10 de diciembre de 2015

¿Habrá pactos poselectorales? Ni siquiera ellos lo saben

Aunque yo no tenga nada claro que se vayan a producir pactos poselectorales tras los comicios del 20 D, resulta interesante especular sobre las distintas posibilidades que según algunas opiniones están abiertas. Cuando digo que no lo tengo claro, me estoy refiriendo a gobiernos bipartitos o tripartitos, no a acuerdos que permitan que una fuerza gobierne con el apoyo o consentimiento de otra. Son cosas completamente diferentes, ya que la primera implica un fuerte compromiso, y por tanto responsabilidad en la gobernación del país, y lo segundo tan sólo una manera de dar paso a un determinado partido, sin ataduras que comprometan las actuaciones en el futuro.

Empezaré reflexionando sobre un hipotético acuerdo de gobierno entre el PP y Ciudadanos, dos versiones muy parecidas de la derecha neoliberal, por mucho que Albert Rivera proclame su centrismo, e incluso a veces, en un alarde de osadía, su izquierdismo. ¿Alguien se ha puesto a pensar en cómo se repartirían las carteras? Parece claro que el PP no iba a dejar en  manos de Ciudadanos las de carácter económico, donde radican las claves de la verdadera política. ¿Qué ministerios podría entonces entregar a sus socios? ¿Acaso Interior o Defensa? ¿Quizá Trabajo, Sanidad o Educación? ¿O alguno nuevo, como podría ser resucitar el de Administraciones Locales y endosar los problemas independentistas catalanes al partido emergente? Yo no veo ninguna de esas posibilidades, aunque sí la de que Ciudadanos permita la investidura de Rajoy (siempre que la lista del Partido Popular resultara la más votada), y se mantenga después al margen de responsabilidades de gobierno y a la espera de mejores oportunidades políticas. Lo que significaría para el PP, que a nadie le quepa la menor duda, gobernar durante toda la legislatura con una espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza.

La segunda posibilidad que circula de mentidero en mentidero es la hipotética simbiosis PSOE-Ciudadanos, es decir un acuerdo entre las dos fuerzas más centradas, o menos radicalizadas si se prefiere, dentro del panorama político actual. Sería ésta una combinación entre una izquierda moderada, pero decididamente progresista, y una derecha templada, aunque de manifiesta tendencia conservadora. Curiosamente es uno de los pactos que según las encuestas cuenta con más partidarios, puede ser que porque podría significar a primera vista una cierta templanza o mesura, algo que en estos momentos prefieren muchos españoles. Pero, con toda franqueza, es un maridaje que no me acaba de encajar, aunque reconozco que quizá aquí sí cupiera un cierto reparto de carteras ministeriales, distribución que dependería de cuál de los dos hubiera obtenido más escaños.

El pacto entre los dos partidos de izquierdas todavía resulta, desde mi punto de vista, más improbable. La radicalidad de Podemos, cuyos líderes parecen más pendientes de borrar del mapa a todos los partidos progresistas que preocupados por favorecer el cambio, ignorando de manera sorprendente que tienen muy pocas posibilidades de gobernar, ha dividido el voto progresista, de tal forma que la suma de los dos no alcanzará, a todas luces, la mayoría absoluta. Por tanto, elucubrar sobre esta combinación es creer en que los niños vienen de París. La izquierda va a perder la posibilidad  de volver a gobernar gracias, entre otras cosas, a la ambición desmedida y a la torpeza política de los dirigentes de Podemos. Es una vieja historia que se repite decenio tras decenio, para regocijo y beneficio de las derechas.

Por otro lado, las cavilaciones sobre posibles acuerdos a tres bandas no entran dentro de las reflexiones sensatas, por mucho que ahora estén circulando algunas quinielas tripartitas. Ese sería un rompecabezas difícil de encajar, un maremagno de ideas encontradas, de perfiles diferentes, de mentalidades distintas, que no haría sino llevar a España a la ingobernabilidad. Ni veo tal posibilidad ni la deseo.

Sin embargo, debo añadir que, aunque yo sea un escéptico, cualquier posibilidad está abierta. Todo dependerá del resultado que salga de las urnas, de los votos y escaños que obtenga cada partido. Nunca antes como ahora había estado tan incierto el porvenir político en España.

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