3 de abril de 2024

Pequeñas casualidades

 


Vi el otro día una película francesa titulada “Pequeñas casualidades", interesante reflexión cinematográfica sobre la influencia del azar en la trayectoria de nuestras vidas. El argumento transcurre a través de una complicada estructura arborescente, con varios puntos de bifurcación a partir de los cuales se inician secuencias distintas, una la correspondiente a lo que hubiera sucedido si la protagonista tomara una determinada decisión en ese momento de su vida, la otra, muy distinta, si la elección fuera diferente. En definitiva, una película que obliga a estar muy pendiente de los detalles para no perderse en el laberinto de trayectorias alternativas que van surgiendo. A mí, aunque reconozco su complejidad, me encantó.

Porque la vida es eso, una secuencia de casualidades que nos lleva por caminos inesperados, sin dejarnos elegir. El primer hito, la primera de esas casualidades, es dónde hemos nacido, en qué país y en qué familia. Cualquiera de nosotros sería capaz de imaginarse con facilidad lo diferente que hubiera sido su vida si, en vez de venir al mundo rodeado de ciertas circunstancias, éstas hubieran sido otras muy distintas. Los millonarios quizá estuvieran mendigando y los mendigos navegando en yates de lujo. Los católicos puede que fueran fervientes protestantes o fervorosos budistas o convencidos musulmanes. Los yihadistas quizá guardias suizos en el Vaticano. María Curie, si en vez de nacer en Polonia y nacionalizarse francesa hubiera sido afgana, es posible que en vez de descubrir el radio y el polonio hubiera sido analfabeta. Son tantos y tan distintos los posibles orígenes, que no hay que ser demasiado sagaz para imaginar en función de ellos una vida diferente a la que nos ha tocado vivir.

Una vez superada la casualidad de nuestro nacimiento, pensemos en la cantidad de puntos de bifurcación que nos hemos ido encontrando a lo largo de nuestra vida. A veces pequeños condicionantes que suelen pasar desapercibidos, pero que han influido en nuestras vidas de manera decisiva. Nos hemos casado con la persona que nos hemos casado, porque un día alguien sin pretenderlo nos la presentó. Hemos elegido la profesión que hemos elegido, porque tu padre te insistió en que fueras ingeniero o porque un profesor te dijo un día que habías nacido para registrador de la propiedad o porque eras tan guapo que no tenías más remedio que ser actor. Casualidades de la vida que te llevan por un camino determinado.

Es verdad que tomamos decisiones libremente y en consecuencia en ocasiones da la sensación de que podemos elegir entre varias alternativas. Pero incluso aquí estamos condicionados, porque ha sido nuestra capacidad intelectual, otra casualidad, la que nos ha inducido a ir por un camino determinado, eso sin tener en cuenta la cantidad de variables que hemos analizado para tomar la decisión en concreto, todas ellas ajenas a nuestra voluntad. Si hubiéramos sido más listos o mas torpes, quizá nos hubiéramos decantado por otra alternativa. Si las variables analizadas hubieran sido distintas, es muy posible que llegáramos a otras conclusiones.

Sí, la vida es una sucesión de casualidades que condicionan su trayectoria. Lo que sucede es que esa realidad es tan frustrante, tan carente de atractivo, que optamos por imaginarnos que estamos viviendo como queremos, que somos dueños de nuestros destinos. Pero no nos engañemos porque no es así.

2 comentarios:

  1. Aún así siempre tendremos capacidad de elección ¿o no somos más que puro instinto algo más desarrollado?

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  2. No es instinto, es azar. Tomamos decisiones en función de nuestras circunstancias. Con otras, decidiríamos de forma distinta. Y esas circunstancias no las hemos elegido nosotros, no las hemos encontrado.

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