24 de enero de 2015

Zaragoza (VI) La ciudad romana y la jerarquía eclesiástica

Murallas de Zaragoza
Era nuestro último día en Zaragoza. A las doce de la mañana del siguiente deberíamos tomar el AVE para regresar a Madrid. Como habíamos previsto un programa muy apretado, que entre otras cosas incluía recorrer lo que podría denominarse la Zaragoza romana, nos levantamos temprano. Lo primero que hicimos nada más desayunar fue coger un taxi, acercarnos a La Seo y preguntar por los horarios de visita. El conserje nos advirtió de que ese día no era posible realizar un recorrido turístico, porque el recinto estaba acordonado para evitar el trasiego de visitantes durante las celebraciones religiosas. Pero a pesar de su advertencia nos colamos en el interior entre dos misas

Algo he escrito ya sobre los estilos artísticos que se pueden observar en La Seo y poco más voy a añadir. Me limitaré a señalar que, a pesar de que dispone de cinco naves, sus bellas bóvedas de crucería, todas de la misma altura, dan al conjunto el aspecto de disponer de una sola planta cuadrangular, algo que me habían advertido y observé con curiosidad.

Mientras recorríamos las escasas zonas que los cordones puestos aquí y allá nos permitían, una voz por megafonía advirtió a los fieles de la llegada inminente del arzobispo de la diócesis y les recordó que no debían aplaudir las intervenciones del coro que intervendría durante la misa, primero porque no se trataba de un concierto, sino de parte de la liturgia, y además, por si lo anterior no fuera motivo suficiente, porque al arzobispo no le gustaban estas manifestaciones mundanas. Más motivos no caben.

Cuando salimos de allí, entramos en el museo del Puerto fluvial de Cesaraugusta, uno de los cuatro centros de interpretación de la época romana que existen en Zaragoza. Está situado bajo un edificio de construcción relativamente reciente, y entre las ruinas de los cimientos de las instalaciones del antiguo embarcadero se ha recreado, mediante distintos medios audiovisuales,  la actividad portuaria de la época. Una buena lección de historia para los que ignorábamos que el río Ebro era navegable en aquella época y constituía la vía de comunicación más importante para el comercio que fluía entre el Mediterráneo y el norte de la península Ibérica.

Muy cerca de este museo se encuentra el del Foro de Cesaraugusta, que visitamos a continuación. A semejanza del anterior, entre las ruinas de los cimientos del antiguo Foro romano, y a través de una serie de pasarelas situadas a distintas alturas, se asiste a una interpretación de cómo debía de ser la vida de los habitantes de la ciudad en aquellos tiempos. Interesante y sobre todo muy didáctico

Después nos dirigimos a La Lonja, un edificio civil de estilo renacentista, dedicado en otros tiempos a actividades económicas y hoy sala de exposiciones del Ayuntamiento de Zaragoza. Aunque ese día permanecía expuesta una extraña muestra de escultura vanguardista, nos limitamos a pasear entre las obras y a contemplar por dentro el soberbio edificio.

Por último entramos en la basílica de El Pilar. Debo decir, a fuer de ser sincero, que a mí el estilo de esta construcción religiosa no me convence demasiado, dicho sea con absoluto respeto a su significado religioso. Quizá sea la superposición de los estilos barroco, neoclásico y rococó los que me produzcan la sensación de falta de armonía, pero también la profusión de torres, lucernarios y cúpulas, algunas de ellas terminadas en el siglo XX, que a mi juicio recargan en exceso su conocida silueta.

Pero de lo que no cabe la menor duda es de que El Pilar es un símbolo de Zaragoza y de Aragón entero, no ya sólo en un sentido estrictamente religioso, sino también en el de los sentimientos. Hasta un agnóstico como yo recorre sus naves con cierto recogimiento, no meditando en lo divino, simplemente reconociendo su fuerza simbólica.

Habían dado ya las dos y era preciso buscar un lugar donde comer. Nos habían hablado de un restaurante, La cantina de Borado, y nos lanzamos a buscarlo. La primera impresión que nos causó nada más entrar fue que, aunque se trataba de un lugar decorado con gusto, estaba demasiado concurrido. A punto estuvimos de marcharnos, pero un camarero, que debió de adivinar nuestras intenciones, nos mostró una mesa algo apartada del bullicio general, de manera que, como se había hecho tarde, decidimos quedarnos. Tengo que reconocer que comimos bien y en un ambiente bastante agradable.

Y una vez más regresamos andando al hotel, mientras decidíamos que haríamos durante las pocas horas que nos quedaban en Zaragoza. Pero de eso ya hablaremos.

1 comentario:

  1. Luis, la próxima visita no dejes de ver el museo de tapices de La Seo.
    Angel

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