10 de marzo de 2023

Viaje a Ávila 2. Por esos montes de Dios

Esta vez el título me lo ha inspirado mi mujer, que, cuando atravesábamos la sierra de Gredos por una carretera perdida, cuyo trazado transcurre durante más de cincuenta kilómetros a una altura media de unos mil quinientos metros sobre el nivel del mar, después de más de una hora de curvas y más curvas, sin que nos hubiéramos cruzado con un solo coche y sin que se viera señales de vida humana más allá de alguna pequeña aldea perdida entre bosques y acantilados, me dijo mientras contenía las náuseas: quién nos manda venir por estos montes de Dios.

Porque, el primer día de nuestro viaje, cruzamos desde la meseta sur a la norte atravesando el Sistema Central por una carretera que no es precisamente la más indicada si se viaja con prisas.. Para ir de Madrid a Ávila existen muchas alternativas, pero yo escogí la que partiendo de El Barraco, después de pasar por El Tiemblo, se dirige a San Martín del Pimpollar y a Navarredonda, dos pequeños pueblos serranos que los conocedores del terreno consideran el corazón de Gredos, cerca de los cuales nace el río Tormes. Queríamos conocer una zona de España en la que nunca habíamos estado antes, aunque sólo fuera a “vista de coche”.

Era el día 28 de febrero de 2023, y estábamos en mitad de un desplome general de las temperaturas. Helaba en toda España, mucho más en aquella zona, donde el hielo teñía de blanco difuso el asfalto de las carreteras, aunque sin llegar a formar placas. Habíamos retrasado el viaje una semana, porque los pronósticos de la anterior anunciaban nieve, y hubo un momento que pensamos que nos habíamos equivocado. Pero afortunadamente a partir de ese día gozaríamos de un tiempo espléndido, aunque las temperaturas nunca superaran los tres grados de máxima.

Habíamos salido de Madrid a las doce y llegamos al parador de Gredos al filo de las dos y media. Comimos tranquilamente, procurando quitarnos de encima el estrés acumulado en los últimos cincuenta kilómetros, e indagamos sobre el lugar exacto donde nace el río Tormes. Como suele ocurrir en estos casos, la situación de las fuentes de este afluente del Duero no estaba clara y por si fuera poco no se podía acceder a ellas porque se sitúan en mitad de una finca privada. De manera que, como todavía nos quedaban casi cien kilómetros para llegar a Ávila y el cielo se estaba encapotando, decidimos reanudar la marcha.

En los arcenes había hielo, como también en las umbrías, de manera que despacio y buena letra. Poco a poco, a medida que descendíamos, las curvas se iban convirtiendo en rectas. Llegamos a Ávila a las seis de la tarde, y, después de hacernos con las llaves en la recepción del parador, metimos el coche en la plaza de garaje que nos habían asignado. Tomamos posesión de la habitación, que afortunadamente respondía a nuestras expectativas, descansamos un rato y salimos a dar un primer vistazo a la ciudad, que atravesamos hasta llegar a la catedral, tomando nota de todo aquello que nos proponíamos visitar en los siguientes días. Nos sentamos a tomar una cerveza en una cafetería de aspecto vanguardista y de taburetes incómodos, porque algunos confunden la modernidad con la falta de confort.

Regresamos al parador lentamente, disfrutando de la soledad de las calles de la vieja ciudad castellana, rodeados por un silencio al que no estamos acostumbrados. Nos cruzamos con muy poca gente, porque a esas horas de la tarde las temperaturas habían descendido hasta los cero grados. Bufandas, guantes y cuellos de los chaquetones subidos y, aun así, con lágrimas en los ojos. Llegamos al parador, cenamos con moderación para compensar los pequeños excesos de la comida, subimos a la habitación, vimos algo en televisión y nos metimos en la cama. La temperatura ambiente era muy agradable y dormimos como lirones hasta el día siguiente.

Pero de ese nuevo día hablaré en otro artículo.

2 comentarios:

  1. A mí, viajar por las alturas es de lo que más me gusta: sentir, ver y oler ese aire limpio y fresco de las montañas; siempre, por supuesto, que no nieve, y sobre todo en esos parajes como decís, perdidos de la mano de Dios, porque cuando empieza el susto se acaba el placer.
    Por lo que describes, parece que habéis cogido una carretera paralela al río Alberche, concretamente la AV 941.
    El río Tormes nace un poco más al sur de estos pueblos, aunque parece que no hay carreteras sino que habría que hacer algo de senderismo para llegar hasta él.
    Pasear por calles solitarias de una vieja ciudad castellana es también de lo mejor, aunque haya que pasar un poco de frío.
    A la espera quedamos de la próxima parada en el camino.

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    1. Fernando, el próximo capítulo mañana. Ya que la mencionas, por la AV 941 sí pasamos, pero muy pocos kilómetros porque fue el último tramo de nuestro trayecto antes de llegar a Navarredonda de Gredos. A la que me refiero es a la AV-P-415. El Alberche está mucho más abajo.

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