3 de marzo de 2016

Luces y sombras del debate de investidura

Dicen que sólo se es sincero cuando se juzgan los hechos en caliente. Más tarde, una vez que la mente ha sometido los datos recibidos al control de la razón, es decir, los ha pasado a través del tamiz de los prejuicios adquiridos a lo largo de la vida, se incurre en la falta de franqueza y en la subjetividad. De manera que, por si las cosas fueran como dicen, voy a darme prisa en dejar constancia escrita de las sensaciones que me ha causado el debate de investidura de estos días. Para empezar con un resumen diré que hastío y repugnancia.

Hastío porque ver a los representantes del pueblo soberano enfrascados en sus luchas partidistas, en sus tácticas a corto y en sus estrategias a medio y largo plazo, de espaldas por completo a la realidad social del país y a los verdaderos problemas de sus gentes aburre hasta la saciedad, más por falta de contenido que por repetitivo. Repugnancia porque me produce náuseas comprobar la chabacanería y la ordinariez de acusaciones y reproches, las mentiras y las medio verdades, los comportamientos fuera de tono y las payasadas, mucho más si todo ello sucede dentro del lugar que representa la convivencia civilizada de los ciudadanos.

Creo que estoy siendo muy suave al utilizar el título de este artículo. Quizá encajara mejor el de breves e intermitentes destellos y largas y vulgares groserías durante la sesión investidura. Los besos en la boca de Iglesias a Doménech, la salida del escaño al centro del hemiciclo para recibir con vítores al compañero de fatigas que regresa de la tribuna de oradores, los puños en alto al viejo estilo comunista, toda una elocuente panoplia de actitudes dirigidas no se sabe muy bien a quién, aunque seguro que habrá quien las aplauda. O las alusiones de Rajoy a los toros de Guisando, a los vodeviles, a las imposturas, sólo para regocijo de los suyos, los del hemiciclo, porque seguro que a muchos de sus electores no les habrá  hecho la más mínima gracia. Una falta de rigor intelectual por todas partes que espanta.

El resultado de tanta farándula no ha sido otro que el sabido de antemano, y por consiguiente habrá que seguir esperando, no ya a mañana, que se volverá a interpretar el guion previsto, sino a lo que suceda a partir de la próxima semana, cuando quizá empiecen a moverse algunas piezas del enrevesado tablero del juego de las alianzas. Pero sin esperar a nuevos datos, yo ya he sacado algunas conclusiones marginales que expongo a continuación, aun a riesgo de errar en el diagnóstico, lo que dada la situación sería harto probable.

La primera que me viene a la cabeza es que la escisión de la izquierda es mucho más profunda de lo que la mayoría de los españoles nos imaginábamos. No se trata sólo de diferencias programáticas, sino sobre todo de estilo, entendiendo por tal todo ese conjunto de convenciones que cualquier ser humano ha ido interiorizando en el fondo de su mente hasta convertirlas en la base de su comportamiento en la vida. Si ya existían recelos por parte de la izquierda moderada hacia ésta de nuevo cuño que aspira a conquistar el cielo de una sola tacada, a partir de ayer la desconfianza ha aumentado. Lo he dicho aquí en más de una ocasión: terminarán dándole la victoria a la derecha y las clases más necesitadas del país seguirán como hasta ahora. ¡Qué paradoja!

En cuanto a la derecha, la diferencia de actitud de los nuevos respecto a la de los de toda la vida es mucho mayor de lo que cabría esperar, consecuencia sobre todo de la tolerancia de los últimos hacia la corrupción en sus filas. Mi impresión es que la escisión se ha producido fundamentalmente por esta última causa y que no ha hecho más que empezar. Rivera ha llegado al parlamento, ha sentado sus reales y da la sensación de que le queda mucho todavía por decir. Existe una gran parte del electorado conservador que lo contempla con esperanza.

Seguiremos viendo lo que pasa, aunque quizá ya no lo cuente tan en caliente.

3 comentarios:

  1. Luis, leyendo tus crónicas (no he podido leer los periódicos a fondo) me alegro de estar estos días tan lejos de la patria nuestra.
    Angel

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  2. Muy bien Angel, yo tambien me alegro, no de estar lejos, pues estoy en Madrid, pero si tan lejano. No volvere a votar jamas en España

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  3. Hombre querido Adolfo, es que a mí solo me dejan votar en España, que ya me gustaría que me dejasen hacerlo en Suiza como al Sr. Bárcenas o en Andorra la Vella como al (ex) Honorable Pujol.
    Angel

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