Es pronto para entrar en un análisis profundo del resultado de las elecciones autonómicas y municipales que se acaban de celebrar, porque se necesita algún tiempo para digerir la complejidad del mapa político que pueda quedar tras los posibles pactos y cambios de cromos que se avecinan. Sin embargo, como soy amigo de exponer cuanto antes las impresiones que cojo al vuelo, voy a dar unas cuantas aun a riesgo de incurrir en algún error por culpa de la precipitación.
En primer lugar, el vuelco de tendencia tan deseado por la mayoría se ha producido. El Partido Popular, que ha dominado el panorama político durante los últimos años, ha perdido fuelle, por mucho que cacareen sus dirigentes que como son la lista más votada han ganado las elecciones. Ayer le oí decir a uno de ellos que se sentía satisfecho porque uno de cada cuatro ciudadanos les había votado, obviando que tres de cada cuatro no se han dignado otorgarles su confianza. ¿Es eso ganar las elecciones? La corrupción, la prepotencia y las políticas de austeridad están detrás de esta debacle, que no estoy seguro de que el PP sea capaz de reconocer y por tanto de rectificar. ¿Seguirá Mariano Rajoy al frente del partido? Supongo que sí, por eso de que en tiempo de tribulación no hacer mudanza, que aconsejaba Ignacio de Loyola.
La segunda conclusión que saco es que el PSOE ha resistido por encima del nivel en el que algunos situaban su caída. Como todo es relativo, sus militantes pueden sentirse satisfechos, entre otras cosas porque de momento parecen estar en condiciones de aglutinar a su alrededor gobiernos de izquierdas o de apoyar a otras formaciones para formarlos. Recuperar Extremadura y quizá Castilla-La Mancha es un logro emblemático. Se desplaza al “viajero enamorado” y se sustituye a la polifacética secretaria general del PP. Espero y confío en que Pedro Sánchez sepa administrar bien el resultado y esta situación sea el principio de la recuperación del partido socialdemócrata.
La tercera reflexión es que los partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, se han hecho notar bastante más allá de lo que parecía previsible, los primeros disputándole el voto a la izquierda moderada y a la no tan moderada, y los segundos aglutinando el de la derecha descontenta. En cualquier caso, fuerzas renovadoras, aires frescos, cambio de panorama. El bipartidismo no ha dejado de existir desde un punto de vista global, pero sus cimientos se han puesto a prueba. Habrá que empezar a hablar de partidismo a cuatro bandas, lo que no es malo, sino todo lo contrario.
Lo de Podemos es un fenómeno difícil de catalogar, cuando por ejemplo Manuela Carmena se ha pasado la campaña insistiendo en que ella no era de ese partido, algo que sin duda le ha otorgado el voto de bastantes gente de la izquierda moderada, dicho sea sin menoscabo de su perfil mesurado y su prestigio de persona honrada, que las torpes y malévolas acusaciones de Esperanza Aguirre no han podido destruir. Los ciudadanos han despedido a esta última del panorama político por la puerta grande, a pesar de su invocación al Espíritu Santo, que ese día debía de estar ocupado en menesteres de mayor consideración. O no, porque su casticismo chabacano, tan al gusto de algunos, puede hacerla resucitar cuando menos lo esperemos. De momento parece que continuará al frente del PP de Madrid, que manda huevos, como diría uno de sus ilustres correligionarios.
En cuanto a Ciudadanos, ya va siendo hora de que se quite la máscara progresista y nos muestre sus verdaderas intenciones. A las cosas hay que llamarlas por su nombre y no avergonzarse de ser lo que se es, en este caso un partido de derechas dispuesto, entre otras cosa, a apoyar a Cifuentes para formar gobierno en la Comunidad Autónoma de Madrid. En su derecho está, no seré yo quien lo discuta, pero que enseñe su rostro de una vez, que se deje de milongas progresistas.
Por último, y no menos importante, Izquierda Unida y UPyD no han resistido la convulsión, los primeros debido a su cisma interno y los segundos gracias a las torpezas estratégicas de su líder, Rosa Díez, que abandona por KO técnico, dos situaciones que traen causa de la aparición de Podemos y Ciudadanos respectivamente.
Sólo me queda una cosa por decir, que no me perdonaría dejar en el tintero: la democracia ha ganado por encima de cualquier otra consideración. Podrán gustarme más o menos los resultados, pero de lo que me siento muy satisfecho es de que una vez más los españoles hayamos sido capaces de expresarnos libremente, esta vez ante un panorama de ofertas tan variadas que hasta confundían. Se nota la frescura que ha empezado a orear el panorama político español. Ojalá continúe la catarsis.
En primer lugar, el vuelco de tendencia tan deseado por la mayoría se ha producido. El Partido Popular, que ha dominado el panorama político durante los últimos años, ha perdido fuelle, por mucho que cacareen sus dirigentes que como son la lista más votada han ganado las elecciones. Ayer le oí decir a uno de ellos que se sentía satisfecho porque uno de cada cuatro ciudadanos les había votado, obviando que tres de cada cuatro no se han dignado otorgarles su confianza. ¿Es eso ganar las elecciones? La corrupción, la prepotencia y las políticas de austeridad están detrás de esta debacle, que no estoy seguro de que el PP sea capaz de reconocer y por tanto de rectificar. ¿Seguirá Mariano Rajoy al frente del partido? Supongo que sí, por eso de que en tiempo de tribulación no hacer mudanza, que aconsejaba Ignacio de Loyola.
La segunda conclusión que saco es que el PSOE ha resistido por encima del nivel en el que algunos situaban su caída. Como todo es relativo, sus militantes pueden sentirse satisfechos, entre otras cosas porque de momento parecen estar en condiciones de aglutinar a su alrededor gobiernos de izquierdas o de apoyar a otras formaciones para formarlos. Recuperar Extremadura y quizá Castilla-La Mancha es un logro emblemático. Se desplaza al “viajero enamorado” y se sustituye a la polifacética secretaria general del PP. Espero y confío en que Pedro Sánchez sepa administrar bien el resultado y esta situación sea el principio de la recuperación del partido socialdemócrata.
La tercera reflexión es que los partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, se han hecho notar bastante más allá de lo que parecía previsible, los primeros disputándole el voto a la izquierda moderada y a la no tan moderada, y los segundos aglutinando el de la derecha descontenta. En cualquier caso, fuerzas renovadoras, aires frescos, cambio de panorama. El bipartidismo no ha dejado de existir desde un punto de vista global, pero sus cimientos se han puesto a prueba. Habrá que empezar a hablar de partidismo a cuatro bandas, lo que no es malo, sino todo lo contrario.
Lo de Podemos es un fenómeno difícil de catalogar, cuando por ejemplo Manuela Carmena se ha pasado la campaña insistiendo en que ella no era de ese partido, algo que sin duda le ha otorgado el voto de bastantes gente de la izquierda moderada, dicho sea sin menoscabo de su perfil mesurado y su prestigio de persona honrada, que las torpes y malévolas acusaciones de Esperanza Aguirre no han podido destruir. Los ciudadanos han despedido a esta última del panorama político por la puerta grande, a pesar de su invocación al Espíritu Santo, que ese día debía de estar ocupado en menesteres de mayor consideración. O no, porque su casticismo chabacano, tan al gusto de algunos, puede hacerla resucitar cuando menos lo esperemos. De momento parece que continuará al frente del PP de Madrid, que manda huevos, como diría uno de sus ilustres correligionarios.
En cuanto a Ciudadanos, ya va siendo hora de que se quite la máscara progresista y nos muestre sus verdaderas intenciones. A las cosas hay que llamarlas por su nombre y no avergonzarse de ser lo que se es, en este caso un partido de derechas dispuesto, entre otras cosa, a apoyar a Cifuentes para formar gobierno en la Comunidad Autónoma de Madrid. En su derecho está, no seré yo quien lo discuta, pero que enseñe su rostro de una vez, que se deje de milongas progresistas.
Por último, y no menos importante, Izquierda Unida y UPyD no han resistido la convulsión, los primeros debido a su cisma interno y los segundos gracias a las torpezas estratégicas de su líder, Rosa Díez, que abandona por KO técnico, dos situaciones que traen causa de la aparición de Podemos y Ciudadanos respectivamente.
Sólo me queda una cosa por decir, que no me perdonaría dejar en el tintero: la democracia ha ganado por encima de cualquier otra consideración. Podrán gustarme más o menos los resultados, pero de lo que me siento muy satisfecho es de que una vez más los españoles hayamos sido capaces de expresarnos libremente, esta vez ante un panorama de ofertas tan variadas que hasta confundían. Se nota la frescura que ha empezado a orear el panorama político español. Ojalá continúe la catarsis.
Luis, me parece muy tendencioso que hayas escogido esa foto para encabezar tu artículo. ¿No podrías cambiarla por la de la "novia" de Monago, por ejemplo, ya que aludes a él pero no a la señora Rita?
ResponderEliminarAngel
Ángel, si observas con detenimiento, a Rita Barberá le he dedicado, además de la foto, el título. Cuando se despedía de sus seguidores el día de las elecciones, iba cantando "vámonos..., vámonos...", no con la música del cuplé, pero sí con aires marchosos. Por tanto, la foto no es tendenciosa sino relativa. Mi maldad no llega a tanto.
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