7 de abril de 2015

¿Para quién escribo?

Un amigo mío, que tiene abierto un interesante blog desde hace varios años, en el que escribe sus impresiones sobre todo aquello que acontece a su alrededor y merece su atención, se preguntaba en un artículo si debería escribir lo que a los demás les gusta leer o lo que en realidad a él le apetece escribir. Reflexionaba que lo primero puede significar contar con un mayor número de seguidores y lo segundo expresar sus propias inquietudes, con independencia de que los puntos de vista que exponga sean o no compartidos por sus lectores, un dilema tan personal que no me atrevería a darle una opinión, si acaso a sugerirle que puede haber un punto de encuentro entre las dos proposiciones.

Cuando empecé a escribir mi primera novela, confieso que lo hice guiado fundamentalmente por la vanidad de expresar mi visión del mundo, sin medir a priori que ésta pudiera resultar interesante a los lectores del libro o, por el contrario, producir rechazo a su lectura. Después, en ese largo proceso de corrección y depuración al que someto cualquier cosa que escribo (uno de mis muchos defectos es el inútil perfeccionismo), fui suprimiendo escenas, personajes y reflexiones, que mi instinto me dictaba innecesarios o contraproducentes, porque podrían provocar la apatía de los lectores. Había descubierto, de repente, que cuando se escribe no se hace sólo para el propio deleite; también, y sobre todo, para que los demás lean lo que escribes.

En este blog me sucede algo parecido, aunque no exacto, porque la brevedad del texto exige distintos criterios de revisión que los que demanda la extensión de una novela. Pero, en cualquier caso, debo confesar que, aunque aquí escribo bajo el impulso de ideas sobrevenidas o cogidas al vuelo de “mi” propia actualidad, cuando termino de hilar las frases reviso lo escrito con la mirada puesta en los lectores. La primera parte del trabajo surge de lo que me apetece escribir en ese momento, sin tapujos ni cortapisas, y la segunda de lo que en mi opinión esperan los lectores. A la espontaneidad inicial añado después una cierta dosis de racionalidad, que procuro que no anule la frescura de la improvisación.

Aun así es difícil escribir para todos los gustos. Diría incluso que esta circunstancia podría traer aneja la vulgaridad y la falta de interés. Pero como lo que escribo va dirigido a un entorno muy cercano a mi persona en ideas, costumbres y usos, procuro ceñirme al denominador común que supongo en todos ellos. Lo que no significa en absoluto que lo que figura en estas entradas guste a todos por igual, ni siquiera a la mayoría. Pretendo sólo que no produzca rechazos. Con eso me conformo.

Esta visión permanente de mis potenciales lectores me ha llevado a establecer una serie de criterios que procuro no olvidar, aunque posiblemente me los salte incoscientemente de vez en cuando. El primero es presentar mis reflexiones como fruto de la subjetividad, nunca intentando sentar cátedra. Lo que yo piense no tiene que ser verdad para todos, es sólo mi verdad. Reconozco que problemas de redacción, ese difícil proceso de expresar con exactitud por escrito lo que la mente dicta, puede en ocasiones dar otra sensación, y no son pocos los que me han hecho llegar algún que otro reproche. Gajes del oficio de escribir, que asumo como tales.

Mi segunda norma es huir de la acritud. Puedo no estar de acuerdo con determinadas ideas o con ciertos personajes, pero la discrepancia no me da derecho a demonizarlos. Prefiero defender aquello en lo que creo, que atacar lo que rechaza mi mente. Lo primero me parece constructivo, lo segundo estéril.

Como digo al principio de esta reflexión, en mi opinión se puede y se debe escribir para dar rienda suelta a las inquietudes que uno tenga,  sin perder al mismo tiempo de vista a los potenciales lectores, que son para quienes en realidad uno escribe.

3 comentarios:

  1. Como creo que cuando te refieres al blog de un amigo, soy yo el amigo del que hablas, tengo que intervenir aquí por alusiones.

    Como sabes, ando también en ese dilema de si escribir para los demás o escribir para mí y que otros puedan leer sin enojo eso que he escrito. Pero una cosa es que no lo haya resuelto y otra que renuncie a escribir lo que me apetezca. No hay día en que no me levante pensando eso de "hoy cierro el blog", pero mientras que continúe, ganará a los puntos mi libertad de expresión. Además, creo que el título de mi blog ya hace una advertencia para que nadie se llame a engaño, el que quiera imparcialidad y templanza que lea el Larousse.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En primer lugar, no cierres tu blog. Ya he dicho que a mí me parece interesante. En segundo, creo que debes mantener tu estilo. ¡Hasta ahí podríamos llegar!. Y en tercero, lo que digo o quiero decir en esta entrada es que, cuando escribo, lo hago con absoluta libertad, teniendo al mismo tiempo presente a los demás, lo que quiere decir que, sin renunciar a exponer mis ideas con total transparencia, las presento como mías y por tanto subjetivas. No pretendo sentar doctrina. Que consiga o no compaginar las dos variables es harina de otro costal.

      Eliminar
    2. Si no escribiéramos para nadie no escribiríamos ¿para qué? Todo bulliría dentro. Cuando uno escribe en un blog, aunque nadie conteste, sabes que hay fantasmas que pasan por tus escritos sin que tú te enteres. Si uno escribiera sólo para uno no se tomaría la molestia de corregir la sintaxis o buscar en el diccionario de sinónimos para evitar incómodas duplicidades. Si escribiéramos para "la gente" nos pasaría como a las televisiones que sólo buscarían ganar más dinero en el intento de complacer a la mayor cantidad de gente posible.
      Si uno se dirige a un público analfabeto o con estudios primarios buscará que sus palabras sean entendidas, usando un lenguaje claro, basado en generalidades. A medida que el público se hace más culto podrás hacerte algo más "selecto". Uno, como Gulliver, se adapta a la gente: en el país de los enanos me veo gigante, en el de los gigantes me veo indefenso. Escribo según la circunstancia, ésta me atrae, me corrompe, de ilusiona, me entristece, me alegra... Sin circunstancia, sin público, yo no sería yo, ni mi casa sería mi casa, mi alma es el alma de todos a los que me dirijo, y el alma de los otros penetra en mí.

      Eliminar

Cualquier comentario a favor o en contra o que complemente lo que he escrito en esta entrada, será siempre bien recibido y agradecido.