Acabo de pasar unos días en un ambiente distinto al mío habitual, aunque rodeado por personas que conozco desde hace muchos años y cuya forma de pensar, por consiguiente, no puede sorprenderme a estas alturas. Han sido días de vacaciones, largos y tranquilos, con mucho tiempo y bastantes ocasiones para mantener charlas sobre lo humano, lo divino y, ¡cómo no!, lo político, algunas de ellas bizantinas, para qué voy a negarlo, pero otras de absoluta actualidad; y a lo largo de ellas ha ido apareciendo con mucha frecuencia la pregunta de qué va a pasar en las próximas elecciones locales y autonómicas que se avecinan, y más tarde en las generales. De ese interrogante y de las distintas respuestas voy a decir hoy algo.
En primer lugar, no he observado en ninguna de estas personas que la entrada en escena de los partidos de nuevo cuño haya introducido cambios sustanciales en su alineación política anterior. Acaso, algunos de signo conservador confesaban su hartazgo con el gobierno actual mediante guiños dialécticos a la opción Ciudadanos, y otros, progresistas de siempre, mencionaban a Podemos, más como herramienta de castigo temporal a los partido tradicionales de izquierda que como definitivo cambio de intención de voto. Pero a ninguno de ellos lo he visto desertar abiertamente de sus antiguas lealtades.
En alguna ocasión he dicho que las ideas personales son tercas y reacias al cambio. Por tanto lo que acabo de explicar arriba no me ha sorprendido. La mayoría de los individuos permanecen aferrados a determinados ideales que consideran acertados y mucho tiene que pasar para que modifiquen su criterio. Puede ser que estén dispuestos a efectuar pequeñas variaciones en su adhesión política, siempre que no afecten demasiado a su conciencia, es decir, podría ser que no les importara buscar acomodo en posiciones que intuyen cercanas a las que siempre han defendido. Lo que sucede es que esas intuiciones a veces fallan y ellos lo saben.
Hoy he oído decir a Esperanza Aguirre que lo que necesita el Partido Popular para salir de la crisis que sufre es clarificar su ideología ante la opinión pública. Ella sabrá lo que quiere, pero a mí me parece que si lo hace así cometerá un error político. Precisamente, lo que ha dado la victoria a este partido en varias ocasiones ha sido la nebulosa bajo la que ha sabido ocultar determinadas líneas programáticas, lo que ha permitido que un gran número de votantes se sintiera amparado por ese amplio paraguas ideológico, donde cabe todo o casi todo. La clarificación que propone la conocida política aglutinaría a su alrededor a un buen número de votantes de ideología claramente reaccionaria, pero espantaría al centro derecha, que no está de acuerdo, como se ha visto a lo largo de esta legislatura, con posiciones tan cerradas. Otra cosa es que a ella personalmente le interese hacerlo así para alzarse con el liderazgo de un sector de su partido y después... ya se verá.
Por el contrario, sí creo que al PSOE le interese clarificar la suya. De hecho cada vez oigo con mayor insistencia apelar a la doctrina socialdemócrata y acusar de no estar en ella a Podemos. Entiendo la estrategia, porque en nuestro país hay mucho socialdemócrata que no sabe quién defiende mejor esta ideología. Es a ellos a quienes el Partido Socialista debe dirigir las aclaraciones pertinentes, porque es ahí donde está su caladero: en los centristas del PP, en los que no acaban de ver que Podemos sea un partido socialdemócrata y en los que piensan en Ciudadanos porque no se atreven a dar un paso mayor.
Todas estas maniobras y sus consecuencias nos conducen, como ya he dicho en alguna ocasión en este blog, a un panorama a cuatro bandas, dos en los extremos del arco parlamentario y otras dos ocupando respectivamente el centro izquierda y el centro derecha. Es cierto que veo este dibujo a corto plazo, pero no aseguro que se mantenga a largo, porque es posible que el juego democrático de las alianzas termine simplificando las cosas y reduciendo las cuatro tendencias a tres: derecha centro e izquierda.
Ya falta menos para saber por dónde irán los tiros. Mientras tanto yo aprovecharé cualquier ocasión que se presente para sondear el parecer de los de mi entorno, tan diverso en tendencias e interesante en opiniones.
En primer lugar, no he observado en ninguna de estas personas que la entrada en escena de los partidos de nuevo cuño haya introducido cambios sustanciales en su alineación política anterior. Acaso, algunos de signo conservador confesaban su hartazgo con el gobierno actual mediante guiños dialécticos a la opción Ciudadanos, y otros, progresistas de siempre, mencionaban a Podemos, más como herramienta de castigo temporal a los partido tradicionales de izquierda que como definitivo cambio de intención de voto. Pero a ninguno de ellos lo he visto desertar abiertamente de sus antiguas lealtades.
En alguna ocasión he dicho que las ideas personales son tercas y reacias al cambio. Por tanto lo que acabo de explicar arriba no me ha sorprendido. La mayoría de los individuos permanecen aferrados a determinados ideales que consideran acertados y mucho tiene que pasar para que modifiquen su criterio. Puede ser que estén dispuestos a efectuar pequeñas variaciones en su adhesión política, siempre que no afecten demasiado a su conciencia, es decir, podría ser que no les importara buscar acomodo en posiciones que intuyen cercanas a las que siempre han defendido. Lo que sucede es que esas intuiciones a veces fallan y ellos lo saben.
Hoy he oído decir a Esperanza Aguirre que lo que necesita el Partido Popular para salir de la crisis que sufre es clarificar su ideología ante la opinión pública. Ella sabrá lo que quiere, pero a mí me parece que si lo hace así cometerá un error político. Precisamente, lo que ha dado la victoria a este partido en varias ocasiones ha sido la nebulosa bajo la que ha sabido ocultar determinadas líneas programáticas, lo que ha permitido que un gran número de votantes se sintiera amparado por ese amplio paraguas ideológico, donde cabe todo o casi todo. La clarificación que propone la conocida política aglutinaría a su alrededor a un buen número de votantes de ideología claramente reaccionaria, pero espantaría al centro derecha, que no está de acuerdo, como se ha visto a lo largo de esta legislatura, con posiciones tan cerradas. Otra cosa es que a ella personalmente le interese hacerlo así para alzarse con el liderazgo de un sector de su partido y después... ya se verá.
Por el contrario, sí creo que al PSOE le interese clarificar la suya. De hecho cada vez oigo con mayor insistencia apelar a la doctrina socialdemócrata y acusar de no estar en ella a Podemos. Entiendo la estrategia, porque en nuestro país hay mucho socialdemócrata que no sabe quién defiende mejor esta ideología. Es a ellos a quienes el Partido Socialista debe dirigir las aclaraciones pertinentes, porque es ahí donde está su caladero: en los centristas del PP, en los que no acaban de ver que Podemos sea un partido socialdemócrata y en los que piensan en Ciudadanos porque no se atreven a dar un paso mayor.
Todas estas maniobras y sus consecuencias nos conducen, como ya he dicho en alguna ocasión en este blog, a un panorama a cuatro bandas, dos en los extremos del arco parlamentario y otras dos ocupando respectivamente el centro izquierda y el centro derecha. Es cierto que veo este dibujo a corto plazo, pero no aseguro que se mantenga a largo, porque es posible que el juego democrático de las alianzas termine simplificando las cosas y reduciendo las cuatro tendencias a tres: derecha centro e izquierda.
Ya falta menos para saber por dónde irán los tiros. Mientras tanto yo aprovecharé cualquier ocasión que se presente para sondear el parecer de los de mi entorno, tan diverso en tendencias e interesante en opiniones.
Pues si quieres que te diga la verdad, yo reduciría las opciones a sólo dos: derecha e izquierda, quizás ambas sin alcanzar posiciones de esas que se suelen llamar extremas, porque a mi modesto entender eso del centro es una entelequia, es una posición de quienes pretender encontrarse en el fiel de la balanza, algo irreal. Por supuesto estoy generalizando y no incluyo en mi clasificación a lunáticos nacionalsocialistas ni los llamados antisistemas, entre otros.
ResponderEliminarUtilizo la expresión centro para referirme a una posición relativa dentro del espectro político, no como calificativo ideológico. Para mí el PSOE hasta ahora se situaba en ese centro hipotético, entre IU y PP. A partir de ahora, si de verdad se consolidara una opción de centro derecha (Ciudadanos), el Partido Socialista ocuparía el centro izquierda. Si sólo quedaran tres partidos (una de las hipótesis que manejo), podría hablarse de izquierda, centro y derecha. Y si sólo dos, como tú apuntas, de izquierda y derecha.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que el centro como ideología no es más que una entelequia que suele utilizarse para huir del compromiso.
Me parece que a estas alturas ya nadie sabe qué es eso de la derecha y de la izquierda. Los de derechas se suelen identificar con los conservadores, los de izquierda con el progresismo, y los de centro son, dijéramos, los moderadores: los que quieren ser un poquito conservadores pero a la vez un poquito progresistas, de modo de acaparar la atención de todos, y es que en realidad todo cabe, porque no podemos olvidar que los partidos los componen personas: yo soy progresista en el sentido de que quiero que la sociedad avance hacia un mundo mejor, más justo e igualitario, pero eso a lo que yo llamo más justo e igualitario otros pueden llamar ingenuidad y fantasía. El tiempo, que coloca cada cosa en su sitio y que la memoria -como decíamos en otro apartado-, se encarga de descolocar, dirá si la fantasía se ha convertido en ilusión y en realidad y si la ingenuidad se ha convertido en algo genuino, original y creativo.
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