Desde que era niño, soy un entusiasta seguidor de ese género literario que se denomina ciencia ficción. Me refiero, por supuesto, a la narrativa que se basa en especular sobre los avances tecnológicos que puedan producirse en un futuro más o menos inmediato, partiendo del conocimiento riguroso de los estados actuales de la ciencia y de la tecnología. Entre sus mejores representantes se encontrarían el clásico Julio Verne y el más moderno Isaac Asimov.
Existe otra narrativa, con falsas pretensiones científicas, a cuya categoría, a falta de nombre reconocido por la RAE, bautizaré con el de ciencia fantasía. En ésta, bajo la apariencia de una proyección futurista de la tecnología actual, se da rienda suelta a visiones del tiempo venidero más fantásticas que previsibles. Algunos de los representantes de esta última tendencia podrían ser los guionistas de Star Wars.
Sin embargo, mientras que la ciencia ficción me entretiene, e incluso, por qué no decirlo, contribuye a despertar mi capacidad especulativa, la ciencia fantasía me aburre, dicho sea con absoluto respeto a la miríada de seguidores de la conocida serie cinematográfica.
Todo este preámbulo ha de servirme de apoyo para introducir el concepto que ahora me interesa, el de política ficción. Consiste éste en la especulación sobre el devenir político de una sociedad concreta, partiendo de los parámetros que definen su situación actual. Ilustraré la idea con un ejemplo, tomado al vuelo de la realidad que me rodea; y lo haré a modo de guion de un cuento, sin entrar en demasiados detalles, que para el caso que me ocupa no veo necesarios.
1) Se dice que el bipartidismo PP/PSOE se ha hecho insoportable. Una pléyade de jóvenes universitarios, de sindicalistas y de militantes de organizaciones reivindicativas de lo habido y por haber ocupa la Puerta del Sol de Madrid e inicia una serie de protestas callejeras. Meses después, aparecen distintas plataformas políticas, con curiosos denominaciones en todas las lenguas del estado español, a las que se identifica bajo el nombre genérico de Podemos. Su consigna más repetida es la de que hay que acabar con el PSOE, porque ha traicionado a las clases trabajadoras.
2) Al mismo tiempo, el hasta ahora Ciutadans, se transforma en Ciudadanos, cruza el Ebro e inicia una nueva andadura por las tierras de España entera. A grito en pecho, sin complejos de ningún tipo, empieza a reivindicar el espacio que ocupa hoy el PP, a quien acusa de corrupción generalizada. Los españoles, ante la novedad del fenómeno, alucinados con las promesas de regeneración democrática que predican, empiezan a denominar emergentes a estos partidos. Los dos tienen en común el lema de que hay que acabar con el bipartidismo, con la casta, con la política de viejo cuño y con los políticos en blanco y negro (original alusión a una etapa ya caduca de la televisión).
3) Se celebran elecciones generales en España, con el resultado de que los de la casta se mantienen a duras penas en primer y segundo lugar y los emergentes en tercero y cuarto. Como es imposible formar un gobierno con pretensiones de estabilidad, los españoles se ven obligados a acudir a unos nuevos comicios. La campaña electoral se recrudece y los ataques de los emergentes a los blanquinegros alcanzan límites insospechados. Se cierran las urnas, se hace recuento y ¡zas!, el panorama ha cambiado. Podemos y Ciudadanos ocupan las posiciones primera y segunda, a mucha distancia de los segundos y terceros -PP y PSOE-, cuyas formaciones quedan con escasísima representación parlamentaria.
4) Se forma un gobierno de coalición entre Podemos y los restos del PSOE, partido éste que no acaba de encontrar acomodo en el nuevo mapa político, por mucho que algunos de sus más preclaros representantes adviertan del peligro que supone renunciar a los principios socialdemócratas. Ciudadanos y lo que queda del vapuleado PP pasan a la oposición. Se pactan la mesa del congreso, los magistrados del Supremo y del Constitucional, así como los representantes del Consejo General del Poder Judicial, por supuesto respetando las posiciones relativas de los dos grandes partidos en el legislativo, ¡como no podía ser de otra manera!
5) Pasan cuatro años y llegan nuevas elecciones generales. El gobierno de Podemos se ha quemado por las cuatro esquinas políticas, las de la regeneración democrática, la confianza internacional, la mejora económica y el estado del bienestar. El PSOE, su leal apoyo parlamentario, cae todavía más en las encuestas, hasta el punto de que algunos históricos socialistas empiezan a declarar en público que, en beneficio de la unidad de las fuerzas progresistas, sería mejor convertirse en una más de las organizaciones de izquierda que se amparan bajo el paraguas de Podemos. Algunos, muy pocos, resisten.
6) Mientras, en el otro lado del espectro político, Ciudadanos aglutina el malestar social y las encuestan parecen darlo como ganador. El PP, que se ha movido a la sombra de Ciudadanos durante toda la legislatura, experimenta una fuga de militantes hacia su partido hermano, y sólo los más contumaces permanecen fieles a sus siglas de toda la vida, resistiendo contra viento y marea las circunstancias adversas.
7) Los resultados de las elecciones le dan la mayoría absoluta a Ciudadanos. Podemos se queda casi en solitario en la oposición. En la calle algunos grupos de izquierdas, procedentes de las Juventudes Socialistas, empiezan a protestar contra el bipartidismo insoportable; y en los cenáculos de la derecha, jóvenes procedente de Nuevas Generaciones alzan sus voces para denunciar la corrupción que asola a los dos grandes partidos, Ciudadanos y Podemos.
8) Y vuelta a empezar.
8) Y vuelta a empezar.
Hasta aquí el guion que se me ha ocurrido para ilustrar con un ejemplo lo que llamo política ficción. La pregunta que me hago ahora es: ¿el cuento anterior es política ficción o política fantasía? La verdad es que quizá no sea ni lo uno ni lo otro, sino la descripción de la realidad que se ve venir.
Buenos días y feliz año Luis, una discrepancia de tu amigo Fito. El famoso aserto de Ignacio, se utiliza continuamente para justificar el inmovilismo que nos conviene, pero jamás para frenar las acciones que juzgamos que son necesarias. Así, P. Sánchez no sopesó la conveniencia de alterar las candidaturas del PSOE a las municipales y autonómicas, utilizando el denostado sistema digital, favorito de su antagonista, porque intuía el fracaso anticipado por las encuestas. Desgraciadamente, el fracaso se consumó a pesar de su intervención, obtuvo en las municipales en Madrid, solo el 10% del voto, el peor resultado hasta entonces obtenido por el PSOE. No contento con eso, en las elecciones del 20D,cometió idéntico error y manipuló digitalmente la candidatura por Madrid, convencido tal vez de que el procedimiento del PP es superior y mas eficaz que las famosas primarias. Otra vez, desgraciadamente para él, falló su intuición y el resultado fue aun peor que el de las municipales. Estos son los hechos. Pedro Sánchez fue la pequeña esperanza de renovación de un partido consumido por la corrupción y la burocracia, pero que se limitó a apuntalar el ruinoso edificio, sin aplicar ni una sola medida ética de regeneración. hoy solo le queda plegarse al deseo de los inmovilistas de su partido y morir lentamente en un acuerdo con el PP para salvar a España. La renovación del PSOE se llama Podemos, así como la del PP se llama Ciudadanos. Ya casi han desaparecido de Cataluña, País Vasco y Valencia, y en el caso del PSOE también de Madrid, pero bueno, les queda la reserva espiritual de occidente. Veremos por cuanto tiempo. Hoy cumplo 75 años y lo veo todo como algo que afectará poco a lo que me queda de vida, así que si hay nuevas elecciones, esta vez pasaré del todo
ResponderEliminarQuerido Fito me he vuelto loco para encontrar tu comntario, porque en realidad aludes al artículo que publiqué el 31 de diciembre y no a éste. Pero, en cualquier caso, una vez más gracias por tus reflexiones, aunque con algunas de ellas no coincida.
EliminarA mí la introducción de determinadas personas en las listas del PSOE me pareció un eror y los errores se pagan. Ahora bien, no conozco a ningún partido que confeccione sus listas democráticamente. Todas se hacen a dedo, respondiendo a una serie de circunstancias que los aparatos manejan como les conviene electoralmente. El PSOE al menos celebra primarias y Pedro Sánchez fue elegido en unas. Por tanto, se puede hablar de ética comparativa, cómo no, pero no por esta razón.
Otra cosa: el PP no va a ser sustituido por Ciudadanos. Lo que está sucediendo es que se ha producido la escisión que se esperaba desde hace tiempo, entre una derecha-derecha y un centro derecha, como sucede en casi toda Europa. Lo de aquí no era normal ni sostenible. En cuanto al PSOE y Podemos, puede que el segundo llegue a desplazar al primero en cantidad de votos, pero no lo va a sustituir, como tú sugieres, porque las peras no se sutituyen por manzanas, salvo que a uno le dé lo mismo unas que otras, como ahora les sucede a muchos votantes progresistas. Podemos no representa a la socialdemocracia, y espero que esta tendencia siga representada en España por algún partido de izquierda moderada, se llame PSOE o no. Y si es así, seguro que sus ideas seguirán defendidas en el parlamento, porque son muchos los españoles que comparten esta ideología.
Por último, estoy de acuerdo en que las recomendaciones de Ignacio de Loyola, como les pasa a las de la Biblia, pueden ser utilizadas como se quiera, incluso en sentidos opuestos. Lo que sucede es que a mí en este artículo me venían a huevo para solicitar paciencia y cordura a los barones socialistas.
Muchas felicidades por tu cumpleaños. Ya sabes que te sigo los pasos a poca distancia.
Un abrazo.