Pantano de Castellote |
Digo lo anterior, porque cada día que pasa proliferan más los “talibanes” del ecologismo, verdaderos integristas que, llevados de su desaforado y casi sacro amor a la naturaleza, cerrarían el acceso a cualquier rincón del espacio habitable, para que ningún ser humano pudiera visitarlo, no fuera su presencia a deteriorar el entorno.
Entonces, ¿para qué le serviría al hombre una naturaleza que no pudiera pisar? Quizá para que un grupo de estudiosos disfrutara a sus anchas, sin molestas compañías, de la soledad del campo; o para que avezados periodistas gráficos filmaran con comodidad unos maravillosos espacios naturales, que luego contemplaríamos en National Geographic o en otros medios especializados, apoltronados en las mullidas butacas de nuestros cuartos de estar.
Sí me gustan, no obstante, los modernos conceptos de impacto ambiental controlado y de crecimiento sostenible, según los cuales no hay que detener el progreso que vaya en beneficio de la sociedad de los humanos, siempre que se haga protegiendo al mismo tiempo la naturaleza afectada y el entorno natural.
Recuerdo hace unos años las obras para un nuevo trazado de la carretera que desde Castellote, mi querido pueblo, conduce primero al pantano de Santolea y después se adentra en el profundo Maestrazgo. Fueron muchas las voces que se alzaron entonces para denunciar que los taludes que aparecían, consecuencia de los necesarios movimientos de tierra que inevitablemente hubo que hacer, estaban deteriorando el paisaje. Proclamaban que se dejaran las cosas como estaban, con el viejo trazado del siglo XIX, que nadie había modificado desde entonces, cuando se construyó para que circularan por sus endiabladas curvas vehículos de tracción animal.
Pues bien, terminadas las obras, la propia naturaleza ha restaurado poco a poco la vegetación en las calvas abiertas, integrando el trazado de la carretera en el paisaje, como si siempre hubiera estado ahí. Además, los ciudadanos disponemos ahora de una carretera cómoda y segura, que nunca hubiéramos disfrutado de triunfar las tesis de los ecologistas más exaltados.
Sólo es un ejemplo, pillado al vuelo de mi propia experiencia. Pero estoy seguro de que los lectores de este artículo encontraran otros muchos a su alrededor. Una cosa es el detestable “Algarrobico” y otra muy distinta detener el progreso de la sociedad hacia el bienestar, en aras de un ecologismo desaforado.
Por hacer un poco de la parte contraria y crear debate, que no polémica, que son dos cosas diferentes, y por poner un ejemplo que tengo cercano, te citaré el Coto de Doñana, ahora llamado Parque Nacional de Doñana. En su día se planeó hacer una carretera que uniera Cádiz con Huelva: nos habríamos ahorrado una hora y media de carretera. Hubo mucha polémica entonces, creo que eran los años ochenta: se citaba el impacto ambiental por parte de los defensores del Coto; los onubenses que tenían negocios o familiares en Cádiz y viceversa decía: ¡qué tontería si total el Coto no se puede visitar...!
ResponderEliminarCon el tiempo la carretera no se construyó, el Coto (Parque) se puede visitar, los que tenemos familia en Huelva tardamos un poco más en llegar pero no nos importa porque la ilusión del reencuentro dura algo más...
Hoy ya no se habla (yo no lo escucho) del tema: debe de ser que la raza humana deja de lado temas que pasaron de moda, debe de ser que los humanos nos adaptamos a lo que nos echen.
De todos modos me gusta ver a los de Greenpeace trajinando, total, me digo, al final si el Estado decide construir una nueva carretera, o una nueva plataforma petrolífera, lo van a conseguir, y si no fuera por todos estos activistas tal vez los gobiernos no agudizarían su ingenio de forma de no perjudicar a la Naturaleza.
El tema del impacto ambiental es algo que hoy ocupa un lugar importante en la palestra, por aquello del cambio climático: quizá sean exageraciones, tal vez no lo sean. Creo que es importante que se hable del tema y que se eviten en lo posible impactos ambientales.
Y llamar talibanes a los defensores de la naturaleza, por exageradas que sean las causas que defiendan, me parece excesivo
Ls talibanes a lo que me refiero no son los amigos de Greenpeace, con los que yo también simpatizo. Son aquellos que guiados por una música bonita -la protección del medio ambiente- se dedican a incordiar cada vez que se propone una infraestructura beneficiosa para la sociedad. Tu ejemplo del Coto no entra en esta categoría, como tampoco entraría un puente sobre el caño de Santi Petri, para unir Cadiz con Chiclana a través de San Fernando, del que se habló en su día y parece por fortuna ya olvidado. Pero sí entra mejorar una carretera que une pueblos aislados en una orografía muy abrupta, como es el caso al que aludo en esta entrada.
ResponderEliminarLos extremos no son buenos, ni siquiera en un asunto tan sensible como la defensa de la naturaleza