Aunque soy absolutamente lego en la materia, me considero un entusiasta aficionado al estudio de la Historia o, si se prefiere, a profundizar en el conocimiento de los hechos más importantes que han ido configurando el mundo de los hombres a través de los siglos. Quizá la segunda aseveración sea más correcta en mi caso que la primera, porque lo que en realidad me interesa del pasado son las decisiones humanas que originaron las grandes transformaciones, aquellas que han marcado los puntos de inflexión en la curva de la evolución humana. Por el contrario, pongo poco interés en memorizar nombres, fechas y efemérides, más allá de los que retiene mi memoria de manera casi involuntaria al recorrer las líneas generales de la historiografía.
Uno de los hitos que señala la Historia fue el decreto de tolerancia de la religión cristiana, publicado por decisión del emperador Constantino I el Grande (272 d.C.-337 d.C.). El cristianismo hasta entonces había sido una secta de poca importancia, que rivalizaba, sin conseguir desplazarlo, con el paganismo oficial del Imperio Romano, a uno de cuyos dioses –el dios Sol- idolatraba el propio emperador. A partir de aquí las leyendas sobre la "conversión" de Constantino al cristianismo se han sucedido, explicaciones que van desde la categoría de milagro, a la más terrenal de haber consistido en una determinación personal, motivada por intereses de Estado.
Lo cierto es que, a partir de aquel momento, el cristianismo fue poco a poco transformándose en la religión oficial del Imperio, acrecentando su posición en todos los niveles de la sociedad, hasta llegar a constituir, no sólo la creencia dominante en el mundo occidental, sino los cimientos de lo que hoy llamamos civilización cristiana. Lo que vino después de aquel punto de inflexión es de todos conocido.
Otro hito, de no menor importancia desde un punto de vista histórico, fue cuando el islamismo, una fe basada en la revelación de un mercader de edad madura de La Meca, conquistó a partir del siglo VII una inmensa extensión de territorio, que abarcaba desde el océano Atlántico hasta la India. Si el ejército bizantino de la época hubiera podido frenar los primeros ataques del Islam, probablemente esta religión hubiera continuado siendo una fe seguida por tan sólo unos pocos iniciados, recluidos en recónditos lugares de la península arábiga.
El mundo musulmán, que procede de aquella extraordinaria conquista por las armas, terminaría convirtiéndose en otra de las civilizaciones más importantes de una parte del mundo. Su rivalidad con el cristianismo, mantenida a lo largo de los siglos mediante sangrientas guerras sin cuartel de todo tipo -Cruzadas incluidas-, en defensa de sus respectivas visiones religiosas y ambiciones territoriales, constituye hoy el telón de fondo del escenario en el que se mueve gran parte de los países más importantes del mundo. El terrorismo islamista trae causa, entre otras razones, del secular y fanático enfrentamiento entre las dos citadas religiones monoteístas.
Si señalo estos dos acontecimientos históricos, lo hago para reflexionar sobre la importancia que en el desarrollo de la humanidad han tenido decisiones de carácter casi personal, capaces de transformar el devenir de la humanidad, aunque ese no fuera su propósito. La pregunta especulativa que podríamos hacernos ahora, simplemente a modo de juego intelectual, consistiría en: ¿qué hubiera sucedido si ni Constantino ni los inmediatos seguidores de Mahoma hubieran tomado en su momento las decisiones que tomaron? Lo único que podemos asegurar es que el mundo sería completamente distinto del que ahora conocemos. A partir de aquí, cada uno puede sacar la conclusión que le venga en gana, sin olvidar que cualquier aproximación que se haga será un juicio de valor subjetivo. Yo ya hice el mío hace tiempo, pero hoy no toca confesarlo.
¿Qué seríamos sin Mahoma y sin San Constantino?
ResponderEliminarPues la mitad paganos y la otra mitad animistas.
Yo me pido animista.
Angel
PD
Como animista te pido que utilices la terminología Era Común, EC, y antes de la Era Común,AEC, en lugar de la cristiana
Como yo no soy ni pagano ni animista, sino simplemente agnóstico, utilizo la nomenclatura al uso en el mundo occidental, que permite que nos entendamos sin dar origen a equívocos cronológicos.
ResponderEliminarDe todas formas, gracias por tus recomendaciones, que como sabes nunca caen en saco roto.