28 de marzo de 2023

¿Por qué lo llaman firmeza cuando sólo es vulgaridad?

Con la pregunta del título me refiero al tono que en los últimos tiempos están empleando algunos de nuestros políticos, un estilo entre malsonante y ordinario, impropio de personas cultas y educadas, que no sólo los descalifica para ejercer funciones públicas, sino que además chirría en los oídos de las personas que dispongan de un mínimo de sensibilidad democrática. Quienes practican esta manera de proceder no necesariamente proceden de las capas menos ilustradas de la sociedad, porque en sobradas ocasiones gozan de cierta formación académica. Lo que sucede es que en estos últimos casos las palabras salen menos estridentes de sus bocas, no por educación, sino por costumbre. Pero la vulgaridad dialéctica, venga de donde venga, no es más que eso, falta de cultura y de educación.

Yo podría llegar a entender haciendo un gran esfuerzo y tapándome la nariz que unas jovencitas, enardecidas por el griterío de una manifestación multitudinaria, se refieran al aborto de la madre de un político con la frivolidad propia de la inmadurez. Pero lo que no me entra en la mollera, y doy fe de que la tengo tolerante, es que una representante del gobierno repita la impertinencia en las redes sociales, como si acabara de descubrir un arma secreta para combatir al adversario o como si creyera que con la bocina de la ordinariez fuera a conseguir votos.

De la misma manera que podría llegar a admitir que los que perdieron las últimas elecciones, llevados por el arrebato inicial de la decepción, por la rabia de la derrota, tildaran en su momento de “okupa” de la Moncloa al presidente del gobierno. Pero que altos representantes conservadores repitan una y otra vez en sede parlamentaria la misma cantinela, resulta tan infantil, tan burdo y tan vulgar que hiere la sensibilidad de las gentes de bien. Como el calificativo de autócrata, repetido una y otra vez, me recuerda a los niños cuando gritan con voz chillona en los recreos aquello de y tú más.

Pero la cosa no queda ahí, porque alusiones a felaciones y a figuras semejantes del rico repertorio de nuestro vocabulario erótico, dirigidas con desfachatez a parlamentarias del signo contrario, han volado entre nosotros como si en vez de en el Congreso de los Diputados estuvieran en el barrio chino de una ciudad portuaria. En este último caso, no sólo hay vulgaridad, sino además machismo, ese monstruo de mil apariencias que siempre se cuela de rondón en las mentes de los pobres de espíritu.

No sé por qué cuento todo esto cuando doy por hecho que la degradación de los usos y costumbres entre nuestros políticos ha llegado a un punto quizá de no retorno. Pero es que cuando leo retazos del diario de sesiones de otros tiempos y contrasto las inteligentes sutilezas de Cánovas, de Sagasta, de Azaña, de Maura o de Gil Robles con lo que se oye ahora, me hago cruces ante el deterioro. Porque lo preocupante no es que los políticos den mal ejemplo, sino que su ordinariez sea el vivo reflejo de la sociedad que los ha formado.

En cualquier caso, no viene de más reflexionar de vez en vez sobre estos aspectos del comportamiento humano, porque la vulgaridad se está extendiendo por todas partes como una auténtica plaga, de la que pocos se libran. Estoy coleccionando mensajes malintencionados y soeces -además de falsos- de WhatsApp, ya que quizá algún día me decida a hacer un estudio minucioso sobre ellos. Pero como además sucede que los autores de los envíos no ocultan su identidad, sino que por el contrario presumen de ella, es posible que este análisis me ayude a sacar conclusiones sobre la sociedad que ha engendrado este tipo de políticos y sobre la influencia de los últimos sobre el conjunto de los ciudadanos, un círculo vicioso de alto riesgo.

No, no es lo mismo firmeza que vulgaridad.

2 comentarios:

  1. Esta vulgaridad de una gran parte de las clases dirigentes no viene de ahora. Ya Ortega y Gasset lo anunciaba en su obra La rebelión de las masas: "¿qué clase de líderes son éstos que obedecen a las masas y no al revés?", decía nuestro filósofo en el año 1927 (igual no es exactamente así la frase, hablo de memoria)

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    1. Fernando, creo que Ortega no se refería a la vulgaridad dialéctica, sino al populismo. Lo que está sucediendo ahora en el Congreso y en el Senado nada tiene que ver con las formas que se utilizaban en las cámaras en aquella época. Ahora bien, es cierto que el populismo no es nuevo. Ni el de izquierda ni el de derecha.

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