mi símil. Ni he pretendido llamar niños a los de Podemos ni mucho menos meones, como alguien me ha dicho of the record. Aunque no comparta sus ideas ni sus estrategias, las personas me merecen total respeto. He utilizado una comparación con sentido figurado, para dar viveza al mensaje oculto, que no es otro que gobernar con ellos, en las condiciones que proponen, desfiguraría la imagen de moderación del partido socialista. Y eso podría ser letal.
EliminarSeguid disfrutando de vuestro querido sol naciente.
He querido decir off the record. A esa lección ya he llegado.
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