19 de enero de 2016

El centro político no existe, es un mito que nos hemos inventado

Me contó alguien una vez que en el transcurso de una comida con un grupo de personas, a las que apenas le unía una ligera amistad, le preguntaron si era de derechas o de izquierdas. La contestación inmediata fue que eso dependía de dónde situara el centro quien le hacía la pregunta. No le faltaba razón al responder con una aparente evasiva, porque hablar de izquierdas o derechas sólo da una ligera indicación de las ideologías personales, en cuanto a que hace referencia a la posición relativa con respecto a las de los demás, sin definirlas con rigor. Las ideas que para unos se inscribirían en el extremismo izquierdista, para otros pudieran ser simples ideas avanzadas; y las que para otros se sitúan en la extrema derecha, quizá haya quien las aprecie como prudentes y moderadas. Por eso, desde mi punto de vista, el centro político no existe, salvo como referencia posicional.

Tras las últimas elecciones, el panorama político español ha visto aumentada la amplitud de su espectro ideológico. Dos nuevos partidos han hecho aparición en el parlamento y nadie duda cómo catalogar a cada uno de ellos con respecto a los que ya estaban ahí. Ciudadanos a la derecha del PSOE y a la izquierda del PP, y Podemos a la izquierda del PSOE y, aunque esto no lo tengo demasiado claro, solapando a Izquierda Unida. El resultado, desde el punto de vista posicional, es que los populares se han visto desplazados aún más hacia la derecha, mientras que su eterno rival, el partido socialista, ha quedado más centrado de lo que estaba.

Lo anterior tan sólo sería un juego de palabras, un divertimento para pasar el rato, si no fuera por la trascendencia que tiene a la hora de pensar en potenciales acuerdos de gobernabilidad, en el momento de especular sobre las oportunidades que tiene cada uno de los partidos para pactar con los demás. El PP no tiene a nadie situado a su derecha y, como se está comprobando estos días, sólo cuenta con el posible respaldo de Ciudadanos; mientras que el PSOE, al haber quedado situado en el epicentro del arco parlamentario, dispone de una mayor capacidad para lograr acuerdos. La posición relativa de centro le favorece, al menos desde esta perspectiva.

Pero, como decía al principio, el centro como ideología política no existe. A finales de los 70, recién salidos de la dictadura, hubo muchos españoles que creían ser centristas, hasta el punto de que UCD, el partido de Adolfo Suarez, incluyó entre sus siglas la C de centro. En realidad lo que sucedió fue que un gran número de ciudadanos deseaba superar la etapa anterior, pero al mismo tiempo le producía una cierta inquietud la democracia que se le venía encima, después de haber estado recibiendo durante tantos años consignas denigratorias contra las libertades ciudadanas. La idea de centro para muchos fue un refugio, que les permitió sentirse más seguros durante la complicada etapa de la transición, quizá porque la asimilaran a moderación. Hasta que se fueron perdiendo los temores y aclarando las posiciones ideológicas, para dar paso a las adscripciones decididas a uno u otro lado del conjunto de las ofertas programáticas. El efímero centro político se esfumó de repente, porque había dejado de ser útil como idea.

Ahora los españoles tienen muy claro lo que defiende cada partido, aunque en ocasiones la proximidad ideológica de algunas formaciones confunda al elector. Pero en lo que nadie tiene duda es en la posición relativa de unos con respecto a otros, lo que no deja de ser una ventaja a la hora de elegir. Por eso, aunque sea muy difícil pronosticar qué gobierno saldrá de este parlamento tras las complejas negociaciones que, aunque solapadas, se están llevando a cabo durante estas semanas, lo que sí se puede asegurar es que será conservador o progresista, pero nunca de centro.

Claro: es que el centro no existe.

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