La derecha está frotándose las manos. Los conservadores creían tenerlo todo perdido y de repente, no sus méritos, la torpeza de sus rivales de la izquierda les ha devuelto la esperanza de volver a ganar las elecciones, quizá no por mayoría absoluta, pero ya se encargarán de establecer los pactos que necesiten para continuar gobernando al menos una legislatura más.
En mi opinión, la causa de su posible victoria estaría en la férrea unión que mantienen los que se consideran amparados por el paraguas conservador y en la desunión, por no decir pelea de gallos, que campea en la izquierda de nuestro país. Este panorama no es nuevo, hace tiempo que las cosas son así, pero es cierto que en los últimos meses se ha recrudecido.
Para un votante de izquierdas “de toda la vida” el panorama no puede ser más desolador. Así jamás se logrará convertir en realidad los ideales de igualdad y solidaridad social. Se seguirá ladrando por las esquinas y ellos dirán aquello de “ladran, luego cabalgamos”. Habrá clamor por la pérdida de los derechos sociales logrados a lo largo de tantos años de lucha, pero los lamentos no servirán de nada en absoluto, quizá sólo para seguir desuniendo a los progresistas, culpándose los unos a los otros de todos los males posibles.
Son muchos los que piensan que se necesita una nueva izquierda que nazca de las cenizas de la actual, porque ésta poco menos que se ha prostituido. Sostienen que los escándalos de corrupción, la endogamia de los aparatos, las ambiciones personales de sus líderes y tantos y tantos otros vicios de los viejos partidos progresistas requieren su refundación, introducir una ética en el funcionamiento de sus organizaciones que se ha perdido. Hay que cambiarlo todo, proclaman, porque lo actual no sirve. Hay que ser valiente, mirar con esperanza el futuro y acabar con lo que nos rodea, continúan diciendo.
En alguna ocasión he opinado en estas páginas que a mi entender el problema no está en el ADN de los actuales dirigentes de los partidos de izquierdas, sino en el marco jurídico en el que se mueven. Los nuevos dirigentes, esos que ahora pretenden mostrarse inmaculados ante la opinión pública, son iguales genéticamente a los otros, porque provienen de la misma sociedad civil, muchos de ellos incluso de los partidos que ya existían. Pensar que sin cambiar el entorno cambiarán las formas de hacer política tiene muy poco fundamento científico. Es a mi juicio una ilusión sin cimientos, que sólo se basa en una vaga esperanza, en la confianza de que, como esto no me gusta, probemos con algo nuevo, ignorando los peligros que implican los saltos en el vacío. No hablo de riesgos personales, me refiero a colectivos
Si no fuera porque nos estamos jugando entrar en un proceso de reacción que puede prolongar todavía mucho más la presencia del neoliberalismo económico que domina el actual panorama, quizá guardara silencio y esperara a ver qué pasa. Sería lo más cómodo para mí. Pero me queda el derecho a opinar y a manifestar lo que ya dije en este blog hace unas semanas: la rueda está inventada hace ya mucho tiempo. Reparemos sus averías y dejémonos de ensoñaciones arriesgadas.
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