Alguien muy querido por mí me ha sugerido que escriba algo sobre Podemos. La verdad es que me pone en un compromiso, porque no tengo aún formada una opinión que pueda considerarse rigurosa, sólo impresiones superficiales que espero que el tiempo convierta en criterio. Pero, no obstante, voy a intentar dar una apreciación, porque siempre me ha gustado aceptar retos de pensamiento.
Empezaré diciendo que la rueda se inventó hace mucho tiempo. Desde entonces lo que cabe es mejorar su calidad con nuevos materiales. Los elementos que componen la rueda de Podemos son muy parecidos a los que componen la de Izquierda Unida y en algunos aspectos, pocos, también a los que forman la del PSOE.
Si a eso le unimos que la imparable globalidad, con sus virtudes y defectos, resta capacidad de decisión a las políticas nacionales, se llegará a la conclusión de que las utopías redentoras (a mí no me gusta hablar de populismo porque lo considero un insulto) poco pueden aportar al escenario político, quizá sólo despistar a los bienintencionados y distraer el voto progresista.
Yo me considero socialdemócrata. Esta palabra, tan manida, hay que explicarla si no se quiere inducir a error. Soy partidario de la economía de mercado, porque estoy convencido de que sus leyes permiten avanzar mejor en la obtención de riqueza, sea dicha esta palabra en el amplio sentido de su significado, incluyendo en ella a las prestaciones sociales. También creo en la igualdad de oportunidades como principio irrenunciable de una sociedad avanzada, y esas leyes, las del mercado, no siempre juegan a favor del principio anterior, por lo que considero imprescindible regular su funcionamiento para evitar que el sistema capitalista provoque mayores desigualdades, como ahora sucede.
Compaginar esos dos principios se puede hacer de muchas maneras y en proporciones muy distintas, lo sé. Pero ahí está el quid de cualquier posicionamiento político, que en este caso puede ir desde la negación de la iniciativa privada, que sostienen algunos sectores de la extrema izquierda, hasta el liberalismo virulento de cierta derecha liberal, que privatizaría hasta la Defensa (en algunos países ya lo hace), pasando por tantas posiciones intermedias.
Yo abogo por un sistema de libre competencia, vigilado y regulado por los poderes públicos para evitar desajustes que perjudiquen a los más desfavorecidos. Esa es la socialdemocracia a la que me refiero, y en estos momentos creo que es en el PSOE donde mejor encajan mis ideas, una opción de centro en el actual panorama de las que se pueden elegir en España.
Pero, ¿dónde está Podemos en todo esto?, se preguntará el inductor de estas líneas. La verdad es que no lo sé y, lo que es peor, creo que ellos tampoco. Si se trata de aportar nuevas soluciones, ya he dicho que la rueda está inventada. Y si lo que se pretende es acabar con la corrupción, en mi opinión hay otras maneras. Lo que hay que hacer es limpiar las ruedas, es decir endurecer las leyes que persiguen a los corruptos, dotar a la justicia de medios suficientes para aplicarlas y dejar a un lado soluciones mágicas, que a mí no me convencen. Fabricar otras nuevas que rueden bajo idénticas normas legales y con los mismos recursos jurídicos no es la solución al problema, porque también esas ruedas se ensuciarán y estaremos en las mismas.
Bueno: lo he intentado. Cuando sepa más sobre Podemos volveré a opinar.
Empezaré diciendo que la rueda se inventó hace mucho tiempo. Desde entonces lo que cabe es mejorar su calidad con nuevos materiales. Los elementos que componen la rueda de Podemos son muy parecidos a los que componen la de Izquierda Unida y en algunos aspectos, pocos, también a los que forman la del PSOE.
Si a eso le unimos que la imparable globalidad, con sus virtudes y defectos, resta capacidad de decisión a las políticas nacionales, se llegará a la conclusión de que las utopías redentoras (a mí no me gusta hablar de populismo porque lo considero un insulto) poco pueden aportar al escenario político, quizá sólo despistar a los bienintencionados y distraer el voto progresista.
Yo me considero socialdemócrata. Esta palabra, tan manida, hay que explicarla si no se quiere inducir a error. Soy partidario de la economía de mercado, porque estoy convencido de que sus leyes permiten avanzar mejor en la obtención de riqueza, sea dicha esta palabra en el amplio sentido de su significado, incluyendo en ella a las prestaciones sociales. También creo en la igualdad de oportunidades como principio irrenunciable de una sociedad avanzada, y esas leyes, las del mercado, no siempre juegan a favor del principio anterior, por lo que considero imprescindible regular su funcionamiento para evitar que el sistema capitalista provoque mayores desigualdades, como ahora sucede.
Compaginar esos dos principios se puede hacer de muchas maneras y en proporciones muy distintas, lo sé. Pero ahí está el quid de cualquier posicionamiento político, que en este caso puede ir desde la negación de la iniciativa privada, que sostienen algunos sectores de la extrema izquierda, hasta el liberalismo virulento de cierta derecha liberal, que privatizaría hasta la Defensa (en algunos países ya lo hace), pasando por tantas posiciones intermedias.
Yo abogo por un sistema de libre competencia, vigilado y regulado por los poderes públicos para evitar desajustes que perjudiquen a los más desfavorecidos. Esa es la socialdemocracia a la que me refiero, y en estos momentos creo que es en el PSOE donde mejor encajan mis ideas, una opción de centro en el actual panorama de las que se pueden elegir en España.
Pero, ¿dónde está Podemos en todo esto?, se preguntará el inductor de estas líneas. La verdad es que no lo sé y, lo que es peor, creo que ellos tampoco. Si se trata de aportar nuevas soluciones, ya he dicho que la rueda está inventada. Y si lo que se pretende es acabar con la corrupción, en mi opinión hay otras maneras. Lo que hay que hacer es limpiar las ruedas, es decir endurecer las leyes que persiguen a los corruptos, dotar a la justicia de medios suficientes para aplicarlas y dejar a un lado soluciones mágicas, que a mí no me convencen. Fabricar otras nuevas que rueden bajo idénticas normas legales y con los mismos recursos jurídicos no es la solución al problema, porque también esas ruedas se ensuciarán y estaremos en las mismas.
Bueno: lo he intentado. Cuando sepa más sobre Podemos volveré a opinar.
Mi pregunta es: ¿por qué ha tenido que nacer Podemos? ¿En qué ha fracasado el PSOE para que otras personas hayan tenido que crear otra entidad política? ¿Será porque están muy desgastadas esas siglas? Si Pablo Iglesias es un individuo de un talento estupendo ¿por qué no tuvo sitio en el PSOE? ¿Por que se fue de Izquierda Unida?
ResponderEliminarEstá claro que caben multitud de interpretaciones. Cuando se crea un nuevo partido político muchos se preguntarán si tuvo que ser necesario crear algo nuevo en lugar de reformar lo que se encuentra anquilosado. Es cierto que a veces es preferible comprar un auto nuevo que arreglar el viejo ¿puede ser éste el caso de Podemos -auto nuevo- en relación con el PSOE -auto viejo?