¿Cómo se va a solucionar el desaguisado de Cataluña si todavía Mariano Rajoy no ha reconocido su espectacular fracaso político, el ridículo tan espantoso al que ha llevado a su partido? Es cierto que el PP nunca destacó por los votos obtenidos en las autonómicas catalanas, pero no lo es menos que hasta ahora disponía de una representación en el parlament que le permitía hacerse oír. Sin embargo, con los cuatro escaños obtenidos en esta ocasión, número que ni siquiera le concede la posibilidad de formar grupo parlamentario propio, la marginalidad de su capacidad política en aquella comunidad durante esta nueva legislatura está servida.
Supongo que a partir de ahora veremos desfilar a los chivos expiatorios de rigor, cabezas de turco que contribuyan a mantener intacto en el poder a su líder nacional. Echar la culpa a los colaboradores de lo errores propios siempre ha sido un recurso muy útil, no sólo en el PP, sino en cualquier organización, sea política o no lo sea. Forma parte de la gramática parda de los encumbrados. A eso algunos lo llaman hacer lo del avestruz. Lo que sucede es que con estas maniobras de maquillaje y de distracción se enmascara la realidad y no se buscan soluciones. En el caso que nos ocupa, se contribuye, mediante dejación, a que la tensión separatista continúe ascendiendo en Cataluña.
Pero los populares no sólo no reconocen su espectacular derrota, sino que además, temerosos del auge que está tomando Ciudadanos -su rival en la derecha del espectro parlamentario, allí y en todas partes-, ningunean su victoria en las pasadas elecciones autonómicas. Exigir a Inés Arrimadas que intente formar gobierno con su exigua mayoría es de un cinismo que espanta. La torpe política de Rajoy ha debilitado a las fuerzas constitucionalistas y ha convertido en inevitable que gobiernen los separatistas. No hay otro camino democrático, guste o no guste.
Puigdemont, desde su lejana residencia virtual, no cesa en sus diatribas antiespañolas para defender sus aspiraciones independentistas. Con ese discurso lo que consigue es que cada día que pasa le quieran más los suyos y le detesten más sus adversarios. Parece como si su obsesión separatista le hubiera llevado al convencimiento de que cuanto más tense las cuerdas de la discordia mayor será la posibilidad de alcanzar la independencia. No se observa en él la más mínima intención de dialogar con el gobierno central. Por el contrario, cada vez que respira ahonda más el enfrentamiento.
De manera que, con un partido en el gobierno central, por un lado, que se niega a reconocer que lo de Cataluña no es sólo el capricho de unos cuantos, y con unos líderes separatistas, por el otro, que consideran que su mejor estrategia es la del enfrentamiento social, caiga quien caiga y lo que caiga, no hay manera de resolver este conflicto. En mi opinión, no sólo no se ha detenido la confrontación ni se ha frenado la deriva secesionista, sino que, por el contrario, cada vez estamos más lejos de una solución aceptable. Los intentos de transversalidad de los socialistas han quedado dinamitados por sus pobres resultados en las elecciones, y la marca catalana de Podemos, que abrigaba esperanzas de servir de bisagra entre los dos bloques, tampoco ha conseguido los escaños que pretendía. El resultado ha sido una confirmación de lo que ya todos sabíamos: continuar con el diálogo de sordos.
Por eso digo que me temo que esto ya no tenga solución. Sólo queda confiar en un milagro y yo en los milagros no creo. Pero, a pesar de ello, a pesar de mi pesimismo de hoy, les deseo FELIZ NOCHEVIEJA Y MEJOR AÑO NUEVO a todos mis amigos, piensen lo que piensen sobre esta lamentable situación, que, como ya he dicho, se les está yendo de las manos a los responsables de encontrar soluciones.