12 de febrero de 2015

¿Dónde está su programa?



Me había propuesto no abordar en este blog análisis políticos, pero la deriva que van tomando los acontecimientos me está moviendo de cuando en cuando a incumplir mi propósito inicial. Al fin y al cabo, aunque no sea un analista, la cosa pública me preocupa como a casi todo el mundo, mucho más en unos tiempos tan convulsos como los que estamos viviendo. Todos los días nos desayunamos con alguna noticia sorprendente, que como poco provoca inquietud en las conciencia, y en algunos casos temor.

Va pasando el tiempo y cada día se publican nuevas encuestas cuyos resultados ponen de manifiesto la intención de voto de los españoles. El PP, a pesar del desgaste sufrido como consecuencia de las recetas que ha utilizado para, según sus líderes, sacar al país de la crisis, mantiene una base de incondicionales que puede convertirlo en la fuerza más votada. El electorado de izquierdas aparece cada vez más fragmentado y, aunque es cierto que siempre lo ha estado, con la irrupción de Podemos en el panorama político ahora parece desquiciado. Por otro lado, algunos partidos de imprecisa definición ideológica, como UPD y Ciudadanos, navegan en aguas turbulentas a la espera de pescar lo que les ofrezca el río revuelto. Por último, los nacionalistas están más preocupados por la política que atañe a su particular ámbito geográfico que por la que nos afecta a todos.

Podemos, con esa actitud tenaz y agresiva de propagar a los cuatro vientos lo que no se debe hacer y ocultar en la oscura opacidad del silencio lo que pretenden hacer ellos, va ganando adeptos, gentes que suponen que detrás de las descalificaciones genéricas que el nuevo partido reparte a diestro y siniestro tiene que haber, por fuerza, un programa que acabe con tanta iniquidad como dicen que existe.

Cuando se es ante todo demócrata, debería confiarse en el buen juicio de los electores, dicho sea lo anterior con la aplicación colectiva y no individual de la palabra juicio. Desde que a partir de la llamada Transición se restableció el derecho a decidir en las urnas, no he dejado de acudir a una sola de las elecciones. En algunas ha triunfado mi opción y en otras no. Pero debo confesar, a fuer de ser sincero, que cuando ha perdido no me he llevado ninguna sorpresa, porque razones objetivas o subjetivas no faltaban.

Ahora, sin embargo, contemplo el panorama con cierta preocupación, porque un elemento extraño ha entrado en juego, el hartazgo de los españoles, que como toda reacción visceral es mala consejera de la razón. Como consecuencia, se ha puesto en marcha un partido que intenta aglutinar el descontento de la ciudadanía, como si ellos fueran los únicos que pudieran redimirnos de tanto desatino. Cuando los oigo me parece como si hubieran estado hasta ahora viviendo en otro planeta, acabaran de aterrizar en España y descubrieran de repente el panorama. ¿Dónde estaban ellos? Donde nosotros o, mejor dicho, militando en alguno de esos partidos que ahora denigran.

Hoy he tenido oportunidad de ver y oír en una tertulia de televisión a cierto líder de Podemos. Cuando uno de los participantes habituales le ha comentado que según algunos medios había sospechas de financiación ilegal de su partido procedente del entorno bolivariano, el joven político ha mostrado un cartapacio, en realidad un soporte electrónico, que casualmente llevaba en el bolsillo, y ha contestado a gritos que ahí estaba toda su contabilidad, a disposición de cualquiera que desee analizarla. ¡Vaya, hombre! Eso ya lo había oído yo decir en algún otro sitio. Las contabilidades oficiales, las A, aunque parezca mentira también existen y son precisamente las que audita el Tribunal de Cuentas.

Recomiendo a los lectores de esta reflexión que lean el artículo “La sinrazón populista”, de Pierpaolo Barbieri, que ha publicado El País el día 12 de febrero de 2015 en sus páginas de opinión. Su final es contundente: “Defendamos el liberalismo imperfecto que pregunta, que cede, que no demoniza, y que rechaza las reelecciones indefinidas. Ante la duda, más humanismo. Ante la duda, más democracia. Y los caudillos para la historia”.

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