9 de febrero de 2015

La felicidad


En una maravillosa obra de teatro titulada “Tres años” –moderna adaptación de una serie de reflexiones contenidas en varias creaciones de Anton Chejov-, a cuya representación acudí hace unos días en el entrañable teatro Guindalera, se desliza una frase que capté al vuelo del intenso diálogo que se desarrollaba sobre las tablas del escenario: "la felicidad tiene mucho que ver con la aceptación de tu propia realidad".
Nos pasamos la vida pensando en el mañana, abstracto lugar donde situamos nuestras ilusiones. Tan es así, que el presente, lo único que en realidad existe, nos pasa desapercibido y se evapora entre nuestras manos sin apenas disfrutarlo. El pasado ya ha dejado de existir, si acaso sólo quede un recuerdo amortiguado o deformado por la memoria. Y el futuro no existe todavía, por mucho que tratemos de imaginarlo.
La felicidad, de la que, dejando aparte las acepciones que aparecen en los diccionarios, nunca he encontrado una definición precisa, aunque todos sepamos de qué hablamos cuando la mencionamos, solemos situarla en el futuro, la embellecemos de tal forma que la convertimos en la idea difusa de un estado de bienestar impreciso. Contemplada de esta forma, no es más que una ilusión, que nace en nuestro cerebro y muere en él sin que llegue nunca a materializarse.
Sólo vivimos el presente, ese breve lapso de tiempo que transcurre entre el pasado que acaba de fugarse y el futuro que está entrando en nuestra vida como una página en blanco. Es en ese momento, en ese preciso instante donde habría que situar la felicidad, si es que existe en nuestro caso. Pero no sólo situarla, hay que reconocerla, saborearla y disfrutarla, porque ese ahora es la única realidad temporal de nuestras vidas.
He leído en alguna ocasión que la felicidad es ausencia de infelicidad, una perogrullada que no por ello deja de ser cierta. Si reflexionáramos más sobre nuestra propia realidad, seguramente llegaríamos a la conclusión de que las cosas no están tan mal como las imaginábamos y, por tanto, que nos encontráramos ante esa ausencia de infelicidad que antes decía y nos sintiéramos felices.
Soy consciente de que lo que acabo de decir suena a voluntarismo, incluso es posible que alguno me achaque ingenuidad. Yo intento en cada momento, y a veces casi lo consigo, reconocer mi realidad del momento, sea esa cual sea, y no esperar a que la felicidad me llegue en ese mañana que no existe. O la aferro y la disfruto ahora o nunca gozaré de ella.
Por cierto, ese teatro Guindalera (www.teatroguindalera.com) que citaba más arriba va a cerrar sus puertas, una vez más  por causas económicas. A los que no lo conozcan les diré que se trata de un pequeño local con capacidad para algo menos de cien personas, en el que los actores casi tocan a los espectadores, una sensación de cercanía a la escena que resulta en ocasiones turbadora, pero siempre mágica. He acudido a él en los últimos años en unas cuantas ocasiones y siempre me he encontrado con extraordinarias representaciones, no sólo por la elección de títulos y autores, también por la calidad de actores y directores. Ojalá no se cumpliera nunca el pronóstico de ese cierre, pero mucho me temo que estemos a punto de perder para siempre uno de esos lugares que hacen las delicias de los aficionados al arte escénico. Una verdadera pena.

3 comentarios:

  1. Voy a inventarme una frase: para transcurrir por la vida, es mejor ser rico que ser pobre. Casi todo el mundo va a estar de acuerdo con este enunciado (entre otras cosas porque no he dicho en qué consiste ser rico), pero resulta que la riqueza no necesariamente depende del sujeto, así que una vez más, la frase no deja de ser una perogrullada difícil de seguir.
    A mí también esa frase que citas me dejó rumiándola para sacar conclusiones y finalicé despreciándola, al menos no la guardé en mi archivo de frases con verdadero sentido. ¿La razón?: pues para mí la lucha contra la realidad personal es una característica del ser humano y precisamente una de esas que nos define. Si un perro (animal inteligente donde los haya) pierde una pata en un atropello, a los pocos minutos de cesar el dolor físico sigue tan campante porque acepta su realidad de manera biológica. Si tú pierdes una pierna, ese hecho va a influir en todo lo de tu vida, así que aunque lo aceptes como inevitable, va a influir en tu carácter y en tu devenir. La conclusión (muy inmediata, está claro) es que debemos tratar de parecernos a un perro, pero sin pasarnos, porque a esa aceptación de la realidad acompañan otras características no tan deseables.

    ResponderEliminar
  2. Amigo Mulliner, en primer lugar agradezco tu comentario sobre una frase que, es cierto, oímos juntos aquel día. Para mí son cosas muy distintas reconocer en tu realidad los aspectos positivos que haya y congratularte si los encuentras, que intentar modificar los negativos para, en la medida de lo posible, convertirlos en positivos o, al menos, paliarlos o anularlos. Lo primero persigue localizar la felicidad (por seguir con el título de esta reflexión) y lo segundo la superación de tu propia realidad. A mi entender son dos conceptos distintos, que pueden resultar coincidentes en el tiempo y que no se anulan entre sí.

    ResponderEliminar
  3. Decía el psicólogo Maslow que el hombre tiene una serie de necesidades, y las esquematizaba en una pirámide. En el primer escalón tendríamos las necesidades básicas: el alimento, la salud; en el segundo la necesidad de seguridad: el techo, el hogar; en el tercero la necesidad de pertenencia a un grupo y ser aceptado, en el cuarto la familia y el amor, en el sexto la autorrealización.
    Yo creo que resume muy bien lo que es la felicidad: asentar bien cada escalón, y una vez bien asentado, ascender al siguiente.
    Por supuesto que una necesidad básica como es la salud, cuando no se tiene, ocasiona infelicidad.
    Dijo Sócrates "Cásate: si por casualidad das con una buena mujer, serás feliz; si no, te volverás filósofo, lo que siempre es útil para el hombre."

    ResponderEliminar

Cualquier comentario a favor o en contra o que complemente lo que he escrito en esta entrada, será siempre bien recibido y agradecido.