Uno de nuestros vicios nacionales es la envidia. Otro -tan extendido como el anterior, aunque suela pasar más desapercibido- consiste en la propensión que tenemos los españoles a convertir la muerte de una persona en ocasión de halagos excesivos, de panegíricos exagerados, en un desiderátum desmedido de alabanzas, quizá con la ilusa pretensión de que el que se acaba de marchar nos oiga desde el más allá y nos devuelva una sonrisa de agradecimiento. Puedo asegurar que lo que viene a continuación no responde en absoluto a este tipo debilidades, sino a la confianza que pongo en que me sirva de apoyo para construir la reflexión de hoy, ya que pretendo basarla en el ejemplo de una persona muy querida por mí, que acaba de desaparecer del mundo de los mortales.
Le oí decir un día a Luisa Mari algo así como que las amistades ni nacen por generación espontánea ni se mantienen si no se hace un esfuerzo por cuidarlas. Ella no sólo predicaba, sino que además daba trigo. A lo largo de su vida consiguió rodearse de decenas de amigos, procedentes de cualquiera de los círculos sociales que frecuentaba, familiares, de trabajo, de inquietudes culturales, relaciones directas o indirectas que fomentaba con ilusión y conservaba con interés, porque sabía que un amigo es uno de los mayores dones que la vida le puede otorgar al ser humano.
No sé si sociabilidad es uno de los antónimos de misantropía, pero para lo que quiero decir vendría bien que lo fuera. El mundo está lleno de misántropos, una paranoia enfermiza como todas las de su especie, que distancia a los que la padecen de la realidad del mundo, so pretexto de que a ellos no les gusta la gente como es. La consecuencia más inmediata de éste comportamiento es la pérdida de amigos, el aislamiento social, la melancolía, la hipocondría, la tristeza y la falta de ganas de vivir, si bien los que lo sufren suelan negar que padezcan sus consecuencias. Pero los resultados están a la vista de cualquier observador, por poca atención que ponga.
El sociable, sin embargo, se rodea de amigos, a veces, qué duda cabe, haciendo un esfuerzo personal, sacrificando algo de su autonomía individual, porque sabe que le merece la pena. Incluso llega a hacer de la necesidad virtud y convierte el empeño en disfrute, ya que para él todo lo que gire alrededor de la amistad adquiere un carácter cuasi sagrado. Ha descubierto uno de los filones de la felicidad humana y lo explota con fruición. Sabe, porque lo experimenta día a día, que la energía que derrocha en mantener el contacto con los demás, en interesarse por sus desvelos e inquietudes, se le devolverá en forma de cariño y gratitud.
Pero no es fácil ser sociable, no lo voy a negar, porque para eso hace falta disponer de unas dotes personales de las que algunos carecen. Es preciso ser tolerante, estar muy seguro de sí mismo, carecer de complejos de inferioridad, dejar a un lado el egoísmo, la vanidad muchas veces, incluso crear un mecanismo de autocontrol que evite las comparaciones de superioridad con los que te rodean, a las que tienden muchos mortales. Si no se dispone de esas cualidades, es muy fácil caer en la misantropía.
Luisa Mari, no sólo disponía de esas características, sino que además convirtió su vida en un canto a la amistad, en una actitud hacia los demás que sorprendía a los que la tratábamos con frecuencia. Su capacidad de comunicación con su entorno se había convertido en una de sus características más destacadas, y creo que muchos de los que la hemos conocido de cerca la recordaremos siempre, además de por muchas otras cualidades, por haber convertido la amistad en el centro de su mundo personal.
In memóriam.
Precioso Luis!! Comparto todo lo que dices, una suerte haberla conocido...
ResponderEliminarGracias, Mariupe. Es cierto: una gran suerte
EliminarDeja un vacío enorme. Los que la conocimos no la olvidaremos. Fito y familia
ResponderEliminarFito, completamente de acuerdo contigo.
EliminarLuis muchas gracias y no exageras nada era una autentica joya que me ha regalado 53 años de felicidad. Manolo
EliminarManolo, como tú dices, no exagero nada: hago justicia. Un abrazo.
EliminarMuy bonito y cierto y como dice Manolo, "una joya".
ResponderEliminarJavi, como tú bien sabes, me he limitado a constatar una realidad, porque entre sus cualidades destacaba el fomento de la amistad.
EliminarGracias Luis. Todo cierto. Añado que para mí era un ejemplo de persona a seguir en absolutamente todo y un referente en mi vida. Qué gran suerte el haber podido disfrutar parte de mi vida con ella. Luisa.
ResponderEliminarLuisa, comprendo perfectamente que para tí fuera un referente. Nos ha dejado a todos un maravilloso recuerdo. Un beso
EliminarUna gran descripción de como era y me permito unirme para mostrar mi admiración por lo gran luchadora que ha sido. Luis y Cristina
ResponderEliminarGracias por vuestro comentario. Es cierto, fue una valiente luchadora que nunca se rindió. Un abrazo
EliminarY van tres, escribo y lo pierdo. Ya estaria al teléfono para contarselo, cualquier motivo era bueno para charlar. Hemos ido al teatro, a exposiciones, de viaje q lo pasábamos estupendo. Si había q cantar o bailar alli estabamos. Te acuerdas en Berlin? Te doy un trabajo enorme, hemos compartido muchas horas, ayúdame a llenarlas ahora, me va a ser dificil. Te quería y te quiero.
ResponderEliminarSoy consciente de que su teléfono comunicaba y comunicaba, señal inequívoca de que tenía muchas cosas que contar y otras muchas que oír. Y he cantado, he bailado y me he reído muchas veces en los ambientes que compartíamos. Un beso
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