Acabo de oír en directo a Esperanza Aguirre proponer, para la alcaldía de Madrid, la formación de una gran coalición de centro, constituida por PP, PSOE y Ciudadanos, con el objetivo de desbancar con ella a la candidata Manuela Carmena. Me he quedado perplejo, he subido el volumen del televisor por si el oído me estuviera traicionando, me he pellizcado el antebrazo con la sospecha de que todavía no me hubiera despertado del todo de mi breve siesta y he echado un vistazo a mi alrededor para comprobar que aún seguía en el mundo de los vivos. Después, cuando he reparado en quien estaba proponiendo la genial idea, se ha tranquilizado algo mi desasosegado espíritu y he continuado oyendo con suma atención la rueda de prensa, no sin antes exclamar, porque he sido incapaz de reprimir mis instintos básicos, tiene un morro que se lo pisa.
Yo comprendo que perder las elecciones conlleva un gran disgusto, sobre todo cuando se ha ido a ganarlas con la seguridad que otorga la prepotencia desbocada; sé también que la personalidad de la candidata popular se corresponde con la de una persona que no se da nunca por vencida, y no ignoro que la presidenta del PP madrileño es de las que van por libres, sin respeto ni consideración hacia las directrices de su partido. Por tanto, una vez repuesto de la sorpresa inicial, he sido capaz de entenderlo todo. Lo que no significa que no me haya asaltado una pizca de duda sobre la cordura de la protagonista de la anécdota. Adelanto que Antonio Miguel Carmona, el candidato socialista, parece que ya ha dicho NO a la propuesta de Esperanza Aguirre.
El argumento de la líder popular se basa en que la suma de los votos madrileños procedentes del centro izquierda (PSOE), del centro centro (Ciudadanos) y del centro derecha (PP) es superior a los del partido que quiere romper el sistema democrático en España. Resulta que ahora todos o casi todos somos de centro, con ligeros matices, claro está, pero al fin y al cabo defensores de unos valores constitucionales que nos distinguen de los demás. Hay que tener jeta o, lo que es peor, no se puede estar más lejos de la realidad política española que lo está la señora Aguirre.
Por si fuera poco, en su opinión, si Manuela Carmena fuera alcaldesa de Madrid, convertiría su cargo en un trampolín para que Pablo Iglesias llegara a ser el próximo presidente del gobierno español. No ha explicado cómo, si mediante un golpe de estado o convenciendo a los españoles de que si su opción funciona en Madrid podría funcionar en el resto del país. Ha dicho simplemente, cuidadito que viene el coco, ignorando por completo que los ciudadanos en las urnas ya han demostrado hasta dónde les dan miedo los espíritus malignos y hasta dónde están hartos de políticas antisociales, de corrupción y de mentiras.
Doy por hecho que lo que acabo de contemplar hace un rato en televisión no es más que un esperpento que procede de quien procede. Pero me deja muy preocupado que haya en el actual panorama político español personajes que sigan invocando el miedo y haciendo llamadas a la formación de frentes nacionales. Los ciudadanos españoles, obedientes hasta en la cama, como decía la canción, no nos merecemos que insulten nuestras inteligencias.
Yo comprendo que perder las elecciones conlleva un gran disgusto, sobre todo cuando se ha ido a ganarlas con la seguridad que otorga la prepotencia desbocada; sé también que la personalidad de la candidata popular se corresponde con la de una persona que no se da nunca por vencida, y no ignoro que la presidenta del PP madrileño es de las que van por libres, sin respeto ni consideración hacia las directrices de su partido. Por tanto, una vez repuesto de la sorpresa inicial, he sido capaz de entenderlo todo. Lo que no significa que no me haya asaltado una pizca de duda sobre la cordura de la protagonista de la anécdota. Adelanto que Antonio Miguel Carmona, el candidato socialista, parece que ya ha dicho NO a la propuesta de Esperanza Aguirre.
El argumento de la líder popular se basa en que la suma de los votos madrileños procedentes del centro izquierda (PSOE), del centro centro (Ciudadanos) y del centro derecha (PP) es superior a los del partido que quiere romper el sistema democrático en España. Resulta que ahora todos o casi todos somos de centro, con ligeros matices, claro está, pero al fin y al cabo defensores de unos valores constitucionales que nos distinguen de los demás. Hay que tener jeta o, lo que es peor, no se puede estar más lejos de la realidad política española que lo está la señora Aguirre.
Por si fuera poco, en su opinión, si Manuela Carmena fuera alcaldesa de Madrid, convertiría su cargo en un trampolín para que Pablo Iglesias llegara a ser el próximo presidente del gobierno español. No ha explicado cómo, si mediante un golpe de estado o convenciendo a los españoles de que si su opción funciona en Madrid podría funcionar en el resto del país. Ha dicho simplemente, cuidadito que viene el coco, ignorando por completo que los ciudadanos en las urnas ya han demostrado hasta dónde les dan miedo los espíritus malignos y hasta dónde están hartos de políticas antisociales, de corrupción y de mentiras.
Doy por hecho que lo que acabo de contemplar hace un rato en televisión no es más que un esperpento que procede de quien procede. Pero me deja muy preocupado que haya en el actual panorama político español personajes que sigan invocando el miedo y haciendo llamadas a la formación de frentes nacionales. Los ciudadanos españoles, obedientes hasta en la cama, como decía la canción, no nos merecemos que insulten nuestras inteligencias.
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