Hace tiempo que se puso de moda iniciar determinadas frases con un infinitivo, con una forma no personal del verbo.
-Decir que mañana hay que madrugar –informa el guía turístico a sus tutelados.
¿Quién lo dice? Nadie, porque el infinitivo no admite persona. Al menos en el español correcto.
-Informar que se espera que mañana haga buen tiempo –continua el cicerone antes de despedir hasta el día siguiente a los integrantes de su grupo.
A mi estas expresiones me recuerdan al doblaje de las películas del oeste americano, cuando el jefe cheyenne o el sioux o el comanche le espetaba al coronel Custer o a Buffalo Bill o a David Crockett: “yo gran jefe matar todos rostros pálidos si no salir fuera tierra india”. El pobre no sabía conjugar y tenía que utilizar infinitivos para hacerse entender, si no quería que aquella situación fuera a mayores.
La utilización del infinitivo necesita el auxilio de otro verbo. Por ejemplo, en estos casos, “debo deciros, para que no se le olvide a nadie, que mañana hay que madrugar” o “tengo que informaros que se espera que mañana haga buen tiempo”.
He observado que se trata de un virus del lenguaje muy contagioso y me he puesto a intentar encontrar las causas. Quizá una de ellas sea la misma que obligaba a los indios del Far West a utilizar un tiempo no personal del verbo, la sencillez constructiva de la frase. Si esta fuera la razón, intentaría disculpar al contagiado, porque bastante tiene con no saber conjugar correctamente. Pero me temo que haya otra motivación, que nunca podría justificar, la pedantería del hablante, a cuyos oídos suena esta construcción gramatical como música celestial.
Otra frecuente incorrección lingüística es adjudicarle propietario a los adverbios de lugar.
-Ponte detrás mío -ordena alguien y se queda tan ancho después de arrogarse la propiedad del espacio físico que se extiende a sus espaldas.
En realidad lo correcto hubiera sido decir detrás de mí.
-Cuando quise darme cuenta, estaba encima mío –se queja alguien, como si el espacio por encima de su cabeza fuera suyo.
Habría quedado como los propios ángeles si hubiera dicho encima de mí.
En el caso de este último virus no hace falta analizar sus posibles causas. Se trata simplemente de una incorrección lingüística que pone de manifiesto que el infectado no estudió en su día Gramática Española como debería haberlo hecho. Conocer bien sus principios es sin duda la mejor vacuna para evitar contagios de este tipo.
-Decir que mañana hay que madrugar –informa el guía turístico a sus tutelados.
¿Quién lo dice? Nadie, porque el infinitivo no admite persona. Al menos en el español correcto.
-Informar que se espera que mañana haga buen tiempo –continua el cicerone antes de despedir hasta el día siguiente a los integrantes de su grupo.
A mi estas expresiones me recuerdan al doblaje de las películas del oeste americano, cuando el jefe cheyenne o el sioux o el comanche le espetaba al coronel Custer o a Buffalo Bill o a David Crockett: “yo gran jefe matar todos rostros pálidos si no salir fuera tierra india”. El pobre no sabía conjugar y tenía que utilizar infinitivos para hacerse entender, si no quería que aquella situación fuera a mayores.
La utilización del infinitivo necesita el auxilio de otro verbo. Por ejemplo, en estos casos, “debo deciros, para que no se le olvide a nadie, que mañana hay que madrugar” o “tengo que informaros que se espera que mañana haga buen tiempo”.
He observado que se trata de un virus del lenguaje muy contagioso y me he puesto a intentar encontrar las causas. Quizá una de ellas sea la misma que obligaba a los indios del Far West a utilizar un tiempo no personal del verbo, la sencillez constructiva de la frase. Si esta fuera la razón, intentaría disculpar al contagiado, porque bastante tiene con no saber conjugar correctamente. Pero me temo que haya otra motivación, que nunca podría justificar, la pedantería del hablante, a cuyos oídos suena esta construcción gramatical como música celestial.
Otra frecuente incorrección lingüística es adjudicarle propietario a los adverbios de lugar.
-Ponte detrás mío -ordena alguien y se queda tan ancho después de arrogarse la propiedad del espacio físico que se extiende a sus espaldas.
En realidad lo correcto hubiera sido decir detrás de mí.
-Cuando quise darme cuenta, estaba encima mío –se queja alguien, como si el espacio por encima de su cabeza fuera suyo.
Habría quedado como los propios ángeles si hubiera dicho encima de mí.
En el caso de este último virus no hace falta analizar sus posibles causas. Se trata simplemente de una incorrección lingüística que pone de manifiesto que el infectado no estudió en su día Gramática Española como debería haberlo hecho. Conocer bien sus principios es sin duda la mejor vacuna para evitar contagios de este tipo.
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