Porque la vida es eso, una secuencia de casualidades que nos
lleva por caminos inesperados, sin dejarnos elegir. El primer hito, la primera
de esas casualidades, es dónde hemos nacido, en qué país y en qué familia.
Cualquiera de nosotros sería capaz de imaginarse con facilidad lo diferente que
hubiera sido su vida si, en vez de venir al mundo rodeado de ciertas
circunstancias, éstas hubieran sido otras muy distintas. Los millonarios quizá
estuvieran mendigando y los mendigos navegando en yates de lujo. Los católicos
puede que fueran fervientes protestantes o fervorosos budistas o convencidos musulmanes. Los yihadistas quizá guardias
suizos en el Vaticano. María Curie, si en vez de nacer en Polonia y nacionalizarse francesa hubiera sido afgana, es posible que en vez de descubrir el radio y el polonio hubiera sido analfabeta. Son tantos y tan distintos los posibles orígenes, que no hay que ser demasiado
sagaz para imaginar en función de ellos una vida diferente a la que nos ha tocado vivir.
Una vez superada la casualidad de
nuestro nacimiento, pensemos en la cantidad de puntos de bifurcación que nos
hemos ido encontrando a lo largo de nuestra vida. A veces pequeños
condicionantes que suelen pasar desapercibidos, pero que han influido en nuestras vidas de manera decisiva. Nos hemos casado con la persona que nos hemos casado, porque un día alguien sin pretenderlo nos la presentó. Hemos elegido la
profesión que hemos elegido, porque tu padre te insistió en que fueras
ingeniero o porque un profesor te dijo un día que habías nacido para registrador
de la propiedad o porque eras tan guapo que no tenías más remedio que ser
actor. Casualidades de la vida que te llevan por un camino determinado.
Es verdad que tomamos decisiones libremente y en
consecuencia en ocasiones da la sensación de que podemos elegir entre varias alternativas. Pero
incluso aquí estamos condicionados, porque ha sido nuestra capacidad
intelectual, otra casualidad, la que nos ha inducido a ir por un camino determinado, eso
sin tener en cuenta la cantidad de variables que hemos analizado para tomar la
decisión en concreto, todas ellas ajenas a nuestra voluntad. Si hubiéramos sido más listos
o mas torpes, quizá nos hubiéramos decantado por otra alternativa.
Si las variables analizadas hubieran sido distintas, es muy posible que llegáramos a otras
conclusiones.
Sí, la vida es una sucesión de casualidades que condicionan su trayectoria. Lo que sucede
es que esa realidad es tan frustrante, tan carente de atractivo, que optamos
por imaginarnos que estamos viviendo como queremos, que somos dueños de
nuestros destinos. Pero no nos engañemos porque no es así.
Aún así siempre tendremos capacidad de elección ¿o no somos más que puro instinto algo más desarrollado?
ResponderEliminarNo es instinto, es azar. Tomamos decisiones en función de nuestras circunstancias. Con otras, decidiríamos de forma distinta. Y esas circunstancias no las hemos elegido nosotros, no las hemos encontrado.
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