Quienes opinan así no tienen en cuenta algunos principios elementales de economía moderna, sobre todo el que defiende la necesidad de avanzar hacia mercados integrados, única forma para poder competir en el internacional con cierta posibilidad de éxito. Puede ser que lo hagan porque echan de menos los tiempos del aislamiento y de la heroica autosuficiencia, cuando hubo que poner en marcha el gasógeno y fabricar el Biscuter; o puede que sea por puro desconocimiento de las leyes que rigen la economía de mercado, en la que estamos inmersos nos guste o no.
Si España no fuera miembro de la Unión Europea desde hace tiempo, y por tanto no hubiera estado recibiendo durante tantos años la ayuda de sus socios, es posible que la crisis nos hubiera sorprendido con una economía atrasada en varios lustros con respecto al nivel actual. Como consecuencia, el país se habría hundido en la más profunda de las recesiones y convertido en una nación insignificante, sin capacidad de recuperación. Además, sin el respaldo europeo no hubiera sido posible el rescate de nuestro sistema financiero, ese que algunos niegan.
Europa es un proyecto al que le quedan muchas etapas por cubrir. Se equivocan los que juzgan la situación actual como definitiva, porque sólo estamos en los comienzos del desarrollo de la identidad europea. Es cierto que se ha empezado por crear un mercado único y por implantar una sola moneda, sin haber cerrado bien los aspectos financieros, fiscales y otros necesarios para que el sistema económico funcione de manera equilibrada. Pero eso es algo que tiende a solucionarse, aunque sólo sea porque estamos condenados a entendernos. La crisis ha actuado como un potente revulsivo y ha abierto los ojos a muchos, y nunca es tarde si se reacciona con la voluntad de resolver los desajustes estructurales.
La pregunta que se hacen muchos es por qué se avanza con tanta lentitud. En primer lugar porque la historia de Europa ha dejado una pesada herencia de rivalidades y desconfianzas, difíciles de superar en tan poco tiempo. Se pueden suprimir las fronteras políticas por decreto, pero resulta más difícil eliminar las mentales. Los gobiernos democráticos de cada una de las naciones actúan bajo la presión de sus respectivas opiniones públicas y a estas no les gustan por igual las decisiones que se van tomando, por lo que la larga marcha hacia la integración total resulta un proceso de lentos ajustes, con avances y estancamientos, aunque nunca retrocesos.
Además, los interese creados durante siglos no se pueden desmontar de la noche a la mañana. Los ciudadanos de los países ricos no están en contra de que los que pertenecen a los menos desarrollados progresen hacia un mejor nivel de vida, pero es fácil entender que prefieran que no lo hagan a costa de su propio bienestar. Los fondos europeos de desarrollo y cohesión son los únicos instrumentos que pueden acabar con las desigualdades entre las naciones europeas, y no se les puede pedir a los ciudadanos de los países que aportan el dinero que estén dispuesto a ir más allá de lo que en cada momento consideren más adecuado a sus intereses personales.
Pero Europa está ahí, construyéndose día a día, avanzando contra corriente, intentando convertirse en una identidad política, económica y social que pueda competir en el mercado internacional. Sus dirigentes conocen perfectamente que no hay otra solución que seguir adelante, si no quieren que la vieja Europa, la que durante siglos ha marcado en gran medida los destinos del planeta, perezca derrotada por sus competidores. Sólo así podrá sobrevivir. Al menos de momento.
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EliminarLo primero que me he preguntado antes de responder a este artículo es: ¿por qué habéis borrado tantas respuestas?
EliminarEs cierto que a veces el exceso de debate aturde, aunque en ocasiones ilustra.
Qué duda cabe que estar en Europa debe de ser algo bueno; sin embargo yo con el tema actual de Grecia siempre tengo una pregunta en el aire: ¿qué hubiera pasado si Grecia finalmente hubiera salido del euro? parece que son muchos los prestigiosos economistas que lo avalarían. Me gustaría que en las televisiones y las radios (las habrá aunque no las conozco) hubiera más debates formativos (que no peleones, gritones, electoralistas y demás) sobre el asunto.